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Políticos de fortuna

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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Henry Kissinger expuso su filosofía en una famosa entrevista publicada en The New Republic en 1972. Su entrevistador hizo notar, después de oírle analizar su papel de consejero presidencial, que “escuchándole a Usted, uno se maravilla no de lo mucho que haya influido en el Presidente de los Estados Unidos sino de en qué medida ha sido usted influido por Maquiavelo”. La sugerencia era de tal calibre que Kissinger se mostro extremadamente ansioso de rechazarla. ¿Era él un maquiavélico? No, no, en absoluto ¿No había influido en el Maquiavelo en algún grado? En ninguno, en absoluto.

¿Qué hay detrás de la siniestra reputación que Maquiavelo ha adquirido? ¿Se la merece realmente? ¿Qué puntos de vista acerca de la política y de la moralidad política expresó realmente en sus principales obras? Su nombre sobrevive como un apodo para designar la astucia, la duplicidad y el ejercicio de la mala fe en los asuntos políticos.

Pero el tema crucial que analiza en el penúltimo capítulo de El Príncipe el de los poderes de la Fortuna en los asuntos humanos y encuentra que la situación en que la necesidad del consejo de un experto se muestra especialmente urgente es aquella en que un gobernante ha llegado al poder por obra de la Fortuna. Pongamos que hablo de Madrid.

En el momento en que Maquiavelo exponía esta pretensión, los Medici habían reconquistado su anterior ascendencia en Florencia por obra de un asombroso golpe de Fortuna, combinada con la imparable fuerza de las armas extranjeras proporcionada por Fernando de España.

Cuando Maquiavelo y sus contemporáneos se vieron impelidos, como en 1512, a reflexionar sobre el inmenso peso de la Fortuna en los asuntos humanos, se volvieron generalmente hacia los historiadores y moralistas romanos. Estos escritores habían dejado asentado que si un gobernante debe su posición a la intervención de la Fortuna, la primera lección que debe aprender es temer a la diosa.

Livio suministró una exposición particularmente influyente de este aserto en el Libro 30 de su Historia a lo largo de la descripción del dramático momento en que Aníbal capitula finalmente ante el joven Escisión. Aníbal comienza su discurso de rendición recalcando admirablemente que este conquistador ha sido en gran medida un hombre a quien la Fortuna nunca ha defraudado. Pero esto le induce únicamente a formular una grave advertencia sobre el lugar que ocupa la Fortuna en los asuntos humanos. No solamente es inmenso el poder de la Fortuna, sino que la mayor Fortuna es siempre muy pequeña como para fiarse de ella. Si dependemos de la Fortuna para elevarnos, estamos expuestos a caer de la manera más trágica cuando se vuelva contra nosotros, como es casi seguro que sucederá al fin.

Las implicaciones del argumento son exploradas extensamente en la Historia de Livio, en las que el éxito alcanzado por los romanos se explica siempre por el hecho de que la Fortuna gusta de seguir e incluso de servir a la virtud, y generalmente sonríe a aquellos que muestran tenerla.

Pero las más peligrosas de todas las conductas son las basadas en la falta de visión de futuro para darse cuenta de que la cualidad de virtú importa más que cualquier otra cosa tanto en los asuntos militares como en los civiles.   

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