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“A de Caín”, la convulsa historia de una saga familiar del siglo XX

Antonio Illán Illán
Antonio Illán Illán
Escritor. Licenciado en Filosofía y Letras. Catedrático (jubilado) de Enseñanza Secundaria de Lengua Castellana y Literatura. Ha desempeñado diversos puestos en la Administración. Tiene publicaciones de poesía, narrativa y ensayo. Colaborador cultural en medios de comunicación (prensa, radio y televisión), con más de 2.000 artículos publicados. Crítico de teatro en el diario ABC Castilla-La Mancha.
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análisis

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“A de Caín”, de Rafael Ramírez Camacho, publicada en Universo de Letras, es la novela de la intrahistoria de un siglo de España contada a través de una saga familiar. Importa el marco histórico donde los grandes hechos suceden, pero importan más los pequeños sucesos, las anécdotas, a veces, que retratan el vivir y el sinvivir de las personas, sus actitudes, sus valores y sus maldades.

En un mundo que, evidentemente, no está bien hecho, los personajes hablan y actúan, entretejiendo relatos que pueden ser ficticios, aunque sean verosímiles, o reales, pues el autor es mero amanuense que escribe los hechos como sucedieron, como los vio o como se los contaron. Esta cercanía emocional de la realidad en la que la historia se desarrolla propicia, a su vez, una identificación del lector con lo que lee, pues no parece algo ajeno, sino aquello que le ha podido ocurrir al vecino de al lado.

En las familias de la España profunda, sobre todo tras los avatares de la Guerra Civil, se produjo un silencio sepulcral. En esta novela, “A de Caín, se recupera la memoria intrahistórica a través de los ojos de una familia singular y el autor se arriesga para dar a conocer lo que unos y otros pretendieron ocultar, en especial las tragedias vitales de la gente, que admiten, entre el blanco y el negro, una variedad de grises.

“A de Caín” narra una sucesión de historias inesperadas que reflejan el convulso siglo XX español. No estamos ante una novela más de guerra y de bandos, pues los límites cronológicos en los que se desarrolla la trama se fijan entre el desastre de Annual y la caída de las Torres Gemelas. En esta saga de una familia manchega, que emigra al Madrid de la Segunda República, se suceden los antecedentes juveniles del padre, Conrado, que tiene dos hijos, Caín y Abel, de diferentes madres. Pese a los nombres simbólicos, ni hay sectarismos, ni hay buenos ni malos, a priori; como en la vida real, cada uno sigue un camino y responde al lugar donde lo pone su tiempo y sus circunstancias, actuando en consecuencia. El destino sitúa la vida de unos y otros en su sitio, aunque entendamos que nada existe por azar. En este sentido y contemplando el devenir de los personajes, sí se puede hablar de la confluencia de un cierto determinismo anclado en los imperativos naturales del nacimiento, la familia o la propia configuración sensitiva, y una indeterminación en ese espacio de libertad en que se forjan las cualidades distintivas, épicas, de la existencia individual. Evidentemente la literatura siempre va un paso más allá de la pura acción de contar, pues es un verdadero juego de contraluces y reflejos que, además de entretener, nos hace pensar.

Rafael Ramírez, con su estilo austero y directo, con pocos adornos estilísticos, y su prosa dura, incluso en esos pasajes en los que levemente se aprecian matices de humor y sorna, reúne en sus personajes el amor y el odio, el rencor, la envidia, la traición, la piedad o la venganza; y todo ello resuelto en los hechos que configuran la trama. No tiene piedad, ni ofrece salvaciones gratuitas, ni siempre triunfa el lado luminoso del hombre. Acaso, echando un vistazo a la historia de España y a lo que pasa en la calle o dentro de las casas en el crispado y contradictorio siglo XX, no encuentre demasiados argumentos para tener una visión muy optimista sobre el ser humano. Lo que es seguro es la pretensión de imparcial y la renuncia de cualquier tipo de doctrina moralista. Estamos ante un escritor, escueto de adjetivos, y fríamente realista, que muestra su visión escéptica sin insinuar en los conflictos quien es el culpable.

“A de Caín” nos lleva a ratos a una lectura más compulsiva y, cuando nos encontremos con el sorprendente final, no quedaremos indiferentes. Será entonces cuando comprenderemos que el marco de la realidad se ha trascendido y empezaremos a pensar en un meta-argumento susceptible de varias interpretaciones que intranquilizarán al lector más comprometido. Lo que es seguro es que esta obra es de esas que dejan en las personas un poso que no ha de permitir el olvido.

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