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Entre Escila y Caribdis

Luis Miguel de Benito
Luis Miguel de Benito
Experto en el Aparato Digestivo y en Endoscopia en el Centro Digestivo Médico Quirúrgica (Madrid). Además, ejerce en su propia clínica: Clínica Dr. Benito de Benito. En los últimos 15 años, ha realizado más de 25.000 endoscopias digestivas. Es colaborador en foros médicos de radio y televisión y en las redes sociales; autor de publicaciones científicas y de un blog médico que cuentas con más de 20.000 visitas al mes.
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análisis

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Escila y Caribdis son dos monstruos marinos de la mitología griega que simbolizan los peligros que hay que sortear para llegar a la meta. Moverse entre Escila y Caribdis significa debatirse entre dos riesgos que podemos encontrar en el camino, de suerte que, al alejarte de uno para evitar que te destroce, hace que puedas acercarte demasiado al otro, de manera que te arrastra igualmente hacia el abismo frustrando tu feliz destino. Esta situación no es un mero «nadar entre dos aguas» ni es, como algunos concluyen, buscar una postura ecléctica, pastelera e intermedia que permita llevarse bien con ambos monstruos merced al arte de camelarlos. No es, tampoco, estar entre Pinto y Valdemoro, ni conformarse con la indefinición y abortar el viaje.

“Con la ciencia, la medicina y la ética en la mano es imposible encontrar justificación al proceder que se ha seguido”

Las crisis son ocasión de que salga a la luz lo mejor y lo peor de los seres humanos. Muestran la vileza de los bellacos, la cobardía de los apocados y, también, la genialidad con la que cada uno de los inconformistas se lanza a superarlas. Con este artículo reanudo la marcha hacia el destino final desafiando los riesgos, consciente de que la empresa merece la pena. En otros artículos anteriores, publicados en prensa, he dejado claro que no he estado de acuerdo con el posicionamiento que las autoridades médicas, colegas de mi gremio, han adoptado para hacer frente a la crisis que emergió en 2020, aunque se gestaba mucho antes. He sido claro en marcar que, como médico, me he sentido profundamente herido y defraudado, porque con el Código de Deontología Médica en la mano, las organizaciones colegiales no han sabido estar a la altura de su cometido y han traicionado el deber de velar por la salud de los pacientes. Lo he dicho y lo repetido sin que, hasta la fecha, haya supuesto ningún tipo de reprensión o apercibimiento por parte de los Colegios que prefieren callar, conscientes de su bellaquería. Se han plegado a las autoridades políticas por cobardía y por falta de autoridad médica, cediendo a intereses que distaban mucho de lo que la ciencia puede avalar. Las corporaciones colegiales, sus miembros uno a uno, pronto tendrán que dar cuenta de ello ante todos los ciudadanos a los que engañaron o a los que no ofrecieron la información y ayuda que debían. A esos artículos me remito y sobre su contenido me ratifico.

“El mero hecho de no haber caído en el engaño del gobierno no significa necesariamente que uno haya dado con lo cierto”

