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No tenemos que ser ovejas

Francisco Lesme José Alcázares
Francisco Lesme José Alcázares
Profesional del sector de telecomunicaciones y cristalería del automóvil. Ciudadano afectado por las restricciones medioambientales de Vitoria.
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análisis

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Recuerdo como si fuera ayer el día que vine de Santa Cruz de Tenerife a Vitoria para emprender una nueva aventura. Tenía veinte años y me agobiaba vivir en una isla, cosas de la edad, supongo. Llegué a una ciudad acogedora, tranquila y llena de parques. Fue amor a primera vista.

Era una completa maravilla pasear como peatón y, sobre todo, en bici, Vitoria siempre estuvo muy pensada para ello. Desde entonces siempre me he dedicado a trabajar conduciendo y, para mí, el mejor momento del día era ir de casa en casa circulando por sus calles. Era muy gratificante porque, aunque hubiese tráfico, los semáforos estaban tan bien regulados que no estabas ni dos minutos parado. La palabra clave es ERA.

Ahora, dieciocho años después, Vitoria es una de las «superciudades europeas», es decir, básicamente un laboratorio de los políticos para ensayar «cómo hacer las ciudades más seguras y ecológicas» y la realidad es que eso es un disparate. Se dedican a hacer las ciudades súper complicadas, incluso para los que somos asiduos usando las vías por trabajo, llenan todo de señales que no hay Dios que entienda.

Los cruces los hacen más difíciles porque suponen que si te detienes y paras el tráfico, es más seguro y eso es falso, es peligroso. De hecho, sales de un semáforo en el que llevas dos minutos, te paras en el siguiente y estas al menos otro minuto. Lo que antes eran quince minutos, ahora son más de treinta.

Llenan todo de radares, cámaras en los tramos más complicados, embudan el tráfico, quitan aparcamiento y ponen zonas de residentes sin previo aviso. Hay muchísimos ejemplos: la avenida Madrid, la calle Jacinto Benavente, prácticamente todo el barrio de Zabalgana, el barrio de Adurza, la calle Portal del Rey, calle Nueva Dentro y así un larguísimo etcétera que se extiende por toda esta, antes, maravillosa ciudad. Una pena, la verdad.

Lo que antes era entretenido, seguro y no te llevaba más de quince minutos, ahora es estresante a niveles exagerados, no aparcas rápidamente ni de broma y encima tienes que volver a pagar por ello.

Vitoria comenzó en la década de los 70 y a lo largo de los años ha ido expandiendo las medidas contra el vehículo privado, luego fue Barcelona, ante la pasividad de la mayoría de los barceloneses, siguieron por Madrid, ante la pasividad de la mayoría de los madrileños, e irán el resto de ciudades, algunas ya en proceso: Zaragoza, Valencia, Sevilla …

Señores y señoras ¡despertemos ya, por favor!

Nos están quitando nuestros derechos y nos estamos dejando. Yo soy autónomo y soy conductor. Cualquier persona que se dedique al transporte, cualquier tipo de servicio técnico o trabajos parecidos sabe bien de lo que estamos hablando.

Y no es solo la velocidad, es que ya no se pueden usar ni las zonas de carga y descarga porque te multan, aunque lleves escasos diez minutos porque la policía local tiene presunción de veracidad y las multas no se pueden recurrir. Para mí, han pasado de ser una imagen de autoridad o incluso un amigo a ser, directamente, el enemigo, y no creo que se lo merezcan tampoco.

El hecho de que quieran quitar coches de la ciudad con la excusa de la contaminación es una falacia. Si yo tengo una manera mejor y más barata de moverme, no me compro un coche o lo dejo aparcado. Un coche aparcado contamina cero y sigue pagando impuestos.

Pero ¿qué pasa con los que no tenemos otra manera de ir a trabajar más que con nuestro vehículo? ¿qué hacemos, metemos la herramienta en el tranvía o en el dichoso BEI?

No entiendo el motivo de dejar que los políticos hagan lo que les dé la gana, porque es lo que hay…

Todas estas decisiones no están avaladas por ningún experto, son decisiones políticas tomadas por gente que solo pretende subirse el sueldo, trabajar lo mínimo y jubilarse pronto.

Lo justifican con la teoría de «invertir la pirámide de movilidad», que reflejaba el proyecto de Ley de movilidad sostenible, estableciendo una prioridad para los desplazamientos a pie, luego en bicicleta o en vehículos de movilidad personal, transporte público, transporte compartido o de alta ocupación y, en último lugar, el vehículo privado.

Esto no es más que una imposición de UNA pirámide jerárquica con la que se busca dificultar el uso del vehículo privado, lo que supone una injerencia en la libertad de decisión personal. Para ello, las medidas que se llevan a cabo son la peatonalización de calles y otros eufemismos como «pacificación o calmado del tráfico rodado» que supone, por ejemplo, peatonalizar cruces y crear «superislas» que hay que rodear generando más atascos en las calles aledañas; la reducción de las plazas de aparcamiento disponibles y la expansión de las zonas ORA/SER/Azul incrementando los precios; la creación de carriles bici en vías de tráfico rodado; la descoordinación de los semáforos para incrementar el tiempo en realizar el trayecto o los peajes urbanos para entrar en las Zonas de Bajas Emisiones. Medidas, algunas de ellas, que ya vemos aplicadas en Vitoria.

A simple vista parece que nuestros mandatarios saben lo que hacen y que lo tienen todo estudiado, pero no es así. Si supieran lo que hacen no necesitarían ciudades laboratorio como Vitoria, sabrían qué hacer en todo momento y no, no saben lo que tienen que hacer. De hecho, la misma vía la rehacen hasta tres veces porque la hacen mal y la vuelven a hacer para dejarla peor.

Despertemos por favor y exijamos nuestros derechos.

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1 COMENTARIO

  1. ¿Y entre tanto político nacional y comunitario, y tantos sueldos que habría que plantearse para qué pagamos, no habrá nadie que se replantee cuál es el resultado de todo el dinero y tiempo invertido y a dónde vamos y sea capaz de verlo y rectificar?

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