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Las resonancias del ‘Botifler’ de García Page en el panorama político

Asegurar que los propios simpatizantes de Puigdemont lo llamarían "botifler" si pactara con Sánchez es reducir el complejo escenario político catalán a una caricatura

Eva Maldonado
Eva Maldonado
Redactora en Diario16, Asesora de la Presidencia de la Conferencia Eurocentroamericana.
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análisis

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Es evidente que vivimos en una época donde la polarización política está a la orden del día. Los discursos extremos, la retórica incendiaria y la falta de voluntad para encontrar puntos comunes han convertido el panorama político en un campo de batalla. Pero no deberíamos confundir esta realidad con el hecho de hacer declaraciones que perpetúan estereotipos y simplificaciones.

El comentario de Emiliano García-Page, presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, sobre Carles Puigdemont es, en esencia, una simplificación y una falta de respeto. Asegurar que los propios simpatizantes de Puigdemont lo llamarían «botifler» si pactara con Sánchez es reducir el complejo escenario político catalán a una caricatura. Botifler es un término que, en la Cataluña actual, es sinónimo de traidor a la nación, pero que tiene su origen en la Guerra de Sucesión española (1701-1715) en la que se acabó instaurando la dinastía Borbón frente a los Austrias, bando éste último al que defendía Cataluña y la Corona de Aragón. No solo asume un supuesto de homogeneidad de pensamiento dentro del independentismo usando este término cargado de historia, sino que también insinúa que cualquier intento de diálogo o acuerdo sería traición.

Por otro lado, García-Page habla de la importancia de acordar y dialogar entre partidos, lo cual es acertado. Sin embargo, es irónico que haga esta afirmación mientras lanza el dardo hacia Puigdemont cuando lo más coherente sería celebrar cualquier intento de diálogo entre partidos, en lugar de satirizarlo.

Además, el hecho de que asocie pluralidad con romper la unidad es también un enfoque simplista. La pluralidad y la diversidad son inherentes a cualquier sociedad democrática. Reconocer y celebrar la pluralidad no significa buscar la ruptura, sino más bien entender y valorar la riqueza de perspectivas y culturas que conforman un país.

García-Page tiene razón en un aspecto: el diálogo entre partidos no debería verse como algo negativo. Pero este diálogo debe basarse en el respeto, en no hacer suposiciones y en no usar la historia o la cultura de una comunidad como arma retórica.

Es de importante relevancia que los líderes políticos busquen construir puentes y no muros. En lugar de perpetuar divisiones y simplificaciones, deberíamos esperar que nuestros representantes promuevan el entendimiento y el respeto mutuo. Las declaraciones de García-Page no ayudan en este sentido y nos recuerdan la importancia de la responsabilidad en la comunicación política.

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