En este artículo me enfrento al otro monstruo que esta crisis ha propiciado en la empresa de alcanzar la verdad. Fruto de la traición que la medicina parece haber hecho a su sagrado cometido, el maligno, que no pierde ocasión de pervertir lo bueno, ha facilitado la difusión y propagación de diferentes supuestas artes de curar. Puesto que los médicos, en términos corporativos porque hay numerosas excepciones, no hemos sabido «defender lo nuestro», estar en nuestro papel de informar, curar, atender, respetar,… aplicando los conocimientos aprendidos en las facultades de medicina (¿aprendidos o acaso ni enseñados?), han surgido diferentes sanadores desde los ámbitos más variopintos que, partiendo de la disidencia frente al engaño oficial, se han alzado con distintos enfoques o modos de entender la salud, de aplicar remedios o de enfrentarse a la enfermedad. El mero hecho de no haber caído en el engaño del gobierno no significa necesariamente que uno haya dado con lo cierto. En tiempos de crisis, en todos los pesebres se buscan mesías, decía León Bloy. Y como al maligno le gusta cualquier cosa que genere intranquilidad, confusión, duda, incertidumbre, nerviosismo, alarma, enfrentamiento, engaño, miedo, recelo, odio, desconfianza… no deja que los que huyen de las proclamas gubernamentales y mediáticas den con su mente en lo correcto, faltaría más. Así es fácil que, vista la conducta de muchos curas y obispos, a alguno se le antoja que lo adecuado es hacer una nueva religión, porque el cristianismo es una farsa. Como la justicia la imparten jueces inicuos, aboguemos por la anarquía. Ya que hay muchos divorcios, reinventemos el término familia y ampliemos el concepto hasta que no quede vestigio de lo que era, y es, realmente la familia. Puesto que los niños nos salen rana, arbitremos el infanticidio porque eliminar al ser humano intraútero se nos antoja un plazo escaso para ver si nos gusta el «producto». Como la propiedad privada es fuente de robos y discordias, la abolimos, de manera que no tengas nada para ser feliz. Como los médicos han sido unos cobardes, hagamos una nueva medicina. Buscando arreglar un mal, nos vamos a lo peor.

“Si haces primar el bienestar del paciente bien informado que decide libremente, no te importa demasiado quién sea el que opera el cambio positivo en esa persona.”

Vaya por delante, antes de meterme en harina, que no tengo ningún especial interés en privar a quien disponga, o crea disponer, de artes o conocimientos para sanar o curar, de que lo haga. Yo no soy en eso tan celoso como se supone que deben ser los Colegios de Médicos, celosos custodios de la profesión, garantes contra el intrusismo que persiguen cual inquisición a quienes se arrogan poderes de curar sin haber pasado por las facultades de medicina. No soy tan celoso porque si haces primar el bienestar del paciente bien informado que decide libremente, no te importa demasiado quién sea el que opera el cambio positivo en esa persona. Si hay bonhomía, te alegras de su mejoría, la haya logrado con artes más o menos explicables, siempre dentro de la ética. En eso diría a los Colegios: en vuestro pecado está la penitencia, pues si no habéis sabido hacer bien vuestra tarea, ¿qué hay de extraño en que los pacientes, los enfermos y atribulados busquen su ayuda donde más confianza les ofrezcan?. Quizás por eso, de un tiempo a esta parte, desde órganos colegiales se insta a los facultativos para que seamos «educados» y que nos ganemos la confianza de los pacientes. No es con zalamerías sino con autoridad como los médicos recuperarán (el que tenga capacidad para ello) la confianza de sus pacientes. Los sinvergüenzas, ni con arte ni con ciencia volverán a tener la estima ni la consideración de los ciudadanos. Porque el engaño toca a su fin.

“Medicina es lo que se enseña en las facultades de medicina”

Hecha esta aclaración me enfrento al núcleo duro de este artículo. Los que me conocen saben que tengo una actitud abierta y dialogante con pacientes, con colegas y con otras personas que dicen tener conocimientos o artes de curar. De nadie me he burlado por la calidad o profundidad de sus conocimientos, porque de todo se puede aprender. Pero con ocasión del desbarajuste científico, del silencio culpable de los que supuestamente sabían, han surgido numerosos servicios médicos alternativos o enfoques de la medicina que difieren en mayor o menor medida de los que durante años nos han enseñado en las facultades de medicina. Y precisamente ahí es donde quiero poner el énfasis: medicina es lo que se enseña en las facultades de medicina. Centremos el concepto. Quien no ha estudiado medicina podrá tener sus ideas propias sobre la causa de las enfermedades o sus remedios, pero no sabe de medicina… Medicina no es lo que uno ha observado, o le parece, o se le ha ocurrido: es un conjunto de asignaturas con un determinado contenido. Estudiar y aprender medicina no garantiza que realmente se adquieran esos conocimientos y se sepan aplicar (a la vista está) pero es condición necesaria para poder entrar en un debate médico, porque estaríamos hablando de lo mismo que a todos los médicos nos han enseñado. Lo mismo se aplica para profesionales de la física, la psicología, la ingeniería o el derecho. Para debatir sobre la historia o sus interpretaciones hay que saber de historia, hay que haber estudiado historia. Tengo un amigo físico que es asmático y se lee todo lo que cae en su mano sobre asma, de manera que ciertamente es capaz de poner en jaque a los más afamados alergólogos con respecto al asma… pero nada más que en ese campo que es lo que a él le atañe.

