lunes, 29abril, 2024
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Monarquía garbancera

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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En el Ayuntamiento, hay concejo. Todos los hombres y mujeres mayores de edad están convocados a junta. Paco, un querubín de ojos verdes, pelo paja negro, orejas de soplillo y cara de no haber roto nunca un plato a pesar de ser más malo que la cicuta, anda trasteando, como siempre, por los alrededores del ayuntamiento. Paco se ha especializado en la soledad a base de recibir mamporros de los otros chicos del pueblo. Sus rasgos físicos y su carácter de metomentodo, no son una buena carta de presentación en sociedad. Así que Paco, que siempre la está liando, pero tiene el don de pasar desapercibido entre los adultos como sospechoso de causar cualquiera de las cosas malas que pasan en el pueblo, anda explorando las consecuencias de las ondas expansivas de los petardos, metidos a presión en diferentes huecos y orificios.

Mientras muchos de los vecinos están en la sala de juntas del Ayuntamiento debatiendo sobre cosas de mayores, Paco acaba de meter un petardo de 50 pesetas en uno de los agujeros que la ventana del archivo de la Casa Consistorial tiene a consecuencia de la carcoma. Como no cabía bien, porque un petardo de diez duros es un señor morterete, ha horadado con un clavo de herrero el agujero carcomido hasta conseguir que el pequeño explosivo entrara holgadamente. Sin embargo, tras prender la mecha, no ha habido explosión. Simplemente se ha escuchado un pequeño silbido y el crepitar de unas chispas que Paco no ve. Se ha fogado, piensa el aprendiz de Belcebú, mientras rebusca en los bolsillos y se da cuenta de que ya no tiene más munición. Decide ir a casa a por más para volver a intentarlo. Cuando vuelve, una espesa humareda sale por la ventana. La gente sigue tranquila en la reunión. Paco, entra en el edificio del consistorio, rompe el cristal de la BIE, y desenrolla la manguera hasta llegar a la puerta de la habitación del humo. Este es intenso. Abre la llave de paso y a duras penas llega de nuevo hasta la puerta, sujetando con todas sus fuerzas la lanza y poniendo todo el pasillo perdido de agua. Cuando logra acceder al cedulario, se le escapa la manguera por la presión. El ruido de la lanza contra las estanterías metálicas es tan intenso que comienzan a salir los mayores de la sala, dando la voz de alarma. Cuando el humo se desvanece, los daños causados por el agua son mucho mayores que los del fuego. Aún así Paco es tratado como un héroe que ha salvado al pueblo.

La heroicidad del querubín cicuta, le da patente de corso para hacer trastadas cada vez más gordas durante los siguientes años. Cagarse en la boina del tío Ambrosio mientras dormitaba a la sombra de un nogal en el huerto, desatar la mula de la verja y volverla a atar en un trillo puesto en pie, mientras Celedonio, el trillero, descansaba echando la siesta junto a su base, dejar encerrada en la bodega a la señora Anselma cuando el mosto estaba fermentando y la pobre mujer había bajado treinta segundos a buscar un jarro. Esto fue algo más que una trastada porque tuvieron que ingresar a la Anselma en el hospital a consecuencia del CO2. Prender fuego a un montón de aliagas amontonadas junto a un rastrojo que acabó quemando más de treinta hectáreas de cereal, encerrar al cura en la sacristía de la iglesia durante un día entero, destrozar un tejado con una gran piedra que había elevado por los aires a base de explosionar medio kilo de cloratita, … Con cada una de las sonadas pifias, se iban acabando los sospechosos. Al principio nadie pensaba que Paco pudiera estar siquiera cerca de cada uno de los dramáticos sucesos. Pero con el tiempo, los rumores de su culpabilidad fueron tomando forma. Algunos niños lo acusaban desde el principio, pero un héroe como él no podía ser el causante de tanto mal. Sin embargo, demasiadas casualidades apuntaban hacia él.

Poco a poco, y con el aumento de la gravedad de los sucesos, que hacía tiempo que habían dejado de ser cosas de críos para convertirse en delitos, graves como en el caso de la Anselma, que si no llega a ser por el ventanuco de la puerta de la bodega y de que pasó Casiano por allí como enviado de la providencia, ahora estaría criando malvas, la credibilidad del héroe se iba difuminando. Aunque claro, sus padres, sus tíos y todos los que habían sacado algo de beneficio por la heroicidad como el alcalde al que le habían felicitado desde el mismísimo palacio principal, seguían defendiendo a Paco con uñas y dientes. A pesar de que en realidad, nunca había sido un héroe. El fuego lo provocó él con el petardo y abrir la BIE sólo fue una consecuencia de su carácter de metomentodo.

