Se ha levantado el telón, las elecciones al Parlamento Europeo de junio de 2024 van a estar marcadas por el enfrentamiento entre el bávaro Manfred Weber y el español Pedro Sánchez. Y es que el estallido de los misiles que se lanzaron ambos no dejó títere con cabeza. Estos son los gladiadores que lucharán para suceder a Úrsula Von Der Leyen, una «sparring» de medio pelo.
Son contendientes de probada dureza y especialistas en sacar dagas de las mangas. La derecha, que busca el apoyo de los ultras aliados con la OTAN y con Israel, frente a una socialdemocracia que se inclina hacia alianzas que van del centro a la izquierda más roja. Ambos destacan por su tenacidad y por no amedrentarse frente a la adversidad ni ante el ruido, como se evidenció el pasado miércoles en el Parlamento de Estrasburgo. El duelo Weber contra Sánchez será uno de los enfrentamientos clave de las elecciones de junio, cruciales para el futuro de la Unión Europea.
Pero más allá de las explosiones que se han oído hasta el último rincón del Peloponeso, el salto adelante de la derecha en Europa no reserva a Alberto Núñez Feijóo más que un papel de “extra”. Es desde Bruselas, que Manfred Weber es el que allana el debate sobre la posible coalición del PPE con la ultraderecha y el papel de los liberales.
El reciente intercambio de artillería en Estrasburgo, durante la evaluación de la presidencia semestral española, ha subrayado esta percepción. Weber se reveló como un político alemán incisivo y contundente, destacando por su intervención directa en la política nacional de un Estado miembro de la UE, algo inusual incluso en los debates sobre Polonia y Hungría. Por contra se encontró a un presidente español correoso, que no dudó en revolcar al adversario y que puede presumir de una presidencia impecable. Y con un Partido Popular estatal que solo sabe aullar para restañar sus fracasos. Fracasos como el de convertir a Pedro Sánchez en “Perro Sanxe”, siendo ese apodo despreciativo, justamente una de las claves de la victoria del presidente español.
Prueba de esa estrategia fue la intervención de la primera ministra italiana Giorgia Meloni en un mitin en Valencia en julio, apoyando a Vox para formar parte del futuro Gobierno de España, todos pensando que Pedro Sánchez podía ser eutanasiado sin más trámite. Y es que la estrategia de la ultraderecha europea de cara a la nueva contienda electoral es la de influir en las políticas nacionales para fortalecer su posición en el escenario europeo y arrastrar al Partido Popular Europeo a sus tesis.
Pero ahora, Meloni ha arriado las velas del fascismo para ofrecer una imagen de derecha dura, pero moderna, conciliadora y americanizada.
Y es que el momento clave de toda la historia, fue el inesperado giro en las elecciones españolas del 23 de julio, donde Alberto Núñez Feijóo se rompió la crisma frente a sus socios europeos al no lograr capitalizar una victoria que había vendido como segura. Este revés, al fallarle España, ha llevado a Weber a tomar un papel más destacado en la preparación de las elecciones europeas, mostrando una implicación directa en la política española, poco frecuente en Bruselas, implicación rayana en la venganza.
Y es que la ambición de Weber por la presidencia de la Comisión Europea, viene de lejos. A pesar de haber sido ya candidato en 2019, se enfrentó al veto de Pedro Sánchez y Macron, y la tibia defensa de Angela Merkel, protectora desde el primer momento del presidente español, aun profesando ideologías muy diferentes. El conflicto se saldó con la elección de Ursula von der Leyen como alternativa.
En este contexto, Sanxe, se enfrenta al reto de movilizar a los electores situados a la izquierda del PPE. El haber plantado cara a Weber ha sido un gran paso y le refuerza aún más como referente de la izquierda española y europea.