Nunca he rehusado entrar a debatir con médicos acerca de los enfoques que se aplican en los pacientes en concreto y, de hecho, en mi actividad profesional se ha multiplicado por diez en el último año el número de pacientes que acuden a pedir «segundas (o terceras o cuartas…) opiniones», porque cabe un debate sobre lo que los libros de medicina dicen. Cosa diferente es cuando alguien que no ha estudiado medicina elabora sus teorías con mayor o menor fundamento empírico (el consabido, «pues a mí me funciona», o «mi vecino mejoró» o el aún más impreciso «a mucha gente le va bien») y se viene arriba hasta el punto de considerar que ha descubierto un remedio para todo, que vale para todos y que además es inocuo. Y ante este comentario simplista viene a tu cabeza «¿Otra vacuna?» porque son los mismos argumentos que se ha esgrimido en los medios de comunicación para colar pinchazos a diestra y siniestra: que vale para todo el mundo, lo soluciona todo y carece de efectos secundarios.

“Uno cree que habiendo dado la espalda al engaño oficialista ha encontrado la verdad… y nada más lejos de la realidad”

El conjunto de los profanos que se meten a hablar de medicina es preocupante. Y lo digo como médico, manteniendo la misma actitud con la que advertía y prevengo de la anuencia vergonzosa del silencio médico. Preocupante porque uno cree que habiendo dado la espalda al engaño oficialista ha encontrado la verdad… y nada más lejos de la realidad. Es cierto que se ha posicionado contra un embuste descomunal, el monstruo de Escila, pero enfrente tiene a Caribdis que le tentará de mil maneras para atraerle y devorarle. No tengo especial interés en decirle qué ruta debe seguir, simplemente le prevengo. Porque en esta crisis de engaño, error, cinismo, confusión y falta de autoridad, el maligno se frota las manos cada vez que un «despierto» se zambulle en un error que ahora cree ser cierto.

Insisto: para hablar de medicina propiamente uno tiene que haber estudiado medicina, por lo menos para saber de lo que habla. Luego estará o no de acuerdo, pero el corpus de la disciplina es lo que es. Yo no me puedo considerar enólogo porque de vez en cuando me tome un vaso de vino. Recuerdo un médico que en cierta ocasión hizo unas observaciones que le llamaron la atención sobre unos números extraños que aparecían en su teléfono móvil cuando llegaba un paciente a su consulta. El fenómeno le pareció, cuanto menos, curioso y por eso lo hizo público. Algunos consideraron absurdas esas observaciones y otros dijeron haber observado lo mismo. Incluso propusieron al médico que formara parte de grupos de estudio sobre ese extraño fenómeno en calidad de experto. El médico no se consideraba experto en esas disciplinas, más propias de la ingeniería, y siguió con sus tareas médicas: en lo que sabía hacer y para lo que había estudiado. Hubo quien hipertrofió esa observación llevándola aún más lejos de lo que el médico había visto, y también hubo quien creyó que el médico se había retractado de lo que observó al no dar seguimiento a su descubrimiento. Zapatero a tus zapatos. Lo cual no quiere decir que de vez en cuando, y como aficionado, uno intente hacer unas alpargatas o ponerse unas chanclas.

