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Los catiliniarios y el golpe blando

Alberto Vila
Alberto Vila
Analista político, experto en comunicación institucional y economista
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análisis

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Deberíamos evitar no menospreciar las debilidades de la democracia, como tampoco el oportunismo de sus enemigos que, en estos momentos, son muchos y peligrosos. Ello me recuerda que, en el año 63 AC, Cicerón pronunció las Catilinarias. Estos, son cuatro discursos expuestos entre noviembre y diciembre de ese año, luego de descubrirse y reprimirse una conjura encabezada por Catilina para dar un golpe de estado. En la Primera Catilinaria, Cicerón comienza con la célebre frase ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? (Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?).

Los líderes de la derecha fascistoide pretenden aplicar por encima del dolor de las víctimas que se producen la conocida como metodología del Golpe de Estado Blando, ya aplicado en Brasil, Bolivia e, infructuosamente, en Venezuela. Se denomina así, al golpe suave o golpe encubierto que aplica el uso de un conjunto de técnicas conspirativas no frontales y principalmente no violentas, con el fin de desestabilizar un gobierno y causar su caída, sin que parezca que ha sido consecuencia de la acción de otro poder. Esta expresión se atribuye al politólogo estadounidense Gene Sharp.

Éste señala que: «la naturaleza de la guerra en el siglo XXI ha cambiado (…) Nosotros combatimos con armas psicológicas, sociales, económicas y políticas». Sigue diciendo que: “en los Gobiernos, si el sujeto no obedece los líderes no tienen poder. Estas son las armas que en la actualidad se usan para derrocar Gobiernos sin tener que recurrir a las armas convencionales”.

Para el politicólogo, actualmente, una acción bélica del tipo “cuerpo a cuerpo” no es eficaz y, además, implica enormes costos económicos y de movilización. Entonces, esta estrategia del “golpe suave o blando”, se puede resumir en cinco fases: Ablandamiento (promover acciones no violentas para generar y promocionar un clima de malestar en la sociedad, entre las que destacan las denuncias de corrupción, la promoción de intrigas o divulgación de falsos rumores); Deslegitimación (desarrollando intensas campañas en “defensa de la libertad de prensa y de los derechos, para acusar de totalitarismo al Gobierno en el poder); Movilización de la calle (se centra en la lucha activa por reivindicaciones políticas y sociales y en la manipulación del colectivo para que emprenda manifestaciones y protestas violentas, amenazando las instituciones); Desestabilización (ejecutando operaciones de guerra psicológica y desestabilización del Gobierno, creando un clima de “ingobernabilidad ficticia” para la “profecía autocumplida) y, por último la Fractura Institucional (que procura forzar la renuncia del Presidente de turno, mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones, mientras se mantiene la presión en la calle. Paralelamente, se prepara el terreno para una intervención militar que consolide el golpe).

Aunque parezcan inocuos, los medios de comunicación son clave en la creación de las condiciones psicológicas de la población. La calidad de la información que maneje la población, influirá de alguna manera u otra en su comportamiento. Por ello, los promotores de esta desestabilización procuran el control económico de los medios, son su plataforma de difusión con fines desestabilizadores.

Por ello, estos catiliniarios actuales necesitan emprender una guerra mediática basada en brindarle a los públicos una información parcializada o con verdades a medias. De manera que se genere, de forma inducida, infoxicando, matrices de opiniones totalmente favorables a los bulos y, a la vez, acríticas con la serie de fakes o simplemente difamaciones, que sean producidos por los portavoces golpistas. La guerra mediática juega un papel determinante  en el cumplimiento de las cinco fases del  golpe blando. El control mediático siempre ha tenido implicaciones para los actores que están en juego. Por esto último, la batalla de información que se está librando en la Redes Sociales es crucial.

¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? 

Que no te engañen.

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