El Código Penal castiga por el delito de rebelión a quienes se levanten “violenta y públicamente” para, entre otros objetivos, “derogar, suspender o modificar total o parcialmente la Constitución” o “declarar la independencia de una parte del territorio nacional”. Este delito fue el que se aplicó a los guardias civiles y militares que el 23 de febrero de 1981 irrumpieron en el Congreso de los Diputados a tiro limpio de ametralladora y al grito de “todo el mundo al suelo”. A nadie le quedó la menor duda que aquel fatídico episodio fue un levantamiento violento a la manera de los clásicos pronunciamientos militares que han jalonado nuestra historia más sangrienta.

Sin embargo, los magistrados de la Sala del Tribunal Supremo que conocen del juicio al ‘procés’ no lo van a tener fácil a la hora de concluir que esa violencia clara y diáfana existió también en los días del polémico referéndum del 1-O. En su declaración como acusado ante el tribunal, Jordi Sánchez, presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), ha negado que su asociación promoviera ninguna de estas conductas ni incitara a cometerlas entre los miles de catalanes que por ejemplo se manifestaron el 20 de septiembre de 2017 ante la sede de la Conselleria de Hacienda, donde la Guardia Civil y una comisión judicial llevaban a cabo diversos registros con el objetivo de frenar la consulta soberanista.

Para demostrar que aquellas manifestaciones ciudadanas fueron en todo momento pacíficas, las defensas han solicitado al tribunal la exhibición de un vídeo grabado por un cámara de televisión en el que se observa a miles de personas protestando airadamente ante el organismo oficial. Las imágenes han generado un intenso debate entre el presidente de la Sala, Manuel Marchena, que no terminaba de ver la necesidad de reproducir la grabación, y las defensas, que se han mantenido firmes a la hora de reclamar esa prueba decisiva. Finalmente, Marchena ha aceptado el DVD asumiendo que si el tribunal tiene que pasar horas revisando vídeos así se hará solo “para que no quede vulnerado el derecho a la defensa”.

En la grabación, que dura apenas unos minutos, se ve a gente entonando cánticos, manifestándose y profiriendo consignas de protesta y en favor de la independencia. Algunos cantan una popular canción de La Trinca que habitualmente suele cerrar las fiestas patronales y verbenas en muchos pueblos de Cataluña. Una especie de “ahí os quedáis” con retranca y sarcasmo. También se ve cómo los participantes abren un pasillo para que la comisión judicial pueda salir de la Conselleria. En ningún momento hay armas. Tampoco hay enfrentamientos, ni violencia, ni heridos. Mientras se exhibía el vídeo, Jordi Sánchez negó que los manifestantes secuestraran o retuvieran a los funcionarios de Justicia que registraban el organismo oficial y recordó que “se nos pidió que hiciéramos un pasillo para garantizar la salida de la comitiva judicial. Y esa era nuestra disposición y nuestra voluntad”.

Al cabo de unos pocos minutos, la Guardia Civil comunicó a Sánchez que aún no habían terminado las tareas de la comitiva judicial y que los registros se alargarían por la noche, quedando “el pasillo en stand by”, según dijo el presidente de ANC. “Yo veo imágenes de absoluta normalidad, de ambiente festivo. De la sede entraba y salía toda aquella persona que quería la Guardia Civil. Las personas que querían entrar entraban, y las que no querían entrar no entraban. No se hizo ni más ni menos que lo que suele hacerse en cualquier manifestación de este tipo”.

Además, sobre los vehículos de la Guardia Civil que fueron “devastados” por los manifestantes, según expresión de las acusaciones, Sánchez recordó que, cuando así se pidió, los manifestantes bajaron o salieron de los coches oficiales, en los que por cierto había armas largas reglamentarias. Sin embargo, a nadie se le ocurrió empuñar un fusil de la Benemérita y ponerse a pegar tiros para derrocar al Gobierno español, como hizo Tejero durante el golpe de Estado del 23F. “¿No se percató de la gravedad de los daños a los vehículos?”, le pregunta el fiscal a Sánchez. “Sinceramente no”, responde el ex presidente de la asociación soberanista y diputado.