La gota que colmó el vaso estuvo el día en el que Silverio vio salir de la cochiquera de su propiedad a Paco.  Entró a continuación y no vio nada anormal. Silverio tenía además de treinta cochinas criaderas, una licorería. En una sala apartada, del mismo edificio dónde estaban las cerdas, y separada de la porqueriza por la estancia dónde se guardaba el agua con el que se hacía la comida de los gorrinos, estaba el almacén dónde guardaba los garrafones de los licores a granel. Silverio no vio nada extraño, pero al día siguiente, a mediodía, las cerdas se tambaleaban como si estuvieran borrachas y una docena de ellas acabaron muertas. Paco había dedicado más de dos horas a cambiar el agua de los bidones por el anís de las garrafas.

Aún así, los padres de Paco y el alcalde, apelaban a la heroicidad de su hijo para quitarle hierro al asunto.

*****

Monarquía garbancera

Hay una España que vive

agostada en su grandeza.

Una España que divide

para mostrar su vileza.

El lenguaje es importante. En la historia de la humanidad ha habido más monarcas, emperadores y reyezuelos nombrados a sí mismos que han ejercido con impunidad y tiranía su poder, que presidentes de república. Sin embargo, cuando queremos decir que en un país no se respetan las leyes y, el que menos, su jefe político, lo llamamos república bananera.

Después de todo lo que sabemos, y lo que es peor, lo que no conocemos, pero lo imaginamos viendo como crece día a día la magnitud de la fosa séptica en la que se ha convertido la corte española y el régimen que la rodea, a mí me resulta bochornoso que toda una serie de cortesanos indecentes, pelotas, cobistas, melifluos con traje de seda y espíritu mefistofélico sigan tratando a sus lectores y a sus electores como si fueran niños de cinco años a los que, ante cualquier pregunta indiscreta o comprometida, se les intenta callar con una respuesta del tipo «eso son cosas de mayores, ya lo entenderás». Y no contentos con el consabido «ahora no toca hablar de república», «ahora no es buen momento para reformar la Constitución», «esos, son temas personales que no afectan a la institución» cuando la institución es una sola persona y no hay posibilidad de que ese puesto lo ostente nadie que no sea él o alguien de su familia, siguen no sólo intentando mostrar la inexistencia de la corrupción, sino afeando que queramos saber cuánto, en que grado, quiénes han colaborado y qué contrapartidas ha habido a cambio.

Me resulta turbante y amenazador un twit de la periodista del libelo que fundó Pedro Jota para la alabanza sistemática del partido de la corrupción, Lucía Méndez Prada, en el que decía textualmente: «No creo que haya ninguna democracia en el mundo en la que un partido que gobierna haga campaña en vídeo contra el jefe del Estado, identificándolo con un narcotraficante. Poco respeto institucional y muy mal gusto». Y me turba porque ninguna democracia del mundo consentiría ni el más mínimo desliz de corrupción en su jefatura del estado mientras que aquí se le disculpa absolutamente todo y es amenazante porque esta señora está poniendo en la balanza de los malos a quiénes denuncian y no al presunto cohechador, evasor y corrupto.

