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El eucalipto y la duda

Pura Fernández Vizcaíno
Pura Fernández Vizcaíno
Escritora. Ha publicado CAY, con HM ediciones, y en la actualidad prepara un nuevo libro.
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análisis

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Alquilé este piso porque el eucalipto, sabe usted, me recordaba donde yo vivía antes. Era el único árbol que teníamos en el patio. A mi mujer no le gustaba, decía que es solitario, que donde crece uno ya no se da nada más y que le daba dolor de cabeza. Pero yo creo que crece fuerte en su soledad, hasta los ochenta metros y ahuyenta a los pájaros que ensucian mucho y evita las malas hierbas. Y les he llamado, señor guarda forestal, porque es para mí de vital importancia saber si en la copa de este árbol hay un koala.

Como le decía, soy nuevo en esta parte del pueblo. Mi mujer me echó del cortijo, del de “el eucalipto” ¿sabe usted? Yo no veía mal que tuviera clases de costura los viernes a las diez de la noche, aunque me dejara solo, pero claro, le pedí que me arreglara unos pantalones y me dijo que me los cosiera mi señora madre. Me pareció raro, lo mismo que su costurero se quedara conmigo en casa todos los viernes por la noche, polvoriento y lleno de baratijas, que se van dejando ahí porque no hay donde meterlas pero tampoco son para tirarlas. Y entonces, pues  preguntas ¿Pero tú coses o no coses? ¿Me entiende usted? Y me dijo que no me toleraba la desconfianza, que echar un rato con las amigas era de lo más normal y  me puso la maleta en la puerta.

Pero  volviendo a lo nuestro,  ya estaba medio instalado, intentando hacerme con los vecinos cuando empezaron los ruidos. Al principio parecen pies que se arrastran y terminan como un cuchicheo de viejas cosiendo al anochecer. También suena un golpeteo que a veces hasta el canalón  de la ventana hace vibrar.

En seguida pensé que eran los de arriba pero, los de arriba dicen que ellos no son y todos, mire usted, todos dicen haber visto un koala saltando del eucalipto a ese canalón.

Yo me he quedado vigilando. Por las noches, mientras me remiendo los calcetines y echo en falta a mi mujer. Oigo vibrar el desagüe que tecletea como una máquina de coser oxidada pero nunca he visto ni siquiera posarse un gorrión porque, como usted sabe, los pájaros huyen del eucalipto. Sin embargo, sus hojas son lo único que comen los koalas.

Luego se les sumó el vecino de enfrente.  Un día me pidió que le bajara la basura porque él está mal de la espalda. Aunque luego lo he visto salir varios sábados en bicicleta con los de arriba y yo me pregunto ¿Le duele la espalda o es que se ha dicho «vamos a colocarle la basura al nuevo que tiene cara de desgraciado»? No sé, qué quiere que le diga, a mi no me parece normal, como tampoco me parecía lo de ir a coser los viernes por la noche pero yo ¿qué quiere que haga? Habría sido un detalle que me invitaran algún sábado a salir en bicicleta como lo es que yo le baje la basura.

Dirá usted con toda la razón que todo esto no es de su incumbencia, que usted está aquí por el koala. El caso es que el de enfrente,  anoche me dijo que qué mala cara tenía, que una de dos o es mal de amores o hay un koala en la copa del eucalipto que no me deja dormir y se fue muerto de risa.

De verdad, caballero, y ya termino, le pregunto si puede o no haber koalas en ese árbol igual que le pregunté a mi mujer si tenía  o no clases de costura los viernes por la noche porque, si es cierto, tengo un futuro  pero si no ¿no soy yo el pantalón roto y la bolsa de basura demasiado pesada y el canasto de los hilos lleno de baratijas?

En fin dígame, por favor sáqueme de esta incertidumbre porque siendo usted forestal debería saberlo. Igual que hay un eucalipto entre los olivos, ¿podría haber un koala en esta serranía? ¿Aunque solo fuera uno?

Veo que ya tiene que marcharse pero ¿sería posible que volviese usted mañana, aunque solo sea un rato? Podríamos seguir buscando al bicho y charlar amigablemente porque no me diga que no estamos bien aquí solos, a la sombra del eucalipto.

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3 COMENTARIOS

    • Bravísimo, que no gravísimo. La inteligencia artificial tiene mucha fama actualmente pero en mogollón de veces la pifia y se equivoca y mete la pata sin pestañear 🐾🐾

  1. Brillante relato en el que poco a poco vamos conociendo al protagonista, que podría ser el niño tonto de «Platero y yo» si no se hubiera ido al cielo y hubiera crecido más o menos integrado en una sociedad tolerante. De pronto descubrimos que su vida no está siendo fácil, por un lado, y es una sorpresa que una mujer escriba sobre este tema, nos damos cuenta de que es víctima de una esposa que lo engaña, que se queda con el patrimonio que heredó de su familia, que lo expulsa de su casa. Y en el lugar donde se refugia se encuentra con una sociedad insensible, cruel. Es objeto de burla, se siguen aprovechando de el … Hay humor, hay drama, hay buena escritura.

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