En estas vísperas del día de las elecciones a la Comunidad de Madrid las encuestas siguen pronosticando el triunfo de la Presidenta Isabel Díaz Ayuso. Y la pregunta que deberían responder los sociólogos y psicólogos sociales, es ¿por qué? Es ya penoso que durante 26 años haya gobernado el Partido Popular en Madrid. Cuando parecía que iba a cambiar de signo el resultado electoral, en 2003, se produjo el “tamayazo”. Con una maniobra que debería haberse calificado de delictiva, dos parlamentarios del PSOE  Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez  no comparecieron a votar en la sesión de investidura del Presidente del gobierno de Madrid, que estaba previsto fuese Rafael Simancas del PSOE. No olviden que en aquel momento la ventaja del PSOE sobre el PP era únicamente de un escaño. El escándalo en los medios y en los círculos de enterados fue mayúsculo. Se dio por inválida la sesión, se abrieron diligencias ante lo que parecía un evidente caso de compra de votos, se invalidó la votación y…se repitieron las elecciones. Y los siguientes resultados electorales le dieron la mayoría absoluta a Esperanza Aguirre.

Sin hacer un análisis de los resultados de los sucesivos comicios que se han realizado desde 2003, constatamos simplemente que la ciudadanía madrileña prefirió el gobierno de la derecha durante  esos 18 años. En el momento actual la situación es peculiar porque tanto la pandemia del covid19 nos está enfrentando desde hace más de un año a una situación de emergencia trágica, que el sistema de salud público no ha podido superar, como las medidas de confinamiento y restricción de actividades nos ha abocado a una crisis económica sin precedentes después de la Guerra Civil, y los ERTES, los ERES, los despidos, el cierre de empresas nos evidencian que la pobreza, cuando no la miseria, de las clases trabajadoras, se agudiza alarmantemente.

En estos 14 meses desde que se decretó la alarma sanitaria, en Madrid se han producido el mayor número de infectados, de fallecimientos, de saturación de las Unidades de Cuidados Intensivos, de toda España. Hemos conocido, con horror, que se han encontrado decenas de cadáveres en las residencias de ancianos, abandonados allí sin asistencia alguna. Las últimas investigaciones dicen que 7 de cada 10 fallecidos no fueron atendidos hospitalariamente. Desde que los gobiernos del PP se dedicaron con afán a privatizar los servicios públicos y se le entregaron a Florentino Pérez, que posee el mayor monopolio de los servicios sociales en nuestro país, se convirtieron las residencias de mayores en uno de los grandes negocios, a base restringir, con la mayor mezquindad y tacañería, los gastos. Se alimenta a los ancianos con basura, no tienen la necesaria atención médica, el personal de asistencia es escaso, mal formado y explotado hasta la extenuación. En esos morideros se consigue amontonar las generaciones que ya no producen y se adelanta su muerte, lo que siempre es una ventaja para gastar menos en pensiones.

Del mismo modo, la escuela pública se ha degradado con la falta de inversiones y de profesorado, a pesar de que hay 14.000 maestros y enseñantes en paro, y se ha convertido en la escuela de los pobres y los emigrantes. De tal modo las familias que pueden pagar los complementos que exige la concertada llevan a sus hijos a esos colegios, para que se les garantice una enseñanza de calidad.

En Madrid, como en el Chile de Pinochet, se han llevado a cabo los planes de Milton Friedman, creador de la Escuela de Chicago, oráculo neoliberal, que durante los años de las dictaduras latinoamericanas dirigió los planes económicos más despiadados del Capital, que expone, sin tapujos, en su libro  La libertad de elegir. Friedman reconoce que es difícil revertir el Estado del Bienestar para conseguir un modelo liberal altamente competitivo e individualista en un Sistema Democrático, ya que supone que las sociedades no admitirían nunca que se les prive del colchón que significan los servicios públicos. El periodista Joaquín Cubero explica que la puesta en escena y los ensayos de la doctrina de Friedman  se dieron en dictaduras como las de Pinochet y en varios países de regímenes totalitarios en  Latinoamérica, donde los dirigentes no tenían que rendir cuentas en las urnas.