“Cuando la mentira es suficientemente flagrante y evidente, es fácil darle la espalda. Pero cuando es sibilina, artera y cuando se dicen verdades a medias es más fácil que los incautos piquen e incluso se conviertan en los más fervorosos propagadores de falacias”

El camino para descubrir la verdad está flanqueado de numerosas vicisitudes. Cuesta que la verdad salga a la luz, pero por eso se hace más atractiva la empresa para los audaces. Sortear peligros, entre Escila y Caribdis, debe servirnos para no desviar nuestra atención en el objetivo que se persigue. Cuando la mentira es suficientemente flagrante y evidente, si hay honestidad, es fácil darle la espalda. Pero cuando es sibilina, artera y cuando se dicen verdades a medias (que son las peores mentiras) es más fácil que los incautos piquen e incluso se conviertan en los más fervorosos propagadores de falacias, además tremendamente ufanos porque están plenamente convencidos de su verdad. Son capaces de insultar a los que no miran por el microscopio, siendo así que ellos jamás han mirado por uno. Su proceder dialéctico es simplista: el microscopio ve lo pequeño. El grafeno es pequeño. El grafeno está en los viales y se ve al microscopio, luego hay que mirar y verás grafeno. De forma análoga podemos argumentar: el petróleo está bajo tierra. Con pico y pala hacemos agujeros. Tome usted pico y pala y cave para sacar petróleo. Si no lo hace es porque no quiere, porque todos sabemos que ahí abajo hay petróleo y con pico y pala se llega abajo.

“Abierto al debate estoy, con quien quiera y de lo que quiera”

No he tenido, hasta la fecha, ningún enfrentamiento formal y serio con ningún colega de mi gremio por el enfoque de la crisis de la COVID. Los pequeños intercambios de información enseguida terminaban porque el interlocutor no tardaba en comprender la incongruencia de su actitud al contrastarla con el saber médico, con la disciplina de la medicina: con la ciencia, la medicina y la ética en la mano es imposible encontrar justificación al proceder que se ha seguido. Y para no ahogarse en la amargura de su frustración, acababa con precipitación el diálogo con un «es que lo dicen las autoridades», reconociendo con ello que él cedió su autoridad médica si es que alguna vez la tuvo.

Más duro y cansino resulta el debate con quienes, sin tener ni idea de medicina, sin haber visto y tratado a pacientes, agreden verbalmente o recriminan el proceder del colectivo médico. Así, en general y sin empacho, porque han oído a un periodista, o a un tertuliano, o a un fitoterapeuta, teorías de lo más peregrinas con las que pretenden anular siglos de estudios médicos. Porque la historia de la medicina no comienza en el siglo XX. Son ataques tan injustos y gratuitos que en muchas ocasiones te dan ganas de pasarte al enemigo. Se llenan de vocablos que no entienden: «óxido de grafeno, pero además reducido» dicen; o sea, no cualquier tipo de óxido de grafeno, sino el reducido que debe ser de menor tamaño, claro, porque cualquier cosa que tenga que ver con las reacciones de óxido-reducción (REDOX que se decía en la carrera) les resulta estratosférico. Y si le pides una explicación más detallada de lo que está diciendo con grandilocuencia, verás un ejemplo de lo que es la imbecilidad disarmónica que definió Bleuler. Algo similar observas si le pides a un periodista que te diga que es el ADN o una PCR.

“Si le pides una explicación más detallada de lo que está diciendo con grandilocuencia, verás un ejemplo de lo que es la imbecilidad disarmónica que definió Bleuler”

No es solo el grafeno, es el enfoque sobre las vacunas, la fisiopatología de las enfermedades, la infectología, la microbiología, los remedios y antídotos milagrosos, la farmacología… Al albur del silencio de los que deberían dar explicaciones científicas, hablan los que no saben, los que tienen ocurrencias. E insisto, no es que yo les niegue el que puedan hablar, simplemente como médico me duele que en ese esfuerzo que todos ponemos por llegar a buen puerto, el maligno se siga frotando las manos con la gran cantidad de gente que cae en la puerilidad de teorías falaces o con poco fundamento. Abierto al debate estoy, con quien quiera y de lo que quiera. De medicina, hablaré con quien sepa de medicina o la haya estudiado. Con quien no haya estudiado medicina y diga que sabe cómo curar, me pondré delante a escuchar y a preguntar, sobre todo a preguntar al hilo del discurso. Así se aprende, porque lo que siempre voy buscando es tratar de la manera más eficaz a aquellos que más quiero: a mis pacientes, a mis amigos, a mis familiares. Y vaya si estoy aprendiendo, porque si en el ejercicio de la medicina de universidad hay mucho fraude, incompetencia e ignorancia… no se crea que fuera de ella todo el monte es orégano.

