martes, 30abril, 2024
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Fiebre de ti

Angélica Morales
Angélica Morales
Poeta, novelista y directora de teatro. Ha sido ganadora (entre otros) del XVII Premio de Poesía Vicente Núñez, Diputación de Córdoba 2017; XLVIII Premio Ciudad de Alcalá de Poesía 2017; 42 Premi Vila de Martorell (poesía en castellano) 2017; IX Certamen Literario Internacional “Ángel Ganivet”, Asociación de Países Amigos, (Helsinki, 2015). II Convocatoria Perversus GEEPP Ediciones (Melilla) 2015; Premio Internacional de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria 2013; Premio Internacional de Poesía Miguel Labordeta 2011. En novela, su obra “Mujeres rotas (TerueliGráfica, 2018)” quedó entre las 10 finalistas del Premio Planeta 2017. Así mismo, otra de sus novelas (por el momento inédita) “La Convención”, también quedó entre las 10 finalistas del Premio Azorín de novela 2018. Entre sus libros de poesía publicados, destacan España toda (Hiperión, Madrid, 2018); Pecios (GEEPP Ediciones, Melilla, 2016); Monopolios (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014); Asno mundo (Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, 2014) y Desmemoria (Gobierno de Aragón, 2012). En novela ha publicado, entre otros, “Palillos Chinos” (Mira Editores, 2015); y “La huida del cangrejo (Mira Editores, 2010). Colabora en las revistas literarias y culturales como Turia, Letralia, Rolde y La Piedra del Molino. Blog Literario: https://angelicamorales.wordpress.com/
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análisis

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En Twitter me siguen las lenguas de muchos náufragos. Ocurre lo mismo con Facebook o Instagram. Somos seres difíciles afilando las uñas tras el cristal de una pantalla llamada mundo o Internet. En cualquier caso flotamos en un charco de pis repleto de soledades y otoños.

Podemos mentir al prójimo. Decir: «Tengo el pelo azul y una flor oscura dentro de mis ojos. Mido 1,78 en estupidez pero mi sonrisa es perfecta». Puedo opinar sobre política, sobre fútbol, llevarle la contraria a cualquiera que no piense como yo. Después apagó el ordenador y dejo que mi vida siga.

Es entonces cuando me doy cuenta de que estoy sola. Nadie aplaude mi caminar cansado por el pasillo, mis zapatillas viejas, las manchas de aceite que atraviesan la geografía carnal de mi bata. Ningún aplauso cuando me siento en el retrete o le doy un sorbo al té. Nadie que haga un like cuando en silencio lloro por la muerte de mis seres queridos, porque no he sabido abrocharme los zapatos y estoy sola en mitad de un parque. Nadie que venga a decirme lo guapa que estoy en el silencio, de noche, cuando todos son sombras y los ratones corretean en el vientre de los tejados.

Estamos solos, fuera de esa gramática que nos escribe con faltas de ortografía en la pantalla. Solos con nuestras miserias, con ese grano de pus en mitad de la frente, con ese rencor hacia el vecino, con ese maltrato animal que escondemos en twitter pero que practicamos en casa, en la calle.

Somos perfectos, sí, en el interior de un selfie que engulle filtros, perfectos en esa poesía que hemos copiado de google y que ni siquiera hemos tenido la decencia de nombrar al autor y que hemos acabado por plagiar. ¿Qué más da? El mundo en la pantalla es otro mundo, no entiende de reglas. ¿Qué mas da? ¿Acaso nuestros políticos no mienten, no roban, no estafan, no se hacen un selfie abrazados a la desvergüenza?

Estamos solos ante la belleza de la vida que pasa y nos da su espalda. Solos ante los libros que no queremos leer porque hay que pensar demasiado y no hay tiempo.

«Mi mente no da para más», solemos consolarnos o «No me llega la vida porque he de hacer yoga, arroz, el amor con mis amantes, los deberes con mis hijos, he de acudir a una reunión de tupperwares, ver cine porno a escondidas, ser una mujer moderna pero no tanto, atender a la familia, atender al rencor. He de triunfar, perder kilos, sonreír más a menudo, leer a Paulo Coelho, mirar como Trump levanta su muro en México mientras yo contrato en negro a esa mujer de Honduras que no sabe leer los mapas”.

En twitter me sigue Dios, me sigue el infierno, me sigue el horror de los días dormidos, sin sangre a la que poder escupir.

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1 COMENTARIO

  1. Estimada Angélica, evidentemente de su reflexión tan particular me hace recordar un artículo que leí de Romina Fierro, licenciada en ciencias de la comunicación, donde explicaba justamente lo que Ud. expresa con su toque tan personal.
    Parece ser que las relaciones personales, hoy en día, se estructuran a través de perfiles que nos creamos para compartir en «ese mar de pis» que son las redes sociales.
    Debemos y tenemos que estar en este nuevo mundo virtual si queremos existir.
    Las aplicaciones son ahora nuestros sentimientos, nuestras herramientas del alma.
    ¿A quién conocemos realmente por estas redes sociales?.
    Es ya una falsa imagen de nuestra felicidad que sobrepasa a la realidad.
    Sobre la soledad:
    La soledad se admira y desea cuando no se sufre, pero la necesidad humana de compartir cosas es evidente.
    Carmen Martín Gaite.
    La soledad es muy hermosa… cuando se tiene alguien a quien decírselo.
    Gustavo Adolfo Becquer.
    Saludos cordiales y el Sr. Ubé como siempre superándose.

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