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Todos han perdido

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análisis

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En el concierto de agradecimientos y halagos y felicitaciones por las victorias obtenidas en la noche electoral del 23 de julio, parecía que todos los partidos habían ganado, menos VOX que se armó de valor para reconocer la derrota, que por supuesto para ellos estaba causada por los enemigos habituales.

Pero, realmente, ¿han ganado todos los demás? Los evidentes signos de desencanto se hacían visibles en los rostros de los dirigentes políticos y en sus exposiciones. La sonrisa de Yolanda Díaz no era tan abierta ni esplendorosa como suele prodigar, y su brevísimo discurso dejaba en evidencia su desencanto al haber quedado relegada a ser cola de león, a expensas de las órdenes de Sánchez. No era lo que deseaba, evidentemente, aunque en los últimos días de campaña se sospechaba: perder 700.000 votos y  4 escaños respecto a sus antecesores, la coalición Unidas Podemos, gracias a la cual ella llegó al Ministerio de Trabajo. Lo que le da menos poder para las negociaciones de un probable nuevo gobierno, sin que tenga alternativa alguna.

Sánchez, mejor disimulador, mostró su apariencia de triunfador afable, repitiendo los mismos eslóganes con que nos ha aburrido en las dos campañas anteriores, pero  no es apenas triunfo ganar dos escaños a pesar de alcanzar un millón más de votos que en 2019. Y ya debe estar tragando sapos para pactar con H. Bildu, Esquerra Republicana, el PNV, y tratando de convencer a esos testarudos y obsesos de Junts, que fingen no someterse a nadie. Porque sin ellos no hay gobierno socialista.

El más patético fue el triunfador: Feijóo, que mostraba una difícil alegría mientras se felicitaba por su victoria, ya había echado cuentas y a pesar de su evidente avance de tres millones de votos más que en 2019 y nada menos que 47 escaños, sigue dependiendo de VOX para alcanzar esa altísima cifra de 176 escaños en que está situada la mayoría absoluta. Y por ello, con tono suplicante, le pidió al PSOE que le dejara gobernar, llegando a explicar que todos los presidentes anteriores habían sido los que más votos tenían, poniendo de ejemplo que Felipe González le cedió la presidencia a Aznar, aun cuando hubiera podido aliarse con otros socios para alcanzar el gobierno. El final, patético, de Nuñez Feijóo fue decir, con tono humilde, que “lo iba a intentar”. 

De los demás partidos que pueden ser de apoyo al PSOE, únicamente Bildu ha subido en votos, con lo que superaba al PNV, que no ocultaba su malestar. En un análisis objetivo, todos los partidos menos Bildu han perdido. Y este, reducido al territorio vasco, solo puede presumir de un escaño más. Porque el triunfador de la noche, el PP, por más aplausos y elogios que recogiera de sus adeptos, ve con pesimismo las negociaciones que “va a intentar”, y en las que solo UPN parece que participará, con su humilde voto, porque ni el PNV quiere oír la posibilidad de tener de socio a VOX, con el que nadie desea sentarse.

Yolanda Díaz, que se postulaba para presidenta del gobierno, la primera mujer en España, no tiene con quién negociar, en ese diálogo continuo que predica, porque todos los que podrían seguirla ya están en el cesto de SUMAR que contiene ¡16 partidos! Esos 16 partidos que han alcanzado el domingo 3.014.000 votos. Lo que podría considerarse un éxito si no tuviéramos en cuenta que en 2019 Unidas Podemos obtuvo 2.382.000, y SUMABA los 330.000 de “Más País-Equo”, de “Podemos Esquerda Unida” 188.000. “Mes Compromís” 176.000, “Guayem el Canvi” 549.000, “Más País” 52.500. “Más País Equo- Xunta Aragonesista” 23.000, lo que da un total de  3.700.500. Con lo cual la nueva organización, tan publicitada, que suma más que ningún otro proyecto anterior, ha perdido 700.000 votos en esta convocatoria.

