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Madrid, 27 de abril: el baño de masas

Federico Relimpio
Federico Relimpio
Nacido en Sevilla (España) en 1965. Estudia Medicina en la Facultad de la misma ciudad. A partir de 2009 adopta un punto de vista crítico hacia la medicina contemporánea que repercute en su ejercicio profesional y en su actividad pública. Desarrolla posteriormente una actividad literaria que compatibiliza con colaboraciones en prensa generalista y en blog personal, reivindicando un ejercicio profesional más próximo al paciente y sus necesidades. A fecha de hoy, compatibiliza su labor literaria y el articulismo con el ejercicio profesional.
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análisis

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Un baño de masas. Eso prepara el PSOE al presidente del gobierno este sábado en Madrid.

Solo tienen que oír los comentarios en la radio. Y, especialmente, los del expresidente Zapatero. Es la reacción de los afines al ínterin sobrecogido, a la dimisión suspendida del presidente Sánchez. Lo expuesto en su sentida carta publicada en X.

No puedo escribir una palabra más sin manifestar mi escepticismo al respecto. No entro en la verosimilitud de la denuncia a Begoña Gómez ni valoro su aceptación a trámite por el juzgado nº 41. Todo ello es opinable. Pero opino, del mismo modo, que, en ese brete, al presidente le quedaban dos posibilidades:

1. Despreciar la denuncia, si tan burda es, según tantos opinadores, tanto por lo cuestionable del contenido como por lo peculiar del denunciante.

2. Dimitir de inmediato, sin dilaciones, a lo António Costa, si el presidente estimara que, de este modo, su honorabilidad o la de su familia pueden ser mejor defendidas, o si el peso de la situación excede de su capacidad de aguante.

Lo que de ningún modo me cuadra es el «período de reflexión». No es lógico.

Tampoco hay precedente. O no, de este modo, porque, pensándolo bien, algunos hay en la historia del partido: Felipe González dimitió en los setenta — como secretario general, antes de ser presidente del gobierno — para conseguir alejar al partido del marxismo. Y, ya de presidente, amenazó con dimitir si ganaba el «no» en el referéndum de la OTAN. Sin embargo, esta elipsis de Sánchez, escenificando el suspense…. Concentrando el foco de luz sobre su silencio y, el lunes, sobre su palabra. La atención de todo un país y buena parte del extranjero. Me resulta difícil de creer.

Me planteo la hipótesis alternativa: los cinco días son los que Sánchez precisa para generar una gran conmoción política, mediática y social. Un modo de revitalizar la «alerta antifascista» de julio del 23. Nada mejor que un baño de masas; autobuses desde tantas agrupaciones; Ferraz a rebosar: «¡no pasarán! ¡Pedro, no te vayas!». Y, el lunes, una comparecencia del susodicho, circunspecto, diciéndonos a todos que ha oído la voz de lo mejor del pueblo español, y ha decidido continuar su sacrificio personal por la causa democrática.

Solo que esta maniobra grotesca, bizarra, dice mucho del que la convoca. De un presidente muy solo, al frente de una minoría mayoritaria, zarandeado en el Congreso por un rompecabezas de grupos políticos ajenos al proyecto colectivo, que solo lo auparon al modo del chantajista, que te perdona la vida con la intención de seguir con el chantaje. Un hombre, pese a lo anterior, incapaz de aprobar un presupuesto, y en cuyo equipo empiezan a emerger los indicios del mismo tipo de escándalo con los que deslegitimó y descabalgó a su predecesor en el cargo. Un hombre, por si fuera poco, del que ya conocemos la valía del pensamiento y la palabra, ejemplificados en los bochornosos cambios con la cuestión de la amnistía.

La maniobra, pues, acusa una terrible debilidad. Es la «hoja roja» (con perdón de Delibes) del «Manual de Resiliencia». No puedo evitar asociarla — en una España muy diferente, afortunadamente — con aquellos baños de masas del franquismo paria internacional de la posguerra. Son maniobras de gobernante débil y acosado con las que se envían varios mensajes:

El primero, hacia la jerarquía interna: prietas las filas, impasible el ademán. El segundo, hacia los simpatizantes: el capitán está firme al timón de la nave. El tercero, hacia los opositores: que nadie se haga ilusiones de un motín. Y el último, al exterior, en un momento tan convulso.

Mala salida, en cualquier caso. La teatralidad y la impostura son enemigas de la sinceridad. Con un exceso de aquellas y sin atisbo de esta, lo del sábado puede hacerse de difícil digestión. Contraproducente, vaya.

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