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Señora Batracio, el regreso imposible de los cómics de grapa

Ryan Heshka plantea una especie de telenovela melodramática retrofuturista que ni Almodóvar en versión de la América suburbana de posguerra

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análisis

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“Señora Batracio” de Ryan Heshka es una rara avis en el panorama de cómic actual. 16 páginas, encuadernado en grapa y un aspecto entre pieza de diseño y reliquia de tienda de tebeos de segunda mano en el medio oeste americano. Cuando la novela gráfica y los tochos parecen acapararlo todo, se agradecen este tipo de experimentos.

La grapa ‘Frog Wife’ (Esposa rana) en el original, ahora científica y elegantemente rebautizada como ‘Señora Batracio’ (RAE, del lat. cient. Batrachium, y este del gr. βατράχειος batrácheios ‘propio de las ranas’, der. de βάτραχος bátrachos ‘rana’.), es una grapa de 16 páginas en donde se condensa gran parte de la iconografía de su autor, Ryan Heshka. Si en ‘El Club de las chicas malas: Amanecer rosa’ –grapa de 28 páginas– y de la novela gráfica ‘El Club de las chicas malas’, Heshka bebía del cine negro y presentaba a una banda de pin ups en constante rebeldía contra el patriarcado, la beatería mojigata y la injusticia a través de una violencia explícita espídica, aquí nos plantea una especie de telenovela melodramática retrofuturista que ni Almodóvar en versión de la América suburbana de posguerra.

Ryan Heshka puede ser considerado un artista y figura esencial del llamado movimiento artístico lowbrow art (arte vulgar o de poca cultura sería su traducción) o relacionado con el movimiento conocido como surrealismo pop. En toda su obra desarrolla un particular lenguaje visual en el que plasma su pasión por los cómics de los años 30, 40 y 50, por el estilo del ‘American way of life’ de la época, que él deconstruye adaptándolo a una nueva visión, sobre todo en lo relativo al empoderamiento de las mujeres y a la crítica a una sociedad híper idealizada. También se puede observar claramente en su obra el gusto por las revistas pulp, por las tipografías manuales de la época, por los libros, las ilustraciones, las películas de ciencia ficción, los clásicos y el cine negro de los años 30, 40 y 50, donde se mostraba una sociedad en decadencia (como sucede en ‘El club de las chicas malas’) o por las películas de serie B y Z, en resumen, por toda la imaginería de la llamada cultura popular.

Heshka cuida la ambientación de su obra, bebe de toda la iconografía de los años 50 y realiza un detallado estudio de los coches, la ropa, los peinados, el interiorismo de esos barrios residenciales americanos construidos en la periferia urbana con casas idénticas unas a otras, a donde las nuevas parejas como las de Lily y Dick se iban a vivir. En todas sus obras cuida los tipos de tipografía que él categoriza en recortes (búsqueda que realiza principalmente en viejas revistas) y creados a mano (investigando, rebuscando carteles antiguos y estilos regionales por todo el mundo). El uso de tres colores saturados, en tonos pastel pero radioactivos, fosforescentes, beben de diversas fuentes, desde las películas coloreadas de George Melies al kitsch del Technicolor de los cortometrajes y películas de dibujos animados de Walt Disney de los años 40 y 50 ode películas como «El mago de Oz» hasta los cómics antiguos de amor y romance dibujados en tonos pastel como los publicados en los años 40 por la editorial Archie Cómics.

Heshka puede ser considerado una figura esencial del movimiento lowbrowart (arte vulgar o de poca cultura) o relacionado con el movimiento conocido como surrealismo pop

Ryan Heshka nos presenta en ‘Señora Batracio’ una visión ucrónica del pasado que más bien se parece a un futuro distópico próximo, que no le gustaría ni a él ni a nosotros tampoco. Los temas en la obra de Ryan Heshka tratan sobre la tensión entre el mundo humano supuestamente civilizado, más bien idealizado en esa Arcadia feliz, esa especie de paraíso perdido que se supone fueron los años 50 y el ya comentado American way of life  del que nos ha llegado la imagen de un mundo cuasi perfecto, en donde no existían más problemas que consumir los bienes creados para «facilitar» la vida en general (vehículos, electrodomésticos, casas, televisión, música, cómics, güisqui, cigarrillos, etc). Pero también trata sobre la ruptura con el mundo natural que será destruido por ese supuesto avance tecnológico, por esa supuesta bondad del consumismo más salvaje. Por otra parte nos muestra también un mundo humano desquiciado, capaz de crear armas nucleares que lo destruirán o mostrar sociedades decadentes y violentas, sobre todo para las mujeres, como sucede en ‘El club de las chicas malas’. Ryan Heshka aborda algunos de los temores que desde los años 50 nos han preocupado, posibilidad de una guerra nuclear incluida, pero sobre todo trata en sus obras sobre el cambio de los roles de género en la sociedad moderna y que poco a poco, con esfuerzo, estamos viendo como suceden.

