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La votación «a viva voz» y con los diputados dando la cara dificulta el tamayazo que va buscando Feijóo

Los diputados no pueden escudarse en el anonimato del tablero electrónico durante la sesión de investidura del líder del PP

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análisis

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¿Habrá algún “socialista bueno”, tal como dice la derechona, capaz de traicionar a Pedro Sánchez durante la investidura, en principio fallida, de Alberto Núñez Feijóo? No parece. El presidente del Gobierno ha blindado al grupo parlamentario socialista (ya no quedan críticos contra el sanchismo), Ferraz y su aparato están prácticamente controlados y apenas hay lugar para la sorpresa. Pero, además, concurre otro hecho importante que puede disuadir al posible traidor de rebelarse contra el PSOE entregando el poder a Feijóo: la votación es “a viva voz”, o sea dando la cara, quedando retratado para la historia.

Se antoja complicado que pueda aparecer un vendido dispuesto a cometer la felonía y a posar para la posteridad como un renegado. Uno, pudiera ser, pero cuatro, imposible. Si la votación fuese telemática, cabría la remota posibilidad de que un desleal o judas llevara a cabo el infame plan antidemocrático que propone el PP escondiéndose o amparándose tras el tablero electrónico. De esta manera, quedaría como un simple puntito verde o una abstención, de modo que su nombre no saldría del anonimato. O podría ocurrir que un Alberto Casero del PSOE se equivocase a última hora y apretase el botón que no toca por error, como en aquella sesión histórica en la que la reforma laboral de Yolanda Díaz salió adelante por la incompetencia de un hombre del que ya nos acordaremos toda la vida. Pero siendo pública la votación, teniendo que poner el disidente su jeta ante todo el hemiciclo y ante toda España, la opción del tamayazo o golpe de timón pierde muchos enteros. Así las cosas, cada diputado se pondrá en pie para proclamar su voto –sí, no o abstención– por riguroso orden alfabético a partir de una letra elegida al azar, tal como señalan los reglamentos de la cámara.

Lo único cierto es que Sánchez tiene perfectamente controlado el patio. En los últimos días el PSOE ha dado instrucciones para que sus diputados de provincias viajen a la capital de España con suficiente antelación con el fin de evitar sustos o contratiempos de última hora. Y ayer mismo, Ferraz ordenaba que todos los parlamentarios socialistas durmieran ya la noche del lunes en Villa y Corte. Una rueda pinchada, un tren averiado o un avión cancelado, y la historia de España tomaría un rumbo totalmente diferente. Hasta en eso ha pensado la cúpula sanchista, que cree tenerlo todo atado y bien atado. Por tanto, hay poco lugar para la sorpresa. Y aunque hasta el rabo todo es toro y tanto PP como Vox han presionado hasta última hora, invitando al transfuguismo o rebelión a todo aquel socialista disconforme con la amnistía a Carles Puigdemont y a los demás encausados por el procés, el pescado parece vendido en la carrera de San Jerónimo. Otra cosa es que, dentro de unas semanas, cuando la performance de Feijóo sea cosa del pasado y Sánchez entre en escena presentándose a la investidura en segunda ronda y con encargo del rey, algunos voten en su contra clavándole la espada al César en plan Bruto. Podría ocurrir, pero también parece cosa de serie de Netflix, política ficción más que realidad.

Mientras tanto, en el PP van modulando el discurso conforme van pasando las horas y el momento de la derrota se acerca. La imagen de un Feijóo vapuleado en el Congreso de los Diputados, justo el día que se desvirga parlamentariamente, resulta demasiado dura para Génova. El líder del PP es como ese torerillo al que visten de luces para la alternativa, enjabonándolo, perfumándolo con esencia de rosa y azahar y poniéndolo guapo, aunque toda la cuadrilla sabe que a las primeras de cambio el morlaco le va a dar un serio revolcón y va a terminar despatarrado y sucio sobre la arena. De ahí que Cuca Gamarra haya ido preparando a la parroquia para el disgusto de la anunciada y temida cogida. “Entre Feijóo o amnistía el Partido Popular elige a Feijóo, la dignidad de los principios y la igualdad”, apostilló. Un discurso hilarante (no se lo creen ni ellos, han tratado de pactar hasta con Puigdemont) que va en la línea de lo que ya anunció el propio jefe en la “fachifestación” contra la amnistía a la catalana del pasado domingo, cuando aseguró que “aunque me cueste la Presidencia del Gobierno, defenderé que España es un conjunto de ciudadanos libres e iguales”.

Para rematar el ridículo que está haciendo el PP en toda esta historia de la investidura fake de Feijóo, en las últimas horas se ha sabido que el dirigente conservador subirá a la tribuna de las Cortes a proponer la tipificación del delito de “deslealtad constitucional”, otra ocurrencia del gallego que no se sostiene jurídicamente, ya que sería una figura legal teñida de tintes subjetivos o morales. Cualquier estudiante de primero de Derecho sabe que un Código Penal que se nutre de moralina política es más propio de regímenes totalitarios que de una democracia moderna y avanzada. Obviamente, la sugerencia de Feijóo es su última bala para intentar acabar con Sánchez. Ya que no ha podido doblegarlo en las urnas, ya que no ha podido derogar el sanchismo, de lo que se trata ahora es de criminalizarlo y perseguirlo en los tribunales por querer romper España. Viva la democracia. Menos mal que este orensano era el moderado del PP.

En definitiva, la gran tragedia de Feijóo es que va a dejar de ser presidente del Gobierno por cuatro escaños de nada. Ha acariciado la Moncloa, pero no ha conseguido coronarla. Lo ha intentado todo el gallego, denunciar falsos pucherazos, deslegitimar al adversario y hasta promover el transfuguismo comprando a un puñado de “socialistas buenos”. Esos cuatro escaños de miseria, esos cuatro escaños de la impotencia, esos cuatro escaños de mierda que se le resisten, le acompañarán toda la vida. Y eso duele.

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