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Sebastián Romero Radigales, el salvador de Atenas

Es uno de los pocos españoles que ostenta el título de Justo entre las Naciones que otorga el Yad Vashem y su nombre, pese al oprobioso régimen al que servía, está ya ligado indisolublemente al del honor de haber salvado a centenares de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

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análisis

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El decreto del General Primo de Rivera de 1924 había otorgado la nacionalidad española a los judíos sefardíes descendientes de españoles, siempre que lo hubieran solicitado antes del 31 de diciembre de 1930. Pero mientras los italianos aceptaron el contingente italo-griego, las autoridades españolas se negaban a recibir a los habitantes de la Sefarad griega –así era conocida Salónica entre los judíos- que todavía hablaban castellano antiguo y poseían la nacionalidad española tras haber cumplido los trámites. En esas circunstancias terribles para los sefardíes de Salónica es donde debemos situar la aparición de la figura de Romero Radigales.

El periodista y escritor José Ramón Villanueva Herrero nos ofrece una semblanza de este diplomático:”Sebastián Romero Radigales (1884-1970) procedía de una familia originaria de Barbastro con amplia vocación política: su padre fue senador vitalicio durante la Restauración y su hermano José fue diputado por Huesca en varias ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII y llegó, más tarde a ser ministro con la CEDA durante el Bienio Negro republicano. Pero Sebastián no encaminó sus pasos hacia la política sino por  la diplomacia: su primer destino fue el de cónsul en Bulgaria (1925) y, posteriormente fue destinado a Moldavia (1927), San Francisco (1929-1933) y Chicago (1934). Pero el destino que marcaría su vida sería Grecia: primero, durante la guerra civil española, como agente del Gobierno franquista (1937-1939) y, desde abril de 1943, como Cónsul General de España, en plena ocupación alemana del país heleno”.

Sebastián de Romero Radigales llegó a Atenas en 1943 para asumir el cargo de nuevo jefe de la legación diplomática española. Grecia ya estaba bajo ocupación alemana y en marzo de 1943 había comenzado la deportación de los judíos de Salónica a Auschwitz. En un lapso de cinco meses fueron deportados 48.000 hebreos; la floreciente comunidad judía, que había existido desde la época helenística, fue casi completamente destruida.

Así relata los hechos la página web del Yad Vashem:”Por razones pragmáticas los alemanes consintieron en exceptuar a judíos poseedores de ciudadanía italiana y española de la deportación, con la condición de que regresasen a sus respectivos países. Los judíos italianos se salvaron y pudieron volver a Italia. Pero los que ostentaban ciudadanía española se toparon con la reticencia del gobierno español de permitirles ser repatriados”.

Cuando Sebastián Romero Radigales llegó a Atenas en abril de 1943, su primera carta, fechada el día 15, fue para agradecer al ministro Gómez Jordana su nombramiento como Cónsul general y nuevo jefe de la legación diplomática española, a la vez que expresaba su primera y principal preocupación, la lentitud de los trámites para repatriar a los 510 españoles de Salónica que tenían ciudadanía española. Al silencio de las autoridades franquistas, que conminaban a sus representantes a “no tomar iniciativas personales” se unía la animosa disconformidad de los alemanes. En documento fechado el 30 de abril de 1943 que consta en el Ministerio de AAEE alemán, el embajador en Atenas, Günther Altemburg deplora las “insistentes demandas de Romero” por las que se había visto forzado a posponer la deportación de varios centenares de judíos.

Así sigue relatando el Yad Vashem los esfuerzos de Romero Radigales: “El 13 de agosto de 1943 un grupo de 637 judíos poseedores de ciudadanía española llegaron a Bergen-Belsen. Romero Radigales continuó sin darse tregua con sus esfuerzos de proteger a esas personas, hasta que finalmente el gobierno español cambió su posición y permitió el traslado del grupo al Marruecos español. Los documentos de viaje llevaban la firma de Romero Radigales. Issac Revah, por entonces un niño, recuerda cómo se les permitió abandonar el campo en febrero de 1944. «Ser liberado de un campo nazi es un evento increíble. Todo ocurrió gracias a un hombre excepcionalmente valeroso y humano», escribió a Yad Vashem. Revah no olvidó las acciones de su salvador y se dirigió a Yad Vashem para que Romero Radigales sea honrado y reconocido como Justo de las Naciones”.