Sus surrealistas y fantásticos personajes contienen dosis de humor, de dramatismo –o melodramatismo– y de mala leche a partes iguales. Mujeres al estilo de la primera mitad del siglo pasado idealizadas a nivel estético, amas de casa impecables con sus faldas plisadas o de tubo para las pin ups, con su permanente de rizos esculpidos y ligeros, los peinados con ondas, el flequillo rulo o el turbante, el cigarrillo slim o con boquillas extra largas pegados a los labios perfilados de la «vampiresa mujer», que diría Jonathan Richman, como complementos perfectos. Muchas de ellas, como la «Señora Batracio», insatisfechas y resignadas, esperando a que su marido vuelva del trabajo o de otras actividades más lúdico festivas. Mujeres con aire de estrella hollywoodiense, monstruos mutantes, insectos extravagantes con aspecto de galán de cine clásico… son parte de la galería de personajes que pueblan esta obra de Ryan Heshka como si de un moderno Jheronimus Bosch se tratara.

La mujer es clave y poderosa en su obra, mujeres perdidas que tras un acontecimiento en sus vidas se empoderan, son mujeres que luchan por cambiar las cosas, mujeres que tras el desengaño se convierten en femmes fatales, antiheroínas o heroínas empoderadas, según como lo quiera ver cada uno (para algunos incels, inquisidores, machistas, maltratadores, etc posiblemente serían mujeres villanas, brujas u otros adjetivos peores).

El personaje de la vecina, Silvia, es por una parte una femme fatale clásica, es la rubia Barbara Stanwyck en «Perdición» de Billy Wilder o la sensual pelirroja Rita Hayworth de «Gilda» o la «Dama de Shanghái». Por otra parte es una especie de Eva demoníaca bíblica, en lugar de fumar un cigarrillo muerde una manzana mientras riega el jardín de su casa, siseando como la serpiente en la que se convertirá tras la explosión nuclear mientras pregunta a su vecina si es «capaz de s-s-satisfacer a su hombre» con el que más tarde le engañará. Es a la vez el emblema del mal (el demonio) y del pecado original (Eva).

La banda sonora mientras se lee esta grapa podría ser la melosa «The end of the world» de Skeeter Davis o «We´ll meet again», lo que nos llevaría a otro final nuclear apocalíptico, el de «¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú» de Stanley Kubrick, en la versión de Vera Lynn o en la de los Ink spots de los que también podría sonar su tema «I Don’t Want To Set The World On Fire»; posiblemente Heshka escucharía algún tema de Fats Waller como la maravillosa «Ain’t Misbehavin»‘.
La obra de Heshka recuerda también al David Lynch de «Terciopelo azul» –mientras escuchamos «Blue Velvet» de Bobby Vinton– vemos la típica ciudad americana tranquila, feliz en apariencia, con sus casas, con sus jardines, con sus vecinos amables y sonrientes, con sus vallas y sus flores, pero por debajo de la superficie subyace un mundo oscuro y desagradable hasta en el sonido que produce, por un lado es el de la propia naturaleza depredadora y carroñera, de hormigas, escarabajos y resto de insectos (algo parecido a la que sucede en «Señora Batracio»). Después Lynch en un estilo que recuerda al cine negro, como en el «Club de las chicas malas»,pasará a la superficie de la vida humana mostrando una sociedad corrupta y decadente, oculta a la mayoría.

Por un precio radioactivamente increíble (6 euros) se consiguen esta increíble obra de Ryan Heshka para deleite personal del espíritu y goce estético ilimitado o hasta que estalle una bomba nuclear, lo que antes suceda. La contraportada de la grapa es una fantástica muñeca recortable de la señora Batracio en paños menores con los complementos más ideales. En fin, un suma y sigue, es un no parar de detalles autsaiders. Gracias al autor y a Autsaider Cómics por publicar esta pequeña pero electrizante maravilla.

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