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Los ojos que ven la verdad

José Repiso Moyano
José Repiso Moyano
Escritor español de larguísima trayectoria nacido en Cuevas de San Marcos, Provincia de Málaga, que ha publicado miles de obras en 50 años (literarias, de conocimiento,etc), y ha obtenido premios y reconocimientos por su participación en concursos, periódicos, revistas, recitales, programas de radio, acciones humanitarias y eventos literarios en todo el Mundo.
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análisis

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Los ojos que ven la verdad los quiero siempre limpios de desinformaciones, siempre limpios de miedos, siempre limpios de corrupciones, siempre limpios de cualquier sucio interés de quien sea que solo se mueve por la ceguedad del pueblo.

Los ojos que ven la verdad los quiero solo míos y libres de mentiras, libres de coacciones y de servilismos, libres de retóricas o de estéticas que engañan, libres de publicidades que tanto confunden, libres de dobles morales de tantos que van apestando la tierra.

Los ojos que ven la verdad los quiero valientes y leales con la racionalidad, los quiero honestos y generosos con todo ése que sufre alguna injusticia o persecución-intolerancia o mala valoración (con doble tabla de medir) o irresponsable incomprensión o abuso de poder.

Los ojos que ven la verdad los quiero únicamente reales (aunque aspiren a sueños), únicamente humanos o humanitarios, ¡claro!, únicamente de inteligencia natural (nunca artificial), únicamente invencibles por alguna oscuridad y únicamente racionales, pese a lo que pese.

Los ojos que ven la verdad los quiero siempre insobornables, no cómplices con alguna seudoinformación, seudorrazón, seudomoral, seudocultura, seudopoesía, seudojusticia, seudobondad, seudofeminismo, seudoentretenimiento ético, seudorrespeto, seudodemocracia o seudoesperanza.

Los ojos que ven la verdad los quiero siempre comprometidos con todos los más débiles de una sociedad, los quiero siempre reticentes o muy críticos ante las falsas causas de bien, sí, ésas que tienen a la guerra por medio o a las ambiciones del mismo poder o a los grandes intereses económicos que benefician solo a unos pocos.

Los ojos que ven la verdad los quiero aun, en conciencia, siempre autocríticos con cualquier verdad resultante del uso de una insuficiente racionalidad o del uso de una insuficiente responsabilidad; en fin, los quiero sin mentiras o falsedades, ¡que no es poco!

Así es.

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2 COMENTARIOS

  1. Ah, los afanes por alcanzar la verdad, la que se ve con ojos limpios, libres, valientes, insobornables y amistosos. De la que se escuchan sus sugerencias y resonancias con oídos atentos, atrevidos y profundos. La que se siente con la piel erizada por el entusiasmo, el espanto y el recato…

    Ah, la verdad y la perspectiva. Oh, la verdad y sus ecos. Oh, la verdad y sus caricias, y sus impactos.

    Ah, la verdad como utopía en la que instalarse, o como odisea a través de la cual transformarse, o como panacea con la que curarse…

    Ah, los anhelos del cuerpo por asimilar la verdad del entorno en el que puede instalarse precariamente, en el que quiere residir confortablemente, o en el que tiene que habitar auténticamente.

    Ah, las emanaciones del cuerpo que cristalizan aquella mismidad limpia, libre, valiente e insobornable desde la que barruntar la verdad.

    Pero la verdad no es una cosa que se barrunta, que se deja mostrar sensible y sencillamente, es un artificio remanente que se hace aparecer razonable y aparatosamente, es un producto adjunto, una deposición, consecuencia de los deseos de los cuerpos ansiosos por asimilar sus entornos y ambientes. Ah, la angustia como disposición afectiva que afronta las sátiras de la nada que asedian a todo ser inmerso o inserto en un entorno que lo acecha o ningunea.

    Del cuerpo y el ambiente biológicos, al yo y la circunstancia vitales, pasando por el dasein y la configuración de mundo existenciales. La verdad es la casa del que está-siendo-ahí. Ah, el hospedaje de la verdad que otorga seguridad y confianza…

    Ratzinger, más que un vidente que desvela, o que un augur que escucha, o que alguien que acaricia la verdad, dice ser un colaborador de la verdad entendida como seguridad y confianza. La verdad como co-elaboración, en lugar de epifanía que se contempla, se escucha o se siente. Y la iglesia como casa de ese ser humano a cobijar, a salvar, que está lejos del arrojamiento y de la intemperie a los que está condenado el que está-siendo-ahí caído obligado a tener que atreverse a apropiarse más que a salvarse.

    La verdad como apertura más bien nos apropia, más que nos salva. La verdad como seguridad y confianza más bien nos cobija, más que nos salva. Qué verdad es la que nos salva.

  2. Por favor, no me conteste ya jamás, ¡jamás!; porque solo contesta en irracionalidad o en locura o en CACAO MENTAL infinitanente total y eso no tiene remedio.

    ¡Deje vivir a la razón o a algo ya, por favor!

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