Las imágenes del vídeo también muestran cómo Sánchez y Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural y también acusado en el juicio del ‘procés’, hablan en el hall de la Conselleria de Economía y dialogan con varios guardias civiles, entre ellos un teniente. “Mantuvimos una cordialidad entre los responsables de las fuerzas de seguridad del Estado y los que habíamos convocado la manifestación. Intercambiamos hasta los teléfonos para que hubiera fluidez en la coordinación”, alega Sánchez. Tampoco parece esa la actitud de un rebelde peligroso que está dispuesto a llegar hasta el final para lograr el éxito del alzamiento insurrecto. De ahí que al presidente de la ANC le “sorprendiera” la calificación de los hechos del fiscal y de algunos informes de la Guardia Civil que lo han llevado a la cárcel.

“La concentración generó unas expectativas que no imaginamos, hubo momentos de nerviosismo y no pudimos imaginar que tuviéramos que proteger unos vehículos en los que había armas largas. Como tampoco imaginamos que de aquella cordial conversación con los mandos de la Guardia Civil se generara un informe que me ha llevado a la prisión”, afirma Sánchez. “Me sorprendieron las declaraciones del teniente de la Guardia Civil por diferir con lo que yo viví ese miércoles. Hubo buena relación”, concluye.

Si la declaración de Sánchez ha sido relevante es precisamente porque se ha entrado de lleno en la piedra angular de la acusación de la Fiscalía y de todo el juicio en el Supremo: si hubo o no violencia; si las manifestaciones y el referéndum del 1-O pueden ser conductas tipificadas jurídicamente como “rebelión”. La clave de todo este macroproceso pasa por aclarar si resulta “ajustado o proporcionado” que las acciones concretas de unos pocos individuos sirvan para “criminalizar y penalizar” a un movimiento social en su conjunto, hasta calificarlo de revolucionario y rebelde. “Fue una movilización de 40, 50, 60.000 personas que estaban presentes de una manera cívica y responsable”, alega Sánchez.

“La comitiva judicial estaba desarrollando con absoluta normalidad su tarea. Lo dicen los tenientes responsables de esa comitiva. No hubo ni una incidencia, ni un retraso. La comitiva hizo su labor”, sostiene Sánchez. Y agregó: “La letrada del Estado declinó la salida porque tenía la percepción de que no era seguro. No hay ni un intento por parte de los agentes de salir y tener que volver a entrar en el edificio porque hubiera alguien que se lo impidiera. La puerta estuvo custodiada en el exterior por agentes de la Guardia Civil. Yo no obstaculizo la comitiva judicial. Niego la mayor. No hay obstaculización”, ha aseverado. Con todo, Sánchez rechaza que pudiera ser “en ningún caso” responsable de la seguridad en aquella manifestación.

El otro momento crítico del ‘procés’ fue la celebración del referéndum del 1-O. El TSJ de Cataluña había ordenado impedir que se abrieran los centros educativos como colegios electorales. El movimiento Escoles Obertes estaba formado por asociaciones de padres y madres de alumnos: la comunidad educativa en general. “Se promovían actividades lúdicas, festivas. Cada centro educativo, que en Cataluña tienen cierta autonomía, puede autorregularse en actividades abiertas al barrio, espacios culturales no solo para las familias sino para todas las personas en sentido amplio. No había razón para impedir esa actividad”, argumenta Sánchez. “¿Era posible que se cerraran los centros para que no se quedaran a dormir?”, inquiere la acusación. “En algunos casos, no en otros. Había gente haciendo cola a las siete de la mañana para ir a votar. Las actividades de Escoles Obertes no estaban prohibidas por ninguna decisión judicial”, puntualiza el acusado.

Desde ese punto de vista, el gigantesco dispositivo policial desplegado por Mariano Rajoy aquel día fue un inmenso error que solo contribuyó a agravar aún más la situación. ¿Perseguir a gente que tomaba parte en concursos de bailes, en partidas de ajedrez y en talleres de manualidades? No tenía sentido, como tampoco lo tuvo la dura represión de los antidisturbios cuando se abrieron los colegios a primera hora de la mañana. Aquello no solucionó nada y quedó la imagen de unas cargas policiales que en muchos países del mundo no terminaron de entenderse. Como también extrañó aquella pintoresca rebelión sin armas, sin violencia y con canciones de La Trinca.

1 COMENTARIO

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre