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Observaciones en un hospital

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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He vivido interno en el hospital desde el 18 de julio de 2022 hasta finales de mayo de 2023. Ahora sigo todavía rehabilitándome otros dos meses ya. En total, puedo hablar de un año, en general, a causa de un ictus cerebral (I.C.), del que voy saliendo muy poco a poco, pero estuve a las puertas de la muerte.

Se trata de un hospital privado, que puedo costearme por medio de Muface (Adeslas), que me ha tratado maravillosamente bien. Ahora camino, gracias a un bastón y siempre acompañado.

He pasado por tres etapas de muy desigual duración. Después de solicitarlo y concedértelo, te tienen una semana aislado hasta que analizan la situación sanitaria en que te encuentras. Es la etapa más aburrida, en la que estás en soledad casi total.

El segundo momento te llevan al gimnasio, donde te encuentras con más de dieciséis neuroterapeutas con diferentes especialidades. El hospital es avanzado en neurorehabilitación con categoría de excelencia. Es privado y depende de la comunidad de Madrid. Al incorporarte, recibes una sensación de actividad, alegría y seguridad total: estás en manos de profesionales, que se ocupan de ti y con las que llegas a la amistad y a fiarte completamente. Estás en sus manos, que hacen maravillas tecnológicas.

La tercera etapa es cuando llega el alta hospitalaria y te ofrecen la rehabilitación ambulatoria. Esta es la más reducida de todas, apenas hora y media diaria, cuando puedes emplear tres horas entre traslado y la atención prestada.

Además, se puede solicitar un horario que te convenga, pero a mí todavía no me han podido atender. Esta última etapa la esperas con la mayor ilusión y tienes excesivas ganas de irte a casa. Los ejercicios de terapia pasaron por dos momentos. El primero fue mucho mejor. El segundo se desorganizó todo y decayó. Cambiaron por razón de hacer una terapia intensiva e inventarse también otra terapia, la gastronómica. No entraré en detalles, pero nunca la comprendí.

Hoy, visto lo visto, buscaría otro hospital, si lo encontraba. La sensación es la de un edificio moderno, casi recién hecho, pero por dentro es otra cosa. Para mí tienen dos defectos importantes.

  1. El primero es la pésima calidad de la alimentación. Se trata de un catering, que resulta incomestible. Unos se las arreglan tomando una de las dos bandejas que te sirven, algo hay que comer. Otros acuden a la ayuda de familiares, quieres traen algo mucho mejor. Hay bastantes quejas, pero contestan que dan la base nutricional imprescindible. Te estropean o te desarreglan el estómago. Te producen horribles diarreas. Todo se arregla con medicación y pruebas médicas. La gente pierde muchos kilos, algunos hasta 20.
  2. El otro defecto es la organización. Esta la proponen expertos profesionales del hospital, pero no marcha. Hay días en que las mismas terapeutas tienen que mirar las listas varias porque no saben con qué paciente les toca ni a qué enfermo tienen que dedicarse. No atienden diariamente a su paciente, han de cambiar y diversificarse. Así se desorientan, lo mismo que los pacientes. De este modo se pierde el efecto tan positivo de confianza y seguridad de los enfermos. A veces tienen que atender a tres pacientes a la vez. Falta personal. También hay exceso de robótica, en mi opinión. Queja de las terapéuticas ninguna. Cuentan con gran preparación intelectual, profesional y académica

Médicos y enfermeras atienen bien, con alguna desavenencia, a veces. La gente que está más machacada son las auxiliares. Aquí es donde más personal falta. A veces no pueden atenderte más, porque se dedican a otros pacientes a la vez. Suelen cobrar lo mismo que los terapeutas, el sueldo base de su convenio. Es gente joven, que se mata, literalmente, para hacerlo bien, porque conoce su oficio y saben ser ágiles para hacerlo. Los pacientes las tienen un aprecio total.

Alguien tiene que haber concedido la calificación de Excelencia, pero, sinceramente, no creo que sea para tanto, siempre en mi opinión. Si esto es lo mejor que tiene la comunidad de Madrid no es para resumir de la sanidad, que está, evidentemente, en absoluta decadencia. ¿Por qué no se financian otros hospitales de la sanidad pública? Si así están los privados, no creo que funcionaran peor los públicos. El problema es la financiación económica, cuando se ha apostado por la sanidad privada, que también la dejan en manos de otras instituciones. Todos tendríamos que tomar conciencia de la situación.

Otra cosa es la subvención que te dan por servicios sociales. Hay que solicitarla a la Comunidad, rellenar bastantes papeles y tardan meses en gestionarla. Dicen que entre cinco y seis meses, tiempo en el que el paciente se tiene que pagar sus propios gastos. No estaría mal que el hospital contara con una asistente social, que sabría los pasos que dar y agilizarlo un poco.

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