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Teoría en complejidad

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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El objeto de análisis central debe ser la complejidad. La complejidad como dinamismo, como exceso de posibilidades, como presencia de múltiples alternativas, como reino de diferencias, como espacio donde reina la relación frente a cualquier tipo de determinismo mecánico. Nuestro tiempo se enfrenta al reto de la complejidad y nuestra sociedad es una respuesta a ese reto.

Pero la complejidad es, muchas veces, insoportable y sólo es accesible desde su reducción. Aquí entra en juego el papel de toda teoría. Para ser  adecuada deberá reducir complejidad. Además una teoría debe ofrecer siempre un esquema de diferencias que permita realizar observaciones adecuadas, lo que sólo podrá lograrse si ofrece un conjunto de diferencias eficaces para poder observar con el debido rigor.

Toda teoría se encuentra siempre unida a la observación: ayuda a realizar observaciones eficaces y debe evaluarse por las observaciones que posibilita su aplicación. Por ello, una teoría debe siempre abandonar toda pretensión edificante. Y, en cuanto tal, una teoría no dicta programa de acción alguno.

Debemos buscar nuevos instrumentos conceptuales para elaborar una teoría de la sociedad y mirar en los espacios abiertos por un conjunto de nuevas perspectivas como son la teoría de la comunicación, la teoría de sistemas, las tecnologías de la información, la sociedad del conocimiento,  etc.

En la teoría de la diferencia que permita establecer distinciones caen conceptos centrales, casi sacralizados e inmutables de las ciencias sociales y del pensamiento occidental. Conceptos y tradiciones que han configurado el gran discurso humanista de la Ilustración europea: la razón, la finalidad, el sujeto, la acción, determinadas concepciones de la política, la economía y el derecho entre otros. Nunca podrán ser adecuados instrumentos de análisis para entender la sociedad que nos es contemporánea.

Los hombres no son nunca parte de la sociedad. Pertenecen al entorno de la sociedad. Pues entre hombres y sociedad no se da nunca una relación de parte y todo, de fundamento y fundamentado, sino una relación ecológica que supone derribar antiguas concepciones heredadas del pensamiento clásico.

Debemos buscar, más allá de los clásicos, nuevos caminos de análisis que exigen pensar en su propia independencia a los hombres y a la sociedad. Algo que puede llevar a entender que la sociedad (o los sistemas sociales como son el derecho, la economía, la política, etc.) se levanta con sus propias reglas y nunca muestra una ternura añorada por las situaciones humanas.

Para poder encontrar un camino de acción nueva. Y, quizás, de un humanismo centrado sobre nuevos fundamentos distintos siempre a los fundados en melancólicas nostalgias. Y urgidos por la exigencia de un pensamiento radicalmente nuevo.

Una tarea que debe ser asumida por un hombre que cree que la vida es un conjunto de azares y posibilidades. Debemos aclarar que la absoluta originalidad no existe nunca  y considerar que la teoría deberá ser dinámica, cuyo valor estriba más en los problemas que genera, que en las soluciones que aporta.

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