 Es un camino recorrido desde el año 2016,  en que Unidas Podemos obtuvo 5.087.000 de votos y 71 escaños en las primeras elecciones con 14 partidos, para en 2019, alcanzar solo 2.900.000, perdiendo casi 2.200.000 de votos, y quedarse con 40 escaños. El descenso continuó hasta los 35 que tenían el 23 de julio y que los ha dejado hoy en 31.

Y yo me pregunto, ¿no se preguntan nunca qué es lo que han hecho mal? ¿Creía realmente Yolanda que tratar con cariño a la patronal y abrazarse con más cariño a la Carla Antonelli le iba a atraer más votantes? ¿Que haber escogido a Elisabet Duval para la cartera de feminismo es lo adecuado? ¿Asegurar que “las dos realidades: la de la mujer y la de los LGTBI son idénticas, porque tenemos que caminar juntas y no caer en la guerra de posiciones de la extrema derecha”, le granjeaba la simpatía de las mujeres?

En una larguísima entrevista, Yolanda Díaz, en El País, pocos días antes de las votaciones, aseguró que “la fuerza de las mujeres va a decidir esta campaña electoral”. Y seguramente ha sido así, porque los 700.000 perdidos serán de mujeres que han huido espantadas de tener que ir al lavabo con Elisabet Duval y competir con Carla Antonelli en la política.   

Los ingratos votantes no han valorado los avances logrados por la reforma laboral para los derechos de los trabajadores, gracias a las gestiones cariñosas de Yolanda Díaz, ni tampoco las promesas de regalos que hizo en la campaña. Será quizá porque no confían tanto en las promesas de la ministra, ni han percibido avances en su vida profesional y dudan de alcanzar la “herencia universal” de 20.000 euros para los jóvenes, así como muy pocos han recibido el salario mínimo vital, tan publicitado. Otros votantes estarán mohínos porque no se haya reformado un ápice la ley “mordaza”, y otros cuantos no olvidamos los 47 muertos en la valla de Melilla, sin que ni el Ministro del Interior ni la Guardia Civil hayan dado explicaciones. Y con eso, y con el precio de la luz y la inflación, el 38% de los votantes se ha abstenido, y los que no se han dejado deslumbrar por las sonrisas de Díaz, han votado al PSOE, que “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.”

En este breve panorama que he expuesto podríamos pensar que nuevamente el ganador es Sánchez, ya bregado en los afanes de formar coaliciones y de conseguir el apoyo de los partidos periféricos, pero en este caso, las perdedoras somos las mujeres.

Con los trans Elisabet Duval y Carla Antonelli en puestos de gobierno, y de Consejera, una prostituidora profesional, poca esperanza podemos tener de alcanzar los objetivos de la ya mil veces repetida agenda feminista, que, por otro lado, ni el PSOE ni SUMAR defendieron en la campaña. Olvídense, compañeras, de aprobar la abolición de la prostitución, de prohibir la pornografía y los vientres de alquiler, ni derogar la ley trans.

Y lo demás, más de lo mismo.

Que las fuerzas feministas se armen y se organicen porque en muy poco tiempo constatarán que sus esfuerzos por mantener el voto socialista las ha llevado, después de una carrera que las dejó exhaustas, al mismo punto de partida de donde salieron. Y que tengan cuidado de cómo se comportan, no sean respondonas, porque las despedirán.

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1 COMENTARIO

  1. Repito otra vez, que, en efecto, el movimiento feminista y el movimiento LGTBI+ deben reconocerse como movimientos separados, y a veces antagónicos. No entiendo la obstinación en convertirlos en uno solo. Soy consciente de la pérdida de votos progresistas en el 28M, debido al voto nulo de feministas por el hecho de intentar convertir dos movimientos en uno. También soy consciente del voto del terror por parte de las mismas en el 23J, ante la amenaza de que la ultraderecha entrase en el gobierno de la nación. Bien, esos votos con pinzas en la nariz por parte del feminismo han sido necesarios. Yo se lo agradezco. Pero, a partir de ahora, hay que abrir un debate civilizado, sin insultos, profundo, para separar el movimiento feminista del movimiento LGTBI+. Y que los líderes políticos sean capaces de gestionar esa diferencia y sacarle partido en la lucha por el progreso. Ya.

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