Muchos se han reído cuando la bausán instalada en la Comunidad de Madrid, en su indigencia intelectual, suelta esas cosas que le dice el monosabio de Belcebú, Miguel Angel Rodriguez, y su cerebro lleno de monos con platillos, que no es capaz de procesarlo, expele el discurso sin orden ni concierto, amoldándolo a su estándar de persona simple de forma que ella y hasta el más simple de los mortales las entienden sin ningún género de duda. Ese «No todos somos iguales ante la ley. El rey don Juan Carlos no es como usted, ni muchísimo menos…» no es algo anecdótico. Es un diagnóstico de la España en la que ellos viven. Esa España en la que la ley se hace pensando en los delincuentes que suponen un peligro real para la continuidad del régimen y se aplica, por tanto, sólo a quiénes suponen un peligro social evidente ya sea porque la alarma colectiva se hace imparable, ya porque el presunto delincuente es un don nadie que ejerce el papel de ejemplarizante Pericopajas. Cuando la independentista madrileña y nacionalista de España, Isabel Díaz Ayuso, en su candidez intelectual señala que el rey está desnudo porque puede hacerlo que para eso es rey, está disparando con un discurso fascista de monarquía absolutista. El rey es intocable haga lo que haga. ¿Qué la Constitución dice que “todos somos iguales ante la ley”?  Eso es para usted y para mí, pobres mortales de Valdorros, Lepe, Arrasate o Puigcerdá. Cuando esta misma indigente que es capaz de vestirse y peinarse por sí sola, dice que los habitantes de la Cañada Real, tendrán luz cuando paguen las facturas, está haciendo gala de una aporofobia de manual. “Los pobres son todos delincuentes, roban la luz para cultivar marihuana y por tanto tienen lo que se merecen. Los cortes del suministro eléctrico son un aviso por gañanes y por estar en un asentamiento alegal. Si fueran personas decentes les sería fácil conseguir de AvalMadrid 400.000 euros en un préstamo con el único aval de su persona aunque luego no puedan o no quieran pagarlo”. El único mérito de esta nacionalista ultra es que su simplicidad deja ver a las claras lo que es el partido al que representa, un partido fascista que cuando está en el gobierno no da respiro a la oposición, copando todos los poderes y estamentos del estado: jueces, radio, televisión, fiscalía, ejército,…, no reprime al pueblo con leyes como la ley mordaza o la ley Wert y cuando los votos de los ciudadanos cansados de su inmensa corrupción, les quitan el gobierno, apelan a la ilegitimidad del gobierno salido de las urnas, lo acusan de prodigar la falta de libertad, de intentar hacer del Poder Judicial un brazo del gobierno, de tener una radio televisión pública manipulada (en la que sin embargo sólo sale el PP y sus secuaces) y de instaurar un sistema comunista en un país dónde el rey está siendo investigado por presunta corrupción, los jueces afinadores afines al franquismo nombran a sus amigos para ocupar altos cargos a pesar de que su mandato lleva dos años caducado, y las autonomías que son gobernadas por ellos, para no respetar la ley de educación recientemente aprobada por una inmensa mayoría, adelantan el periodo de matriculación para intentar hacerle un quiebro a la nueva legalidad.

¡Menudo social comunismo!

A pesar de poder ser tachado como pesado y repetitivo, todo este apoyo de la fauna carroñera que se prodiga en la prensa y la televisión de este país, como esa señora cuyo marido está implicado en el caso Villarejo y va dando lecciones de dignidad en su corrillo de viejas del visillo televisivo, no es sólo por simpatía social sino por interés propio. La España que ellos defienden es la España medieval de monarquía absolutista de mastuerzos, en la que un jefe del estado está por encima de todo y puede hacer lo que quiera. Y con él toda su cohorte de bufones y desabridos que viven de su irradiación. Su España es la que les permite evadir capital a través de la oficina antifraude de presidencia del gobierno, mientras le embargan la pensión a una pobre anciana para pagar una multa por dar de comer a las palomas. La que entiende como “normal” que alguien pueda tener viviendo en un zulo y pagando dos euros al día por jornadas interminables de trabajo a 21 personas migrantes, o la que tiene como normalidad la explotación de los migrantes mientras se les echa en cara que vienen a España a robar. La España que estos mastuerzos defienden es la de la codicia, la inmoralidad, la perversión y la libertad para una clase privilegiada y el sometimiento, la sumisión y la vida en el constante miedo para los que les hacen el trabajo, a los que explotan.

Y esto proviene de una consecuencia. En el timo del tocomocho, es más sinvergüenza el que quiere aprovecharse de un pobre minusválido intelectual para quedarse con su dinero, que el timador que lo prepara sabiendo de la codicia del ser humano. En esta Monarquía garbancera, es más culpable el que permite la inmoralidad, la falta de derechos, la constante limitación económica, la corrupción, el dislate político y la indecencia moral pensando que algún día él puede ser de los defraudadores, de los evasores o de los corruptos o simplemente porque eso no va con él, que estos cuatro gañanes vagos, parásitos y sátrapas que utilizan desde el ejército a la judicatura, pasando por una prensa libela, para vivir y comportarse como lo que son, dictadores bananeros y miserias humanas.

Cuatrocientos años de oscuridad y cirios en la ortodoxia católica, cuarenta de miedo a morir fusilado sólo por dar opinión, y otros cuarenta de corrupción impune, han llevado a esta nación a la narcolepsia social, la sumisión congénita y el pasotismo del mundo feliz de un rastafari fumao.

Y así nos va.

Salud, feminismo, república y más escuelas, públicas y laicas.

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