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Pensamiento único

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
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análisis

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Llevo tiempo encontrando pruebas de este fenómeno en la sociedad donde habito. En contra del progreso social los brotes de radicalismo van en aumento. Y no solo en el terreno político, donde crece, sino en otros estratos de la sociedad como pueden ser la cultura, la supuesta solidaridad, y el mundo de la información. En este caso ya no solo hablaríamos de Posverdad o Fake News sino de actos deliberados de adoctrinamiento. Pero antes de seguir vamos a ver la definición del pensamiento único.

Decía Schopenhauer en 1819, el inventor del término, que este era un pensamiento que se sostenía a si mismo de forma independiente sin necesidad de otros referentes; se autosustentaba en su propia voluntad. Marcuse añadió que era un pensamiento compuesto de hipótesis, tan solo, que se autovalidaban a través de la repetición incesante de las mismas. Ramonet reintrodujo el termino en el ideario de izquierdas contra el fenómeno neoliberal y el de la globalización.

Tras esto ya tenemos claro los elementos: falta de contrastación y asociación del pensamiento a lo subjetivo. No voy a hablar del terreno político, donde esto es obvio, sino de la sociedad en general. Observo que cada vez se hace menos necesario el acto de autoexigencia en los pensamientos propios pero que en contra afloran los actos emocionales disfrazados con falacias.

Tales actos asociados a alguna esfera de poder, la que sea, pueden producir autocracias y estas a su vez sectarismo o fundamentalismo. Y esto es lo que veo en los grupos de amigos, en los círculos culturales, en los partidos y hasta en la solidaridad: personas que creen poseer la verdad absoluta y seguidores que necesitan a alguien que los someta. En el fondo veo decrecimiento social, pecrariedad cultural. El relativismo y el criticismo se recluye en la soledad de los que somos raros, agnósticos y escépticos.

En contra una nueva moralina resurge, como en Francia, compuesta por la falacia de los que creen tener la razón por cuestiones de fe en sí mismos, que no en el ser humano. El escenario es peligroso de cara a las nuevas generaciones donde tales brotes pueden generar la repetición de los errores de la historia. Además esto creará un futuro lleno de personas iguales: con el mismo perfil ideológico, estético y académico. No habrá diversidad cultural: ese hecho rico que hace sublime a un pueblo y que lo conduce a la evolución.

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