Pero, como el cuento de la ranita calentada lentamente para que no salte si se la echa directamente en agua hirviendo, Friedman da la guía para efectuar el cambio en los sistemas democráticos, que tiene varios estadios: Reducir poco a poco  los Presupuestos en lo Público con la intención de deteriorar el servicio, al tiempo que aparecen servicios privados, a los cuales los ciudadanos podrán optar voluntariamente, si tienen recursos. Paralelamente concertar con empresas privadas la gestión de lo público. Todo ello se debe de hacer con un gran aparato de propaganda que nos haga creer que todo lo público es ineficiente y que todo lo privado es eficiente.  Se permitirá elegir el Centro pero deberá pagar un suplemento según el que elija. A esto le llamarán » Libertad de Elegir». No se olvide que todo el proceso se debe de hacer en nombre de la Libertad. Y no perdamos de vista que la enseña de la campaña de Ayuso es únicamente una palabra: “Libertad”.

“Todo ello se realizará, añade Cubero, con una gran campaña en favor de reducción de impuestos con el argumento de que el dinero donde mejor está es en el bolsillo del ciudadano. El resultado final será que los sectores más empobrecidos, que apenas pagaban impuestos, ahora tendrán que pagar por los Servicios que antes se les prestaba gratis y por el contrario los más favorecidos, que antes eran los que pagaban los impuestos, por el principio de que el que más tiene es el que más tiene que pagar, en esta nueva situación dejará de pagarlos. El resultado final es que solo podrán acceder a los servicios aquellos que tengan dinero para pagarlos”.

Lo que es más penoso es ver como la ciudadanía madrileña ha aceptado, satisfecha, este plan. Desde hace años, el PP ha hecho campaña con su supuesta bajada de impuestos, que ha significado la reducción de los servicios y la privatización de la gestión de los mismos, y parece que incluso a aquellos sectores de población que están exentos de tributar,  por su modesta situación, que no llega al mínimo de 22.000 euros brutos anuales de un solo pagador, se les conquista con esa promesa que no les significará ninguna ventaja. En cambio, porque algún dinero tienen que recoger las instituciones de gobierno, se subirán los impuestos indirectos: el IVA de todas las transacciones mercantiles, y los Ayuntamientos cubrirán gastos aumentando el IBI de los pisos, el impuesto de basuras, los de aparcamientos, que son los más injustos, puesto que no discriminan por la renta del contribuyente.  

En esta realidad, ¿qué ofrece la señora Ayuso a la ciudadanía madrileña para que se la vuelva a elegir presidenta del gobierno? Según ella, “La Libertad”. Nadie se pregunta, “La libertad, ¿para qué?”. Según se puede observar fácilmente, la libertad será para escoger seguros privados de sanidad, ante el deterioro fulminante de la pública. La libertad para inscribir a sus hijos en la escuela privada o en la religiosa, ya que la pública sólo ofrece una enseñanza degradada, siempre que puedan pagarla. Y nada más, puesto que las libertades fundamentales las protege la Constitución que la señora Ayuso no puede cambiar, afortunadamente. Pero, ¿se preguntan los madrileños con seriedad que significa esa promesa en el Madrid de hoy?

Parece ser que la libertad de que presume Isabel Díaz Ayuso es la ir a los bares y restaurantes en tiempos de pandemia. Que los contagios del corona virus sean los más altos de España, que las muertes se multipliquen, que los hospitales estén desbordados y los sanitarios exhaustos, que las enfermedades comunes no se atiendan, incluso descuidando tratamientos de enfermedades de alto riesgo como el cáncer, que sus padres estén abandonados en las residencias, no preocupa a los madrileños mientras puedan tomar aperitivos en las terrazas.

Como en los tiempos en que el pueblo español reclamaba con pasión el regreso de Fernando VII, que por ello se apellidó “el Deseado”, replicaban a quienes les advertían que la monarquía absoluta eran las cadenas para el pueblo: “¡Vivan las caenas”!, quienes voten a la ínclita presidenta se sentirán compensados de tantos pesares, injusticias y pobrezas como nos augura un nuevo gobierno del Partido Popular, con las cervezas que deglutirán en restaurantes y terrazas, mientras puedan pagarlas.

1 COMENTARIO

  1. ¿De aquél «vivan las caenas» al actual «vivan las cervezas»?
    Lamentable.
    80 años de intoxicación, incultura y adoctrinamiento católico, apostólico y español, muy español y mucho español tienen la culpa.

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