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Servicios secretos (III): el inmenso agujero negro del 11M

El exdirector del CNI, Alberto Saiz, dice sentir tristeza y pena al recordar cómo la institución fue manipulada por el Gobierno del PP en los atentados de Atocha

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análisis

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El diplomático Jorge Dezcallar asumió las riendas del CESID en el año 2001. Fue el primer civil que dirigió “La Casa” y quien en 2002 pilotó la transformación hacia el CNI (un nuevo intento de lavado de cara de los servicios secretos). Considerado un candidato de consenso entre el PP y el PSOE, se mantendría en el cargo hasta abril de 2004, cuando José Luis Rodríguez Zapatero lo destituyó por los graves errores cometidos en los atentados del 11M, la masacre yihadista que costó 193 muertos y alrededor de 2.000 heridos. Para entonces ya había quedado más que acreditado que “La Casa” se había convertido en el juguete politizado por el partido en el poder y que el destino que aguardaba a todo director del CNI, más tarde o más temprano, no podía ser otro que la dimisión o el cese fulminante.

Días después del 11M, tras la derrota de Aznar en las elecciones generales, Alberto Saiz fue nombrado director del centro por el nuevo ministro socialista de Defensa, José Bono, en sustitución de Dezcallar. Permanecería en su puesto hasta 2009. Tras el paso de Saiz por el CNI han empezado a conocerse nuevos datos sobre el mayor atentado terrorista de la historia de España. En el programa Salvados de La Sexta, el exdirector de los espías españoles llegó a afirmar que, aunque el CNI no disponía de suficiente información para determinar quién había llevado a cabo el 11M, desde el Gobierno de Aznar le pidieron un informe por “intereses políticos”. La importante revelación viene a confirmar que el Gobierno del Partido Popular trató de manipular la información en las primeras horas tras los atentados para hacer parecer que el ataque había sido obra de ETA, no del terrorismo yihadista como represalia por la participación de España en la guerra de Irak. “En el CNI estaba todo el mundo convencido de que no había sido ETA”, le dijo Saiz al periodista Gonzo.

Tres días después de las explosiones, los españoles estaban llamados a las urnas. Tanto Aznar como su ministro del Interior, Ángel Acebes, se mostraban seguros de que los atentados de Atocha podían decantar la balanza en uno u otro sentido. Si había sido ETA, ganaba el PP. Si la matanza llevaba la marca del fundamentalismo islámico, el PSOE de Zapatero, que había movilizado a la ciudadanía contra la invasión de Irak y el “no a la guerra”, tenía serias posibilidades de alzarse con la victoria electoral como así fue. De ahí el interés del Ejecutivo popular por orientar a la opinión pública hacia sus descabelladas tesis policiales.

Hoy, 18 años después de aquella tragedia que convulsionó el país, José María Aznar sigue manteniendo que, para ellos, ETA fue la principal sospechosa de la masacre, e incluso llega a invocar como prueba el polémico informe del CNI al que se refiere Saiz, que en aquellas horas todavía desconocía quién o quiénes estaban detrás de las bombas contra los trenes de Atocha. El exdirector del CNI dice sentir “tristeza y pena” al recordar cómo “La Casa” fue manipulada por el Gobierno del PP. “El presidente Aznar mantiene un posicionamiento ilógico, igual con esto que con las armas de destrucción masiva”, sentenció en el programa de La Sexta.

