Si algún lector no ha visto el partido para las semifinales entre Rafa Nadal y Taylor Fritz que se busque la vida como pueda y, por favor, lo vea. Va a alucinar.
Como alucinó el mismísimo padre de Rafa Nadal que le recomendó a su hijo que se retirase pues evidentemente no estaba en condiciones de seguir jugando ya antes de que terminase el segundo set.
Y sin embargo Rafa Nadal….
Sin embargo…..
Sin fuerza. Jugando a un sesenta o setenta por ciento de sus posibilidades habituales. Tirando de experiencia e inteligencia y voluntad.
Rafa Nadal. Me faltan las palabras. Rezaba cada vez que le veía ganar un punto. Me dolía en el alma cada vez que perdía uno.
Y así cuatro horas.
Era imposible. Todo el mundo que vio el partido sabe que era imposible. Que no podía ganar. Que el cuerpo no le respondía.
Y sin embargo: esa cabeza prodigiosa. Sin embargo esa voluntad imposible de imaginar en otro ser humano.
Sin embargo, sí, ganó el partido y ya está en semifinales en Wimbledon dos mil veintidós. Los cinco sets completos y con super tie break final: a diez puntos. DIEZ A CUATRO. Un tie break para enmarcar.
Qué animal. Qué Dios. Qué ser humano tan excepcional.
Más allá, muchísimo más allá, del bien y del mal.
Hacer lo imposible. Eso solo se le puede pedir a alguien tan inverosímil como Nadal, el grandísimo Rafa, Rafael, Nadal.
Tigre genial.