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Progresismo y sexualidad infantil

Rafael Víctor Rivelles Sevilla
Rafael Víctor Rivelles Sevilla
Nacido en Valencia el 4 de Junio de 1961. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad Autónoma de Madrid en 1986. Especialidad de Psiquiatría. Ejercicio actual en el Hospital Universitario La Paz.
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análisis

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A finales del pasado mes de Octubre de este agonizante año 2023, Ángel Gabilondo, defensor del pueblo, presentó el publicitado informe sobre abusos sexuales infantiles en el ámbito de la Iglesia Católica. Sin dudar del citado texto, siempre me queda el mal sabor de boca de su utilización interesada para atacar a la Iglesia Católica lo cual forma parte de la narrativa oficial políticamente correcta del constante cuestionamiento de dicha institución que, como cualquier otra, tiene sus luces y sus sombras. 

Tenemos que partir de la base que la mayoría de los abusos infantiles se producen en el ámbito familiar y no desdeñar tampoco el gran número que suceden en distintos centros públicos de menores como por ejemplo el caso en el que se vio implicado el marido de Mónica Oltra sobre quien recayó una condena recientemente confirmada por El Supremo y que se intentó encubrir con el mismo celo que el empleado en el seno de la Iglesia

La pedofilia tiene una larga historia. En la Grecia clásica se consideraba como formando parte de la relación entre un docente y un alumno. Desde luego que siempre ha existido una pedofilia criminal como demuestra el caso de Gilles de Rais, un noble francés del S.XV que fue juzgado y ejecutado por los abusos, violaciones y asesinatos de centenares de niños y que se dice inspiró a Charles Perrault para su historia de Barba Azul. Digamos que como parafilia (desviaciones sexuales del objeto erótico «normal») la pedofilia sólo fue reconocida en el s.XIX siendo interpretada de distintos modos desde la Psiquiatría y el Psicoanálisis. Se ha propuesto una diferenciación entre la pedofilia y la efebofilia (atracción sexual hacia adolescentes) por su diferente significado psicológico, aunque otros autores no hacen distinción alguna dado que en cualquier caso la atracción y posible seducción se ejercen a una edad menor a la del consentimiento sexual.

Lógicamente en aquellas instituciones que trabajan con niños y adolescentes tienden a concentrarse, siguiendo el principio de que uno siempre se especializa en sus defectos, un gran número de pedófilos, que pueden lograr sublimar sus inclinaciones o caer en la pederastia y por tanto en graves actos delictivos. Es decir lo que ha sucedido en la Iglesia Católica  como encargada de muchos centros educativos, pero igualmente en otras instituciones y centros públicos.

Sin embargo, durante la década de los 60 sobrevino lo que se conoció como «revolución sexual» que enfatizó el papel liberador del sexo y la demolición de un gran número de tabúes, trastocando completamente la interpretación y valoración de muchas actitudes y conductas fuertemente censuradas hasta entonces entre otras instituciones por la Iglesia. Y como toda revolución, trajo muchas luces y otras tantas sombras. Por un lado se sexualizó a los niños hasta límites jamás alcanzados, fenómeno además que no ha hecho sino aumentar y ahora no sólo se los manipula como objetos de consumo sino que en las últimas décadas se los ha abandonado inermes frente a la jungla de contenidos sexuales de la televisión e internet ofreciendo unos deplorables modelos a imitar. Poca culpa tiene la Iglesia Católica de este desbarajuste.

Mucho peor fue la actitud adoptada por las «cabezas pensantes» del progresismo occidental. En 1977 numerosos intelectuales franceses como Foucault, Sartre, Derrida o Althusser enviaron una petición al Parlamento francés pidiendo la despenalización de todas las relaciones consensuadas entre adultos y menores de tal modo que sólo serían punibles si se ejercía violencia. Periódicos como «Liberation» ó «Le Monde» defendieron y justificaron la petición. El colmo del desvarío se lo llevó el experimento del sexólogo Helmunt Kentler financiado durante los años 70 por el Estado federal alemán. Durante dicho experimento se entregaba a niños desfavorecidos a pederastas reconocidos ya que para Kentler las relaciones sexuales con menores podían ser muy positivas especialmente cuando existía amor mutuo. Y si nos acordamos de Jeffrey Epstein tenemos que reconocer la labor de las relaciones con menores en el espionaje occidental con implicación de presidentes, diplomáticos, casas reales y grandes empresarios. Cuestión de seguridad.

Ahora, todas estas acciones tan progresistas nos parecen aberrantes. En cambio tratan de que veamos como normal que menores de edad puedan determinar su género o que se ofrezcan disparatadas enseñanzas sexuales a niños como si no tuviesen poco con lo que ven a diario en sus mundos de pantallas Pero, eso si, la Iglesia Católica es un reservorio de pedófilos y pederastas. Al menos que yo sepa, nunca ha sido la pedofilia parte de las enseñanzas de la Iglesia Católica ni ha formado parte de su doctrina oficial, algo que no se puede decir de otras instancias gubernamentales y académicas. Y que conste que considerándome ateo, espero que si existe un Dios, me proteja de peores religiones.

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2 COMENTARIOS

  1. Toda la razón. Ni todos los curas son pedofilos ni todas las religiones son malas. Y por cierto Sr. Rivelles, para ser usted ateo, cita usted bastante de un libro sagrado……

  2. Toda la razón. Ni todos los curas son pedofilos ni todas las religiones son malas. Por cierto Sr. Rivelles siendo como se identifica ateo, cita mucho de un libro sagrado……

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