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Para cuidar a los padres, mejor ser hijo único, que mal hermanado

Gonzalo Osés
Gonzalo Oséshttp://www.gonzalooses.es
Soy abre puertas, se me da bien conectar necesidades con soluciones. Me rijo por tres frases: la de mi madre “la vergüenza pasa y el provecho queda en casa”; la de mi padre, “la persona más feliz es la que menos necesidades tiene”; y la mía, “para crear valor hay que tener valor”. En plan profesional, soy FEO (Facilito Estrategias Operativas), cofundador de Xaudable, conecto innovación con el mercado, mentor y docente en @eoi y @SEK_lab. Emprendedor con mi startup de comida rápida saludable. Autor libro “abre puertas, cómo vender a empresas”. Miembro de @Covidwarriors. En otras décadas organicé en IFEMA la feria Casa Pasarela y fui gerente de un concesionario oficial en Madrid de motos Honda. Licenciado en Dirección y Administración de empresas por CEU San Pablo, diplomado en diseño industrial por IED (Instituto Europeo Di Design), master de comunicación aplicada en Instituto HUNE.
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análisis

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Tengo tres amigos cuyos padres, al igual que los míos, son parte de las 583.000 personas nonagenarias en España.

Para mi sorpresa, a pesar de que mis amigos tienen entre tres y cuatro hermanos más, a la hora de la verdad, se ven obligados a actuar como hijos únicos, por escaqueo de los demás.

Sus hermanos y hermanas son de es@s hij@s que van a las reuniones familiares, pero luego si te he visto, no me acuerdo. Más allá del finde que toca cuidar a sus padres para que libre la persona contratada para cuidarles entre semana.   

Conozco a la mayoría de estos hermanos y hermanas ausentes, los cuales son buena gente, y todos padres y madres, por ello, me cuesta comprender su actitud, hacia las personas que les materializaron en esta dimensión. Quizás, por costumbre de delegar en el hermano o hermana con más iniciativa, o porque tengan la vida muy hecha al rondar entre 54 y 67 años, y les dé pereza cambiar sus rutinas, que ninguno es rico. A su favor, hay que decir, que por lo menos no abandonan a sus progenitores en residencias u hospitales de alzheimer, uno de los motivos que llevó a Joan Iturat, a escribir el libro «Aquello que llevo dentro»

Mi amiga, le canta las cuarenta a sus dos hermanos mayores, uno ya jubilado, que hacen mutis por el foro, al dar a entender que el cuidado de sus padres, ya abuelos, recae en ella y su hermana, como mujeres que son.

En el otro extremo, uno de mis amigos, tiene solo hermanas, mayores que él, pero como mi amigo volvió a casa de su madre tras una separación, tres de sus cuatro hermanas se acostumbraron a que él sea el asistente de su madre. El cual, tras hacer equilibrios entre curro y atención, ha decidido irse a un piso compartido, para que sus otras tres hermanas se involucren en la asistencia compartida a la persona que les dió la vida. 

Lo bueno de ser hijo único para cuidar a mis padres, es que me ahorro la enésima frustración para gestionar la ayuda. Lo malo, las pocas veces que he tenido que acudir a urgencias con mi madre o mi padre y si la estancia se alarga, he tenido que llamar a algún amigo o amiga para que esté con el que se queda en casa.

Como dicen mis padres, la familia te la imponen, y los amigos se eligen, quizás esa sea la respuesta a esta columna. Porque el tiempo para estar con alguien se crea. Si quieres, siempre hay tiempo. 

Por cierto, ¿existirá el divorcio legal entre hermanos adultos? Donde una parte renuncia a su familia: sus progenitores, su herencia, apellidos, y hermanos y hermanas. Como un derecho al olvido digital, pero analógico. Así, los hermanos que sigan siendo familia, dejan de perder el tiempo en chats interminables, y se centran en lo importante. 

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