Ya me cayó bien el día que le conocí: llevaba sombrero y había en él un aura inconfundible: la de quienes nunca se rinden suceda lo que suceda porque creen incondicionamente en sí mismos.
Luego le busqué en Spotify. Me gustó. Vi que el primer album, Recuerdo Pirata, lo había grabado en 2013, y el segundo, Ulises, seis años después. Se tomaba su tiempo. Eso está bien, en el arte es importante no forzar los ritmos, respetar los internos.
Me faltaba verlo en concierto. Y tuve la suerte de que fuera en el Jazzville. Es una maravilla el Jazzville. Maniobré para conseguir una mesa en primera fila; no fue fácil: el local más neoyorquino de Mad Madrid estaba hasta la bandera. Gente de todas las edades. Pedí un burbon y la guitarra de Bueso comenzó a desgranar los compases de PINTA, uno de sus temas más populares. El público aún estaba frío, pero ya había unos pocos que coreaban Mi barco ya no tiene más banderas, tus caderas nada más.
Y luego fue in crescendo. Un crescendo de los buenos, de esos que parece que ya han llegado al tope, y a continuación el artista lo supera; una y otra vez. Era un concierto y era una fiesta. La estrella era él pero todos los que estábamos en la sala brillábamos, porque nos dejaba hacer coros, dar palmas, y hasta servirle de inspiración. Impresionante.
Disfruté muchísimo de la velada. Y al final Bueso tuvo la sorprendente generosidad y deferencia de pasarme la hoja en la que, a modo de chuleta, había escrito los títulos de las canciones por el orden que había decidido tocarlas: Pinta, Agua en la Luna, El viaje, Saturno, La historia de…, Falla o acierta, Patito de Goma, Ulises, Le falta, Ave Fénix, Por la calle del olvido, Raro, Lo prometido, Bucanero, Sin triste ron, Puede ser, Al portador, Tiempo, Gran Vía.
Espero volver a verlo pronto, al gran Carlos Bueso, en concierto.
(Mecanografía: MDFM)
