¿En qué instante hemos dormitado la conciencia humana y social, y hemos quedado aturdidos ante el sinsentido de algunos usos que damos a la tecnología? ¿Dónde nos encontramos y dónde está el límite?
Hace unas semanas un grupo de adolescentes, insensatos y depravados, mientras un hombre se ahogaba ante sus ojos, lejos de prestar la ayuda necesaria, o en todo caso, alertar e informar a los servicios de emergencia y a las autoridades competentes para que pudieran en lo posible prestar auxilio al ser humano que intentaba salvar su vida, decidieron que la utilidad que le iban a dar al aparato de telefonía iba a ser para grabar como se ahogaba y posteriormente subirlo a las redes sociales, adquirir los deseados y preciados “me gusta”, ser famosos antes otros compañeros, y alcanzar a ser uno de los videos más vistos. A esto hay que añadir como trazo grotesco para rellenar la inhumanidad de dichas imágenes, los insultos que propinaron a la víctima mientras la misma intentaba salvar su vida.
https://www.youtube.com/watch?v=zzg3PyT1BPI
Lejos de la inmoralidad que supone el acto de los jóvenes, queda proyectado el despropósito que se ha asentado en la conducta social derivada de las nuevas tecnologías. El delirio inconsciente arrastrado y empujado por dicho uso convoca una preocupación que no debería quedar en segundo plano, sobre todo, porque con dicho acto esa irrealidad parece asentarse y planear como una parte más del paisaje cotidiano (ya son otros los sucesos que han sido noticia por conductas parecidas). Y lo peor es que, esa conducta queda ahí, propia y protagonista, se acomoda como un gesto más al que no prestamos mayor atención que para la mofa o la crítica, y obviamos algo dramático, y aunque en este caso, la muerte por ahogamiento del mismo no fue derivado de manera directa por dicho grupo de jóvenes, lo dramático como he dicho, además de aberrante y preocupante, es el gesto de catalogar un suceso de tales características, donde un ser humano luchaba para salvar su vida, como la posibilidad de grabar un video para subirlo a las redes sociales para que luego se vuelva viral.
En algún instante hemos dejado de atender a nuestro alrededor, de otear las nuevas conductas, nacidas de los presentes tecnológicos a los que quedamos sujetos, cegados por las nuevas posibilidades que ha traído la tecnología, y en ello, el naufragio nos ha atrapado y hemos perdido toda dirección.