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Fermín Cabal y el Grupo de Brooklyn

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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Para Achero, Federico, Eduardo, 

Jose, Carlos y  Gonzalo (in memoriam)

Era demasiado pronto. Habían pasado ya muchos días pero seguía siendo demasiado pronto para escribir este artículo, o como se quiera llamar a estas palabras. Quizá no valdrán, porque era demasiado pronto, porque a pesar de la voluntad que le puse en todo momento para que la tristeza no pudiese someterme, y no pudo, estaba tristísimo. Aún hoy, dos meses después, sigo al borde de las lágrimas casi siempre que pienso en él; ahora mismo, mientras tecleo, siento las lágrimas cayendo de la primera noche en la que me enfrenté a este artículo. No sabía que le quería tanto, no sabía que era tan importante para mí, no sabía que en verdad éramos tan amigos.

El Grupo de Brooklyn. Nos llamábamos así -nos llamamos- por culpa de mi optimismo iluso y atolondrado. Nos conocimos en Nueva York y hay una foto fundacional, en febrero, nevando y todos en el mágico Promenade de Brooklyn. Fermín lleva una pipa, y está moreno al igual que yo porque acabábamos de volver de México (me separé de él unos días para alquilarme un Bugatti plateado en Acapulco y dejarme seducir por una estriper que vivía en una chabola de hojalata en Pie de la Cuesta). Recuerdo el vuelo del avión, como a Fermín le enfureció en el formalismo estúpido de los americanos en el transbordo que tuvimos que hacer en Dallas, y recuerdo también, se lo repetí a él muchas veces, que cuando vio que yo no llevaba comida partió el aguacate que tenía en las manos y me dio la mitad.

Fermín Cabal. Tan vivo. Tan entusiasta de la vida. 

Como diría Marzal: aunque estaba complacido con lo puesto lo anhelaba todo. Le contabas cualquier cosa y se convertía en ti y quería ser tú.

Sabía de él prácticamente a diario, porque el grupo de Brooklyn se convirtió también en un grupo de guasap cuando la tecnología abrió ese río. Guardamos todos los brooklynianos supervivientes en nuestros esmarfons sus audios brillantes e interminables. Siempre lo sabía todo, tenía opinión sobre todo y conocía a todo el mundo.

En los últimos tiempos el sitio de reunión cada vez que venía “MacDrull padre” de Nueva York, y también al menor pretexto, era su casa en Pozuelo, deliciosamente cerca de la estación de tren.

Fermín sigue vivo, claro, en todas las personas que le hemos conocido y querido. La tarde del tanatorio -mi voluntad de no dejarme someter por el abismo- llevaba una cámara y pensaba pedirle a Federico, Carlos y Achero que entrasen conmigo a verlo, pegásemos la espalda al cristal de la pecera y nos hiciésemos un último selfi. Genio y figura. Pero cuando llegué allí… Me faltó valor o energía o magia; o todo. Sin embargo Achero dijo que iba a entrar a verlo. Y si Achero entraba yo también y quizá llamaría a los otros o haría una foto de los tres o no haría nada. Y nada hice porque el ataúd estaba cerrado y agradezco ahora que fuese así. Que no haya ninguna imagen de él sin vida. Del grupo fue el único al que dejé leer el que considero el más ambicioso de los libros que he escrito: LAS CARPETAS DEL TIEMPO, un pulso contra la muerte y al tiempo, y Fermín dijo que el vencedor del pulso era yo. Contra la muerte y el tiempo… hay que ser optimista, y supongo que también bastante iluso, para emprender batallas de tan inabarcable calado; aunque también hay que serlo para abordar artículos como éste para demostrar que en verdad nuestro cómplice y amigo sigue vivo. De algún modo, o de muchos, sigue vivo.

Fermín Cabal y el grupo de Brooklyn. Nos hemos divertido tanto. Hemos compartido tanto bueno (y pasado por encima tanto malo gracias a la compañía que nos hacíamos). Nos hemos reído. Hemos paseado…

Pero aún reiremos y pasearemos; insisto y creo. Y en nuestra risa siempre estará Fermín. En nuestra risa y en nuestros paseos. Como nosotros también estamos con él donde no se puede explicar ni describir; en verdad ya lo estábamos porque para ninguno es el primer muerto.

No sabía que te quería tanto, Fermín Cabal. No sabía que eras tan importante para mí. Que hay cosas, bastantes -entre otras las más sinvergüenzas- que sólo me gustaba y divertía decirte a ti. (Ayer te conté mentalmente otra, genial, y te sentí sonreír).

Que tengas larga vida en todos nosotros. En tus amigos del Grupo de Brooklyn. En tus hijos. En tus hermanos y sobrinos. En la legión enorme de personas que te ha conocido y admirado, porque -chaval- tú eres mucho Fermín. Eres –mantengo la voluntad de hablar de ti en presente– y seguirás siendo en la eternidad del universo MUCHO FERMÍN.

Semper fidelis

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