Sin embargo, pese al amor que Romero Radigales sentía hacia el mundo sefardí y especialmente hacia la ciudad de Salónica, poco pudo hacer para evitar su destrucción y detener la maquinaría criminal alemana. La ocupación nazi de Salónica (9 abril 1941) supuso el asesinato del 95 % de su población judía ya que, entre marzo-junio de 1943, unos 48.000 judíos salonicenses que fueron deportados a un fatídico destino:  el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Todo el patrimonio cultural y el legado histórico de esta importante comunidad judía de Salónica, conocida como la Jerusalén de los Balcanes, fue borrado del mapa para siempre. Hasta su cementerio, con casi 500.000 lápidas, fue destruido y sus tumbas profanadas. Muchas de sus lápidas, llevados los nazis por un odio sacrílego, fueron utilizadas para construir defensas militares, caminos hacia sus villas arrebatadas a los judíos, una piscina para los oficiales nazis o, simplemente, destruidas.

El balance final del trabajo de Romero Radigales fue muy positivo para centenares de judíos, tal como nos sigue relatando el periodista Villanueva Herrero:”El diplomático logró trasladar a 150 sefardíes de Salónica a Atenas desde donde más tarde pudieron ser enviados a la entonces Palestina británica y otros 235 pudieron mantener con vida en Atenas hasta el final de la guerra. También logró la repatriación de 365 judíos sefardíes que se hallaban en el campo de Bergen-Belsen, el mismo en el que murió Ana Franck, y que, después de múltiples penalidades, llegaron a España en febrero de 1944 con visados de tránsito, que no de residencia puesto que el régimen franquista no los admitía, para más tarde hallar refugio en el Protectorado de Marruecos o en diversos países de América.

A la vez, Romero Radigales se encargó de organizar el depósito de los bienes y valores de todos los repatriados para evitar que se apoderasen de ellos los nazis y que, una vez acabada la guerra, se encargó de devolverlos a sus propietarios o herederos” En cuanto a los judíos españoles de Atenas, Romero Radigales impidió también su deportación, pero no su ingreso en el centro de internamiento de Haldari, donde fueron liberados por las tropas aliadas al final de la guerra. El aragonés llegó a comprar una propiedad en Atenas a cargo de la legación, donde mantuvo durante meses a un centenar de sefarditas con inmunidad bajo bandera española.

Una vez concluida la guerra, el diplomático regresó a España y el asunto cayó en el olvido. A las autoridades españolas, que incluso habían enviado a la División Azul a luchar con Hitler, no les interesaba que se hablara de estos asuntos, pues delataba su tenebroso colaboracionismo con los nazis, y a Romero Radigales tampoco le interesaba que se profundizara en el tema, pues había esquivado de una forma hábil y valiente las órdenes que le llegaban desde Madrid. Cuando murió, en 1970, a los 86 años, nadie conocía su historia de heroísmo para salvar a algunos centenares de judíos en una situación realmente crítica.

Hasta el año 2014, en que el Yad Vashem lo reconoció como Justo entre las Naciones en un acto al que asistieron su nieta y un judío salvado por el diplomático, Isaac Revah, su figura no fue rescatada del inmerecido olvido y desmemoria en que estaba sumida la misma. El diplomático aragonés es el cuarto español, junto al también aragonés Ángel Sanz-Briz, el ángel de Budapest, José Ruiz Santaella y Eduardo Proper Callejón, que recibe el título de Justo entre las Naciones.

Finalmente, hay que reseñar que Sebastián Romero y otros diplomáticos españoles que, como él, ayudaron a los judíos a huir del Holocausto, fueron rescatados del olvido el año 2000 cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores de España dedicó una página web a su memoria, denominada “Diplomáticos españoles durante el Holocausto”, siendo Ministro Abel Matutes. Posteriormente, en el 2007, fueron homenajeados de nuevo en una exposición titulada Visados para la libertad organizada por la Casa Sefarad en Madrid.Era demasiado tarde para esos reconocimientos, pero, como dice el dicho, más vale tarde que nunca.

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