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Tren ruta de la Plata en calzada romana

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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Medios de comunicación han actualizado recientemente la información de un tren gestionado por RENFE en 1941. Fue una línea ferroviaria de mercancías y pasajeros. Empezaba en Gijón y llegaba hasta Sevilla, recorriendo ciudades como Mérida, Cáceres, Salamanca, Zamora Astorga, León y Oviedo.

La ruta procede de la vía de la Plata, una calzada de época romana con un itinerario parecido. Decayó en 1985 y se cerró en 1996. Ganaron en competencia otras rutas, además de las carreteras. En la actualidad ha quedado desmantelado, sus raíles están arrancados y expoliados, quedando ya apenas restos, cuya contemplación hace que se caiga el alma a los pies de tristeza y pena. Todo se encuentra absolutamente abandonado.

Una proposición no de Ley fue presentada en el Parlamento por el grupo Podemos con otros dos más. Fue defendida por Ana Marcello, y, curiosamente, ganó solo por un voto en la respectiva comisión. Votaron en contra (cómo no) PP y Ciudadanos. Este corredor, que debe estar siendo estudiado técnicamente para ver si es viable, presenta aspectos importantes, como son los económicos, estratégicos, medioambientales e históricos.

Cuando algo se pierde es una parte de nuestro patrimonio el que desaparece. El servicio tampoco era corto: 965 kilómetros de recorrido. Aquí somos dados a dar un puntapié a lo que tenemos, cuando sale algo mejor, como es el caso del AVE, tren de alta velocidad. Anteriormente el TALGO, que era una empresa española, funcionaba muy bien, pero ante el siguiente no se nos ocurrió pensar si habíamos sacado todas las posibilidades a esta tecnología. Quizás podría haber dado un servicio parecido, no sé, uniendo toda la complejidad de sus elementos.

Habría que estudiar todas las capacidades de una de nuestras empresas, pero no vale la pena, es mejor cambiar. Habitualmente hacemos algo similar con las lavadoras y frigoríficos, y, además, acostumbramos a justificarlo, diciendo que para qué arreglarlos, si nos van a salir más caros que uno nuevo. No digamos los teléfonos móviles. Es verdad que continúan bajando su precio y por ello nos parece que salen más baratos que el anterior, que ahora desechamos. Con las zapatillas deportivas decimos que no merece la pena arreglarlas, porque las de ahora son mejores, más cómodas y casi más baratas.

Esto en cuanto a lo más crematístico, y no pensamos nunca en otros valores. Por ejemplo, en el factor medioambiental, que puede ser el más valioso. No echamos cuentas sobre esto.

¿Qué decir del valor histórico en este caso? Se trata de una calzada romana, nada menos, que hemos utilizado en situaciones en que teníamos la economía mucho más baja. Sin embargo, nos ha servido.

Nos gastamos mucho en carreteras, que no proporcionan más seguridad, ni comodidad, ni rapidez que el tren. No pensamos la cantidad de accidentes que se producen en ellas. Y, desde luego, en el precio del combustible, que se cosume en ellas. Si van pocos en el viaje que se hace en automóvil, se gasta mucho más que en tren en todos los sentidos. Las carreteras son muy necesarias y esto permite hacer una publicidad con el coche demasiado exagerada.

En lugar de animar los viajes privados, ¿por qué no estimulamos los colectivos en tren? La velocidad es importante, pero un nivel menor de rapidez a veces lo es tanto y con más comodidad y tranquilidad. Conservar las antigüedades es sabiduría. Y unirlas a la modernidad es lo más sensato que se nos puede ocurrir. Me parece muy buena iniciativa aprovechar una calzada romana –saber técnico del Imperio Romano– con la modernidad del saber tecnológico español. La gran cama para este tren de la Plata es la calzada. Un extraordinario conjunto hispano-romano. Qué fórmula tan sencilla de conservarlo.

Contemplar los restos del desastre producido es volver mucho tiempo atrás, hasta niveles antepasados cavernícolas, sin aprovechar un mínimo de inteligencia. Así se resolvería pronto tal calamidad. Roma y España unidas sin que nos cueste nada, solo manteniendo lo que ya hay. Qué descuidados somos.

Los próceres escritores españoles Unamuno y Ortega se peleaban intelectualmente por dos interpretaciones complementarias: España y Europa. El vasco se decantaba por España, mientras que el madrileño lo hacía por Europa. Ya estamos integrados en esta última y no ha pasado nada. Es más, nos ha favorecido tal unión. No se ha roto nada, como ahora tampoco ocurrirá. Nos falta inteligencia propia y nos sobra terquedad. Habrá que planteárselo más pronto que tarde por nuestro bien.

Vaya hoy mi humilde homenaje a este tren, que cumplió con la función que establecieron para él los que en aquel momento se ocupaban de las vías ferroviarias, que se llevó la modernidad sin dejar que nos diera el último adiós. Me gustaría haberlo conocido con la seguridad de que me habría resultado útil en su traslado.

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