“Quien busca y pretende la verdad, no busca el aplauso terreno, señala el error o la incongruencia allí donde se producen desde los más elementales cánones de la lógica”

Moverse entre Escila y Caribdis, con esto termino, puede llevar a recibir el desprecio de unos y de otros; que te tilden de tibio (lo hacen), o de traidor porque no te adhieres a sus postulados con firmeza. Pero quien busca y pretende la verdad no hace migas ni con Escila ni con Caribdis, no busca el aplauso terreno, señala el error o la incongruencia allí donde se producen desde los más elementales cánones de la lógica. Y en mi búsqueda por encontrar la verdad sigo mi camino sin oír cantos de sirena y advierto a quienes navegan de los peligros que atisbo en el mar. Luego cada cual, que haga lo que quiera. Por sus frutos los conoceréis. Feliz singladura a todos.

Puede seguir al doctor Luis Miguel Benito de Benito en su canal de Telegram: https://t.me/DrDeBenito.

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5 COMENTARIOS

  1. Intachable y sobrio.

    Me recuerda a la falacia del terraplanista; «como la NASA miente, la tierra es plana».

    Hay que andarse con mil ojos y aún así nadie se salva de caer en alguna trampa del «maligno «.

    Seguiremos caminando, tratando de no tropezar, gracias por advertir, espero que sirva a muchos.

    • El terraplanista no niega la esfericidad de la Tierra porque la Nasa mienta, que lo hace (su propio nombre significa «engaño» en hebreo).

      Lo hace tras observar que desde Israel, a 2000km se observa la puesta de sol en Creta. Lo hace tras estudiar la mecánica de fluidos para darse cuenta de que el agua no se curva, y que los experimentos atribuidos a la adherencia de la misma en un contenedor esférico girando a 1600km/h demuestran que la gravedad no es suficiente para retenerla.

      El terraplanista lanza globos a 40km con cámaras go pro sin ojo de pez y observa un horizonte plano. Estudia que el pozo Kola en Rusia, es el punto más bajo excavado (a 12km) y la teoría del núcleo de hierro y níquel es falaz.
      El terraplanista coge una cámara de largo alcance y observa que el barco perdido en el horizonte tras la curvatura, vuelve a aparecer.

      El terraplanista estudia cosmovisión antigua y ve que muchísimos científicos mantuvieron la postura ptolemaica.
      Y sabe que Freud denunció la doctrina de Copernico como una herida del alma. Y que Galileo sólo fue culpado por un cardenal, no juzgado.
      Y que los números empleados en la medición oficial están repletos de ocultismo (mira que número te da el diferencial de 23,4 grados de inclinación del eje de rotación con respecto a los 90 grados del ángulo recto).

      El terraplanista investiga y ve que el sol dibuja el símbolo del infinito en el Analema, logo del Mundial que colocaron en nuestra cara como cinta de Moebius.
      El terraplanista conoce la importancia de los ciclos de los eclipses, y que la Luna es plasmática, como muchos científicos desde hace décadas vienen diciendo. Por lo que los alunizajes son un fraude.

      El terraplanista observa las estrellas con telescopio y sabe que lo que ve, es sonoluminiscencia.

      En definitiva, y es que podría seguir, el terraplanista hace ciencia holistica, y por supuesto, denuncia el desfalco de 60 millones de dólares diarios en agencias Espaciales que engañan al personal.
      Pero sin embargo, y de manera demagoga, algunos tenéis que difamar una investigación libre que pone la nota en un engaño masivo que podemos ver en tantos cauces…

      Pues nada. En el camino nos encontraremos.
      Tú sigue a lo tuyo, que otros optaremos por cuestionar lo obvio.

      Saludos

  2. Estoy de acuerdo en lo que dice y como lo dice.
    Fruto del trabajo honesto ,del estudio y de la observación. Que Afortunados somos de contar con seres humanos como usted. Inteligencia original don del espíritu. La IA es una simple copia artificial de la verdadera inteligencia.
    Un abrazo

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