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Rajoy rompe el confinamiento para hacer deporte en la calle

El ex presidente del Gobierno es cazado por los vecinos, que se han quejado del trato de favor

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análisis

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Mariano Rajoy siempre ha ido por libre, por su cuenta, a la suya y al libre albedrío. Nunca ha escuchado a nadie que supiera más que él sobre un tema. Para Rajoy, los expertos y peritos siempre han sido una serie de señores coñazo con los que no se debe perder ni un minuto de tiempo. Ahí está la hemeroteca para recordarnos cómo, siendo ministro del Gobierno, desoyó a los peritos de la Marina Mercante que se desgañitaron tratando de convencerle para que llevara el Prestige al puerto de Corcubión en lugar de alejarlo de la costa, rumbo a alta mar, tal como decidió hacer por su cuenta y riesgo. Al final ya sabemos cómo terminó todo aquello: él veía “hilillos de plastilina” saliendo del casco partido del petrolero cuando todo el mundo veía fluir chapapote a espuertas. Debió ser cosa de sus emblemáticas gafas de culo de vaso, que estaban mal graduadas.

Recuérdense además sus controvertidas opiniones sobre el cambio climático y cómo durante un tiempo propagó a los cuatro vientos que un primo suyo catedrático de Física en la Universidad de Sevilla le había garantizado que lo del calentamiento global era un bulo, ya que con la ciencia en la mano resultaba imposible predecir ni siquiera el tiempo que iba a hacer al día siguiente en Sevilla. Y así fue como el inefable don Mariano, siguiendo los consejos de un pariente cercano al que nunca le vimos la jeta, se hizo negacionista de la línea Trump, aunque es cierto que con el tiempo rectificó su error.

Sobre la crisis de Cataluña qué podemos decir que la historia no haya puesto en su sitio. Nunca escuchó a expertos constitucionalistas ni a magistrados o juristas con amplia experiencia profesional que vaticinaban un fiasco colosal para la Justicia española si se empeñaba en poner a los fiscales a trabajar en la elaboración de una teoría de la rebelión soberanista, un montaje que tras la sentencia del Tribunal Supremo se ha confirmado más falso que un test chino de detección de coronavirus. Simplemente Rajoy se limitó a no hacer nada cuando el “procés” se enquistaba y la bola creció y creció hasta hacer saltar por los aires las costuras del Estado.

Quiere decirse que Rajoy no es hombre que atienda a razones ni a sesudos expertos. No va con él. Se desconoce si esa personalidad irredenta le viene por su pedigrí de gallego tozudo e indómito o por su liberalismo individualista a ultranza, pero lo cierto es que él nunca ha creído en opiniones autorizadas ni otras zarandajas de expertos y siempre ha gobernado España como le ha salido del forro de sus caprichos. Tal es así que no solo ha pasado un kilo de los asesores y entendidos en los diferentes asuntos políticos que se le planteaban, sino que tampoco ha creído en el Estado ni en quienes lo defienden. Ahí quedará, para la posteridad, su famosa tijera con la que en tiempos de crisis perpetró agresivos austericidios contra servicios públicos esenciales como la Sanidad, medidas drásticas del más añejo capitalismo salvaje de las que hoy –cuando vemos caer a miles de enfermos en los pasillos de los hospitales sin que puedan ser atendidos por falta de personal sanitario– nos lamentamos cada minuto de cada día. ¿Cómo iba Rajoy a escuchar a los cientos de médicos y enfermeros que se lanzaron a las calles de todo el país, en “mareas blancas” ciudadanas, para protestar contra el desmantelamiento de la Seguridad Social y contra las violentas políticas privatizadoras? ¿Cómo iba a dejarse asesorar él por especialistas de la salud que ya entonces, en 2012, alertaban ante el riesgo que suponía retirar fondos de la Sanidad pública? Era mucho más cómodo gobernar de forma autoritaria, como un funcionario covachuelista y burgués del siglo XIX cómodamente recostado en el canapé y con el puro en la boca.

Hoy hemos sabido que aquel gran estadista que pasará a la historia por su retranca, por sus trabalenguas imposibles y por su filosofía política consistente en “no hacer nada y dejar que todo se pudra” ha roto el confinamiento contra la pandemia establecido por los expertos y ha salido a hacer ejercicio en los alrededores de su domicilio de Madrid, tal como informa La Sexta. A don Mariano se le puede ver echándose unas carrerillas en la vía pública con su famoso estilo algo ortopédico, robotizado y de trote cochinero. Al parecer, no es la primera vez que lo hace, ya que suele darse al running cada mañana y los vecinos, hartos ya, han decidido quejarse a las autoridades por el trato de favor.

Probablemente Rajoy no sepa que el decreto de estado de alarma prohíbe practicar deporte en la calle y obliga al confinamiento de todos los ciudadanos sin excepción (también de los ex presidentes del Gobierno, por mucho que le pese). Pero esos asuntos fastidiosos de la ley y el Estado y el orden cívico-comunista, para un liberal como él siempre han sido un auténtico peñazo que le han quitado tiempo para lo que de verdad le ha apasionado en la vida: ver los partidos del Real Madrid. A fin de cuentas, don Mariano siempre ha sido más del Marca que del BOE.

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