martes, 30abril, 2024
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Vuelve Conget

Juegos de niñas

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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José María Conget llega como las estaciones, regularmente, con alguna desavenencia con los tiempos pero puntual… Aparece en la editorial Pre-Textos, para envidia de los que no alcanzamos a salir ahí primorosamente editados, un volumen de cuentos o novelas cortas (habrán de pelear los técnicos) titulado Juegos de niñas.

Vengo sosteniendo con cada libro (y en este caso me encanta repetirme), adepto a la secta de los Congetianos, que la prosa de este zaragozano de Sevilla es ejemplar desde todos los puntos de vista. Para mí es el único que se permite mollybloomear en español y lo consigue exitosamente, yo lo llamé en un artículo (hace muchos ya, desafortunadamente) el “fárrago-conget” en el buen sentido, porque el tío coge el hilo y no lo suelta ni pierde la tensión jamás.

No fue Joyce el inventor, ni Conget el único en usarlo hoy: pero lo adoba con la inclusión de los diálogos, de los exordios descriptivos, de los cambios de personaje y perspectivas, de sus elipsis epatantes (puede colocar un punto y aparte en “[] no quería pensar acerca de.” o “[…] su amor acabó como.” sin desbaratar la idea para la lectura)… Conget sin soltar el párrafo ni dejar de lado el flujo narrativo te amarra al texto de tal forma que, cuando hay una pausa, uno ha vivido dentro de él hasta la emoción.

Es un poco como el músico Steve Reich en su Six pianos, quizá consigamos mosquearle con esta analogía.

Conget es moderno, en el sentido de haber filtrado toda la Historia de la Literatura previa, es un lector voraz y critiquísimo de todo. Pero no desdeña técnica alguna usada por los clásicos, porque todo genio es modesto por necesidad, si no: sólo es un tonto. Cuando uno entra en el circo de Conget, va a ver los espectáculos con leones, payasos y trapecistas, pero además se le ofertará esa pirueta última, novedosa y de imposible apariencia que nos deja la boca abierta y la sensación de algo novelero.

Se le nota cuidadoso, puntillista, exquisito en el detalle y sin dejar de revisar la maquinaria, pero también se le nota caudaloso, como manantial que no cesa… ya me imagino otra estación próxima, otro libro, porque si éstos son cuentos y novelas cortas… seguro que se trae una novela al uso entre manos.

Hay un punto amargo en estos textos, una desesperanza razonada, el abismo de la edad es definitivamente profundo y Conget pretender ser un poco cerril (yo creo que disfruta)… pero le traiciona su humanismo, la fragilidad con que trata a los fracasados, a los atrapados en los absurdos de la vida, le revela como un buen hombre hasta el extremo de una cierta inocencia, un tipo de una bondad natural que la peor de las amarguras que nos provoca este asqueroso ser humano que componemos: no lo derrota.

Si abren el libro, les recomiendo que disfruten con «Un día de verano», obra maestra como novela corta, o «La piscina de los zombis», cuento magistral repleto de picardía y candidez. E, iteramos, con una prosa susceptible de estudio y disfrute. Un clásico vivito y coleando.

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