El 11M fue el mayor fiasco de nuestros servicios de inteligencia, un inmenso agujero negro en la seguridad nacional. Al igual que en los atentados del 11S de 2001 en Nueva York –en los que el FBI y la CIA fueron incapaces de detectar, localizar y detener a terroristas suicidas que incluso llegaron a realizar ejercicios y prácticas de vuelo en suelo norteamericano– los agentes españoles del CNI cometieron graves errores y negligencias que impidieron abortar los planes de los terroristas. Según la investigación interna, el CNI llegó a advertir a las autoridades, tres días antes del 11M, de que se estaba preparando un posible gran atentado yihadista. Sin embargo, la alerta no fue debidamente atendida por las autoridades gubernamentales. “Desde noviembre de 2003 el CNI tiene reuniones regulares con la Comisaría de Información de la Policía Nacional y en noviembre le marca que la línea de investigación más potente era el argelino Allekema Lamari, quien manifestó desde el principio sus ánimos de venganza contra España”, relata Saiz. Lamari, el jefe de la célula islamista, fue uno de los siete terroristas que se suicidaron en el piso de Leganés tras ser acorralados por los policías del Grupo Especial de Operaciones (GEO). “Estas llamadas de atención sobre la peligrosidad se reprodujeron hasta días antes del atentado”, insiste Saiz, que asegura que “la Policía no consideró nunca que esta información era valiosa y priorizó su propia información”. ¿Quién en el Ministerio del Interior dio la orden de descartar la pista buena marcada en rojo por el CNI? ¿Cómo pudo ocurrir que dos cuerpos de seguridad del Estado, uno de inteligencia y otro policial, no trabajaran en íntima colaboración cuando se sospechaba que un atentado de gran envergadura podía estar tramándose en Madrid? “No había un sistema de coordinación y todo quedaba en manos de las decisiones personales de los responsables del departamento”, aclara Saiz. El exdirector del CNI deja caer que en aquellos días hubo un momento en que los atentados terroristas pudieron evitarse. “Se pudo hacer algo más si se hubiera hecho algo más en los previos, en el control e incluso detención de Lamari”, añade. Obviamente, si el cabecilla del comando hubiese sido arrestado, quizá la masacre nunca se habría producido.

Pero más allá de los fallos que pudieran haberse cometido, lo más grave de cuanto ocurrió en los atentados de Madrid fue el descarado intento de control para fines partidistas que el Gobierno Aznar quiso hacer de los servicios secretos. “El CNI no podía saber quién había hecho el 11M”, insiste Saiz, que tiene la sospecha de que Aznar “orientó” a los altos mandos de “La Casa” para endosarle a ETA, con calzador, la autoría de la matanza.

El 2 de julio de 2009, Saiz presentó su dimisión tras las informaciones publicadas por el diario El Mundo en las que se aseguraba que el director del centro había utilizado recursos y fondos públicos de la agencia para uso personal y disfrute de viajes en el extranjero. Posteriormente, en la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso de los Diputados, se demostró que las acusaciones eran falsas, tal como acabó publicando el propio medio de comunicación. Finalmente, fue sustituido por el general Félix Sanz Roldán, que se mantendría en el cargo entre 2009 y 2019. Se inauguraba una nueva etapa en la historia de los servicios secretos, un período que tampoco quedaría a salvo de polémicas, sobresaltos y escándalos.

De la “policía patriótica” a Pegasus

Con la llegada de Mariano Rajoy al poder en 2011 aparecía un nuevo enemigo para la seguridad nacional: el independentismo catalán. En diciembre de 2012, el presidente de la Generalitat, Artur Mas (CiU), y Oriol Junqueras (ERC), firmaron un pacto de gobernabilidad comprometiéndose a la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Había nacido el procés, una hoja de ruta para avanzar hacia la independencia. Rajoy siempre se negó a sentarse a negociar nada con los secesionistas, así que fueron años de duro trabajo para los servicios de inteligencia, que se emplearon a fondo en la tarea de obtener información de primera mano sobre los pasos que iba dando la Generalitat, primero con Mas y más tarde con Carles Puigdemont. Para controlar y espiar a los “traidores a la patria”, como suele llamar el PP al entorno soberanista, se montó la “policía patriótica”, un grupo salvaje de agentes de la cúpula de la Policía Nacional que en la época del ministro del Interior Jorge Fernández Díaz tenían la misión de llevar a cabo seguimientos, vigilancias y grabaciones a los líderes del procés. Esta especie de comando de mercenarios al margen de la ley, cuyo organigrama y ramificación entre los diferentes cuerpos policiales sigue sin conocerse en su totalidad, recuerda mucho a aquellos primeros agentes del SECED que espiaban a la disidencia en los estertores del franquismo. Las cloacas del Estado empezaban a adquirir dimensiones nunca antes vistas en democracia.

Uno de los agentes que tomaron parte en aquellas tareas de contravigilancia al mundo separatista fue el comisario José Manuel Villarejo, hoy procesado por sus actividades mercantiles privadas. Aunque Villarejo siempre ha negado la existencia de la “policía patriótica”, sí cree que ha habido políticos que han sentido la tentación de montar una unidad clandestina y parapolicial al margen de la ley. El polémico comisario ha tenido sus más y sus menos con Sanz Roldán. Sobre el jefe del espionaje español ha llegado a decir que se comportaba como lo hacía Francisco Franco, llegando a calificarlo como «el Generalísimo«. “Lleva muchos años obsesionado por que toda la información pase por él y eso le lleva a tener tensiones con todos los ministros del Interior”, aduce Villarejo.

