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En el PP temen que Martínez-Almeida se la pegue el 28M

Las últimas encuestas apuntan a que el alcalde popular podría perder la alcaldía de Madrid

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análisis

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En el Partido Popular hay inquietud, y hasta algo de canguelo, por lo que pueda pasar en la ciudad de Madrid en las próximas elecciones municipales. Mientras que Ayuso apunta a mayoría absoluta sin paliativos en las autonómicas, el actual alcalde, el popular Martínez-Almeida, parece que no ha hecho los deberes, ya que a estas alturas el pueblo no le da el notable a su gestión (por lo que dicen las últimas encuestas, ni siquiera el aprobado raspado). Y ya se sabe lo que piensan en el PP: que sin Madrid no se puede ganar España.  

El CIS de Tezanos pronostica que el singular edil conocido por sus excentricidades, por sus performances, piruetas circenses y pinitos futbolísticos ganará las elecciones del 28M, pero podría perder la alcaldía frente a la izquierda. El candidato obtendría el 28 por ciento de los votos, entre 21 y 25 concejales, así que necesitaría otros cuatro más para lograr la mayoría absoluta en el consistorio madrileño (29 representantes). La cosa va a estar por los pelos, ajustadísima.

Más Madrid y PSOE andan fuertes como alternativa y podrían superar al alcalde conservador, de modo que a Almeida no le salen las cuentas. Es por ello que ha sacado la calculadora de emergencia y ha empezado a hacer números, sudando, nervioso y mascullando entre dientes aquello de “hotia hotia que me la pego”. El número 1 por Madrid sabe que sin Vox tendrá que dejar su despacho en Cibeles y dedicarse a otra cosa, mayormente a jugar pachangas de solteros contra casados, los domingos por la tarde, con los antiguos colegas del colegio mayor. Él que es tan aficionado al fútbol, y tan del Atleti, sabe que a partir del día siguiente a las elecciones puede dejar de jugar en la Primera División de la política para militar en la regional preferente.

En ese contexto incierto se encuadran sus recientes declaraciones arremetiendo contra el Centro de Investigaciones Sociológicas y contra su máximo responsable, al que ha enviado uno de sus habituales punzantes recaditos: “A uno de los primeros que voy a dedicar la aplastante victoria en Madrid será a Tezanos (…) Volveremos a gobernar a partir del 28 de mayo”, dice confiado y seguro de sí mismo. Menos lobos caperucita, habría que decirle a Martínez-Almeida. Vale que a Tezanos las derechas lo han convertido en el Fernando Simón de las encuestas, nadie cree ya en sus predicciones o augurios, pero conviene no olvidar que los macrosondeos del CIS están confeccionados por funcionarios de carrera que se juegan el puesto de trabajo, unos análisis que pasan por ser los más exhaustivos y profesionales de cuantos se realizan en España con un muestreo de más de 20.000 personas consultadas. No sería de extrañar que acertaran. Además, ningún barómetro realizado hasta la fecha le da una victoria de calle y rotunda al actual alcalde. Así que le convendría ser más prudente y no vender la piel del oso antes de tenerlo atado y bien atado al madroño.

Es evidente que el regidor anda en horas bajas. Desde lo de Casado, él y Ayuso no son precisamente uña y carne. Hay tiranteces, recelos, cuitas pendientes. El malrrollismo entre ambos es público y notorio. Todo el mundo en la ciudad sabe que no se llevan. Almeida no es ayusista de pedigrí y la presidenta ve a su alcalde como alguien de poco fiar. La cosa viene de lejos, cuando Almeida tomó partido por el caballo perdedor casadista. “En aquel momento me pidieron que diera un paso adelante, y lo di. Me equivoqué”, tuvo que reconocer en aquellos días. Pero podría decirse que a Ayuso se le hincharon las narices definitivamente hace solo unas semanas, cuando alguien quiso meterle a la naranja envenenada Begoña Villacís, con calzador, nocturnidad y alevosía, en las listas electorales. ¿Corrientes internas en su cortijo particular? De eso nada, nena. Y la lideresa castiza dio un puñetazo en la mesa diciendo aquello de hasta aquí hemos llegado: o ella o yo. Obviamente fue YO, es decir, Ayuso, y la Villacís se quedó sin poder transfugar y condenada a la tristeza decadente de Ciudadanos.

Al final, Feijóo tuvo que intervenir para poner paz y que el PP de Madrid no acabara como una corrida de San Isidro, o sea a rejonazos y espadazos y con todo perdido de sangre. Pero en política, una herida jamás cicatriza. Ayuso está disfrutando con esas encuestas más o menos fiables que hacen que a Almeida no le llegue la camisa al cuello. El primer edil no duerme bien por las noches pensando en si revalidará o no el bastón de mando. Y eso a ella le causa un enorme placer furtivo. Sufre mamón, debe estar pensando. Para el regidor, las malas encuestas deben ser como migrañas, o como una goleada del Madrid al Atleti, o como una almorrana crónica. Y si a esto añadimos que hasta el Financial Times cuestiona ya su gestión como alcalde en materia verde y sostenible (el último reportaje de los periodistas británicos lo pintan poco menos que como un arrancapinos negacionista que va en contra del cambio climático), el panorama no puede ser más negro para él. Últimamente a Almeida se le pierden todas las bicis públicas sin que se sepa a dónde van a parar, la contaminación está en niveles irrespirables y ha tenido que talar 78.000 árboles, muchos de ellos para construir líneas de Metro.

Obviamente, todo esto que está ocurriendo en Villa y Corte es mirado con lupa por el jefe Feijóo. Porque si Almeida se hunde, él se hunde también. Y Ayuso gana. “Perder la capital sería un gran fracaso, catastrófico”, dice un trémulo dirigente del PP. Ay, José Luis.    

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