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Promolítica

David Márquez
David Márquez
Escritor de artículos y ficción. Colabora con diversas publicaciones periódicas y ha publicado: ¿Y? (microrrelato) y DAME FUEGO (el libro) (microrrelato, poesía y otros textos), ambos trabajos inconfundiblemente en línea con el pensamiento y estilo que manda en sus artículos, donde muestra su apego a la libertad total de ideas, a lo humano y analógico, siempre combativo frente a cualquier forma de idiotez. amazon.com/author/damefuego
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análisis

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El promolítico de sonrisa falsa, muñequil, disfrazado de consejero, alcalde o presidente de comunidad autónoma y hasta del Gobierno, adopta con suma facilidad y domesticación el vocabulario de la pamplinología mediática, y suelta, dondequiera que va y se retrata, pamplinismos tales como «inteligencia artificial» o «metaverso» o «nosotros y nosotras» (por defecto, porque se dice), y el más escalofriante de todos: «el futuro ya está aquí». Porque el promolítico es un comercial de base, un publicista vicioso de la anáfora, un vocero del último artículo o concepto que le pasan desde la Corporación, vía asesores, el cual repite, cansino, falto de una mínima credibilidad y un criterio, ni siquiera uno de bote y transitorio. Y llama el promolítico a las pantallas y al voto de cada españolito que lo escucha y mira indolente, acostumbradísimo a la terminología pamplinista de este caradura, interpretando sus mensajes con el rigor que la evidencia demanda.

A pesar de esto el promolítico, no les quepa duda, persiste y desgrana sus pamplinas sin tener la más remota idea de lo que significan, ni para él, ni para el auditorio de concejales y reporteros que sufren la coyuntura. Y así se lleva a efecto el teatrillo, con la troupe de asistentes simulando atención a este promolítico experto en nada que no sea la verborragia de pamplinas, el marketing institucional y la falsa promesa. Y si nada el promolítico en un mar de permisividad es porque el pueblo lo vota y después olvida lo que aquel había pintado en su programa. Y así, el promolítico sigue vendiendo parcelas de esperanza virtual, quimeras para niños de cuatro a seis años, mensajes de la pamplinografía más avanzada, mostrándose al público igual que si fuera uno de aquellos políticos que, al menos, podían presumir de una sobrada cultura de la vida. No. El promolítico es una ineficaz marioneta comercial que continúa en el puesto porque la misión asignada no es vender, sino machacar con lo invendible, hasta que entre.

El promolótico sabe mejor que nadie que la industria pesada, su principal benefactora, depende de los hábitos, y ahí está él, para intentar modificarlos al gusto de aquella. Así que cuando estalle una guerra o la madre de las bombas, cuando arrasen el Valle de Abdalahís desde Álora y lo tapicen con placas solares y siembren torres de alta tensión junto a viviendas y escuelas y asesten el hachazo privatizador a la sanidad pública y caiga la Justicia, y suban los precios, y una máquina decida cómo debes vestir, comer, pensar y morir, con mascarilla y vacuna y chip incluidos, no lo dudes, amiga: el promolítico o la promolítica andará cerca promocionando las herramientas que harán posible el desastre de turno. Lo digo por si ya tienes tu papeleta en el sobre y pensabas que el promolítico se preocupa de lo que «verdaderamente importa». ¡Ja!

Si todos los aficionados al fútbol, racistas o no, utilizasen todo ese tiempo y dinero en ayudar, en crear, poniendo sus conocimientos al servicio del interés social, boicoteando falsas necesidades, luchando por los viejos, la calidad de los alimentos y el agua que tragan, la sanidad pública y la educación, quedaría manifiesta la condición de parasito de todo promolítico y toda promolítica. ¿Por qué si no son el fútbol, el deporte y todos lo pasatiempos, analógicos y digitales, elementos de promoción del promolítico? ¿De qué te quejas, votante?

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