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3 COMENTARIOS

  1. Los dichos tres días antes el corrupto gobierno de Aznar fué informado a través de la embajada española en Oslo de la inminencia de un atentado yihadista en España, muy probable en Madrid. Los servicios secretos noruegos son cuatro amigos, pero por lo visto muy eficaces. Se corrobora la información por los servicios de inteligencia estadounidenses con tiempo escaso de reacción, y pienso en forma sincera que nada pudo hacerse para evitarse. Lo cual no quiere decir que no se pudiese, o que no se hiciese más para no obstruír tales investigaciones. Y sólo aquí recordar la tragedia con la que acabó la historia del comisario de Vallecas, que sí seguía un hilo correcto. Esta obstrución, junto a las órdenes que la ministra exigía de los diplomáticos españoles a lo largo del incivilizado mundo para que por bulo propagasen que la policía española seguía un hilo fiable hasta ETA, supone uno o dos delitos, cuando menos, flagrantes de alta traición, la que un aforamiento, una inmunidad o inviolabilidad alguna excluye de culpa, y se dice alta por cuestión del nivel de los cargos.
    La sentencia sobre el caso dicta fuera de toda norma que la sociedad española no está preparada para conocer todos los detalles en torno a la información que proporciona el sumario sobre la gravedad de hechos y evidencias en la investigación del asunto. Creo que con este añadido kafkiano queda dicho todo para lectores ágiles.
    Para las familias de las víctimas mi más profundo sentir empático y lamento ser cuervo en lugar de paloma con este cruel mensaje añadido.
    Me atrae este artículo por capítulos, señor Antequera. No me da el alma para venerar a nadie, pero eso, y eso por lo que usted hace.
    Gracias .

  2. Los atentados yihadistas cometidos el 11 marzo 2004, tres días antes de las Elecciones Generales, desataron en España un terremoto político cuyas consecuencias aún estamos digiriendo. Tal conmoción llevó a una parte del Gobierno a acusar a la banda criminal ETA. El presidente llamó a directores de periódicos y se precipitó con un telegrama a embajadas y organismos internacionales el mismo día 11, a las 17:30 hrs. Origen y causa de la manipulación mediática que vino después.
    Pedro J Ramírez, Casimiro García Abadillo y Federico Jiménez Losantos, con mentiras y medias verdades, acusaron a policías, jueces y fiscales de conspirar para encubrir a terroristas (por ejemplo, «Informe ácido bórico», 2006). Ignoraron y despreciaron las sentencias de Audiencia Nacional (2007) y Tribunal Supremo (2008). Con el apoyo político de Eduardo Zaplana (300 preguntas parlamentarias), Ángel Acebes, Esperanza Aguirre y otros, continuaron con sus “teorías de la conspiración del 11 M” varios años más.
    Aún, en junio de 2009, estos periodistas seguían insistiendo en la autoría de ETA con la promoción del libro «Titadyn» (nombre de dinamita utilizada por ETA). García Abadillo lo prologó con una extensa recopilación de las “teorías” difundidas únicamente por El Mundo y la Cope. Ningún otro medio hizo caso a sus alocadas y dañinas especulaciones.
    Con su mala praxis periodística dividieron a las victimas y causaron la crispación social y política cuyas secuelas aún están presentes.
    Nunca debió de darse esta situación. Los TEDAX, dos horas después de las explosiones y antes de neutralizar dos bombas que no explosionaron (Atocha y El Pozo), observaron que la sustancia explosiva era de color blanco. No de color rojo como la dinamita Titadyn utilizaba ETA. Datos comunicados inmediatamente a las autoridades policiales.
    Así consta en página 30 y en documento nº 5 del anexo del libro «Las Bombas del 11-M. Relato de los hechos en primera persona». (Amazon 2014) del que fuera jefe de los TEDAXX, comisario Juan Jesús Sánchez Manzano. Acceso gratuito biblioteca universitaria Dialnet.
    Se ha estrenado en Netflix una película-documental 11 M (2022)

  3. Gavilán es en Galicia conocido por Azor, pero comunmente se le llama buxato. En realidad es el halcón común, también conocido allí como ratonero o cazador de ratones. No de erratas.
    Su testimonio es verídico.

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