¿Alguna vez se han preguntado qué hubiera sucedido si la mayoría de los redactores de la Constitución Alemana hubiesen sido miembros del Partido Nazi? ¿O si los colaboracionistas nazis hubiesen sido los encargados de redactar la Constitución Francesa?; todo eso sí, en aras de una pretendida reconciliación.
Aunque parezca inimaginable, en España, una realidad similar se hizo presente: cuatro de los siete “padres” redactores de la Constitución Española fueron miembros activos del régimen franquista. Y con los militares agitando sus sables en la puerta.
En la mayoría de los países europeos, los partidos que promueven los valores nazis o fascistas están prohibidos; al menos hasta hoy. Sin embargo, en España, el franquismo parece ser la excepción a esta regla. Esta situación ha generado un escenario político único, donde el Partido Popular español ha llegado a ocupar áreas en Europa que generalmente son patrimonio de la ultraderecha, alejándose significativamente de la filosofía cristiano-demócrata de partidos como la CDU alemana.
La presencia de estos valores franquistas/fascistas en la Constitución Española ha generado una tensión constante. A pesar de que han pasado décadas desde la dictadura de Franco, su legado aún se mantiene vivo en la carta magna del país. Este hecho ha llevado a que la Constitución Española esté permanentemente tensionada, pues los valores franquistas que en ella permanecen chocan con los principios democráticos que deberían regir en una sociedad moderna y progresista.
Los presuntos enemigos de España, no son otros que los enemigos del franquismo de toda la vida. Los rojos, los separatistas, los trabajadores y los alejados del nacionalcatolicismo. Y esto se ha constatado en las pasadas elecciones.
Y a favor, tenemos también los “constitucionalistas” de siempre, los obispos pidiendo en voto para el PP y Vox, los empresarios que viven de lo que publica el BOE y el cuerpo funcionarial central, entre los que encontramos militares, policías, jueces, fiscales, abogados del estado y altos funcionarios. Habitualmente encontramos, eso sí, alguna honrosa excepción, que va por libre.
Y es que la influencia del franquismo en la redacción de la Constitución Española ha dejado una huella imborrable en la política del país que con el paso del tiempo no se ha borrado.
Esta situación ha permitido que partidos con ideologías que en otros países, sencillamente están penadas por extremas, ocupen un espacio en el panorama político español y europeo, generando tensiones y desafíos constantes para la democracia.
Es imperativo, por tanto, reflexionar sobre este legado y buscar formas de superar estos desafíos para fortalecer la democracia y garantizar un futuro más inclusivo y equitativo para todos los ciudadanos.
Posiblemente, como reza la cabecera de este periódico, toca hacer una segunda transición.
