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El PP convierte a Borja Sémper en el Georgie Dann de la política

La campaña 'Verano azul' es una muestra más de la banalización de la democracia en la que ha caído el PP

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análisis

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A Borja Sémper ya lo bautizamos aquí, en su día, como el gran comemarrones del Partido Popular. No tiene un puesto fácil el hombre. Lo colocaron ahí para darle una pátina o apariencia de moderación a un partido que se entrega sin rubor al nuevo nazismo posmoderno. ¿Cómo se asume eso? Por si fuera poco, el jefe Feijóo es un señor que funciona a impulsos, sin ningún tipo de coherencia o escala de valores, y que uno no sabe por dónde va a salir. Hoy dice una cosa y mañana su contraria. Hoy es liberal y mañana de extremo centro. Hoy jura que no dará un paso atrás contra los crímenes machistas y mañana justifica a un maltratador que acosó a su pareja porque tuvo “un mal divorcio”. Es como trabajar, codo con codo, con el doctor Jekyll y Mister Hyde.

El PP es un sinvivir y así es imposible coordinar campaña alguna. Pero es lo que hay, son los gajes del oficio y el bueno de Borja lo lleva lo mejor que puede y sabe. Ayer le colocaron otro encargo imposible. Ponerlo delante de un decorado que simula una playa artificial en Madrid, descalzo sobre la arena y delante de un montón de sombrillas con el eslogan “Verano azul” –una gracieta sin duda idea de Miguel Ángel Rodríguez que alude a la supuesta victoria arrolladora que el PP espera cosechar el 23J–, fue una gran horterada, además de una putada para una joven promesa que pretendía labrarse la imagen de nuevo Adolfo Suárez y que va camino de quedarse en el Georgie Dann de la política. Lo que pretendía ser una broma para terminar de socarrar a Sánchez se terminó convirtiendo en parodia y una vez más las redes sociales convirtieron a Sémper en carne de meme. Alguno de ellos, como el que retrata a Feijóo como un Chanquete de la vida tripulando su barco junto a su fiel grumete, el narco Dorado, es sencillamente antológico.

Está claro que a Sémper le dijeron que había que organizar una coña antisanchista con lo de “Verano azul” y él tuvo que hacer de tripas corazón. Y si le dicen que tiene que hacerlo en tanga de leopardo o en trikini allá que se va él. A mandar. Nadie, y menos un moderao que siempre trata a todo el mundo con el máximo respeto, se merece una performance tan absurda y ridícula como la que le tocó dirigir ayer. Solo faltaron, acompañando al abnegado dirigente popular, Pancho, Javi, el Piraña, Tito, Bea, Desi y la pintora solitaria Julia, aquellos personajes de la serie de moda de nuestra juventud, cuando todos éramos más ingenuos y más normales. Hoy Verano azul no es más que nostalgia, pura nostalgia, un recuerdo que el PP trata de recuperar sin duda por influencia de Vox, ese partido empeñado en recuperar lo rancio y antiguo. El Partido Popular se ha implicado tanto en los pactos con la ultraderecha que ya se lo compra todo, el discurso facha sin complejos, la descabellada batalla cultural, el negacionismo de la violencia de género y la vuelta a las series naíf de la Transición. Verano azul es solo el principio, luego llegarán Raza, Sin novedad en el Alcázar y La hermana San Sulpicio. La derecha lo patrimonializa todo y cuando Abascal sea vicepresidente nos quita Cine de barrio y nos endosa el NO-DO en bucle.

Ver a Borja Sémper convertido en un playboy veraniego o Pepito Piscinas, gafas de sol colganderas del cuello de la camisa y moviéndose por un falso decorado de cartón piedra propio de El show de Truman, produce estupor y tristeza. Dice mucho de los tiempos posmodernos y frívolos a los que ha llegado la política. No se le vio cómodo al siempre diligente Borja, convertido en hombre-objeto. Le dijeron que había que vender alegría, optimismo y buen humor, mucha risa y buen rollo tras una semana tan negra y trágica por los pactos de la vergüenza con los franquistas, y él hizo lo que pudo. La cosa solo podía terminar como un ejercicio de propaganda cursi y así fue.

Sémper venía de intentar apagar fuegos en varias comunidades autónomas. Fuego en Valencia, donde el PP le ha abierto las puertas de la Generalitat, en plan Maestranza, a una cuadrilla de toreros que niegan la violencia machista; fuego en Extremadura, donde ha surgido un PP jabugo o pata negra con el discurso antifascista de María Guardiola que tiene descolocado a Feijóo; y fuego en Madrid, donde Vox cuelga lonas publicitarias advirtiendo al personal de que echará a la basura a todo aquel que no sea un buen español. Fueron unos días frenéticos para el pobre Borja y, para rematar la semana más nefasta en la historia de la democracia en España, solo le faltaba esta parodia infumable de Verano azul que, ya lo hemos dicho antes, ha tenido que salir de la cabeza de un cachondo mental como MAR.

Sémper se esfuerza en dar una apariencia de moderación y coherencia en el PP, pero en cuanto sale de una rueda de prensa que le ha quedado más o menos bien, proyectando una imagen de cierta seriedad y solvencia, va Ayuso y suelta que “ETA está viva” o alguna de sus chorradas y le joroba todo el trabajo. Si en 2020 el muchacho anunció que abandonaba el PP, tras confesar su decepción con el rumbo de la política actual, qué estará pensando después del sainete de ayer. Este se lo deja seguro. Este no se come el turrón ni aunque Feijóo saque la absolutísima. De hecho, lo más coherente y sensato que podría hacer sería dimitir ya, por segunda vez, y volverse de nuevo para la noble y pacífica ciudad de Irún, de donde no debió haber salido nunca. Lejos, muy lejos de ese Madrid gamberro y faltón que ha construido el trumpismo ayusista y donde se siente más perdido que un pulpo en la playa de Nerja.

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