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Ser o no ser Ben-Hur

La loca, loca historia de Ben-Hur

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Es muy difícil hacer reír; y si uno observa a los cómicos más populares, la risa tiene que ver con la credibilidad del personaje por parte del farandulero, tal que se ve obligado a asumir el riesgo de hacer creer al público que ésa es su verdad. Pocas intervenciones más intensas que las generadoras de la risotada libre en caída, pasa un poco como con el terror: empatizamos tanto, es tanta la catarsis (aristotélica) provocada por la ficción que al público se le olvida su realidad.

De ello se trata. En lo serio merodean genialidad y medianía por igual, hay quien no siendo capaz de provocar nada oculta su falta en los textos y la solemnidad (de su fracaso). Trato de reivindicar la comedia como un instrumento dignísimo para la reflexión, y no pretendo originalidad, claro. He asistido, contorsionando, yo, a La loca, loca historia de Ben-Hur de la Cía. Yllana en el Festival de Teatro y Danza Castillo de Niebla, en Niebla (mantenido por los profesionales de la Diputación de Huelva durante décadas contra viento y partido), adaptación de Nancho Novo de una obra cuya popularidad novelística y cinematográfica ya es tópica.

Este Ben-Hur, jamás contado, es un canto a la Libertad personal, y bajo la aparente sencillez de los gags y lo manifiesto de una puesta en escena muy conseguida, sin grandes medios pero muy efectiva, consigue un trágala para el público (por naturaleza ecléctico) que se ve forzado a admitir con carta de normalidad la estupidez de todo lo humano (y divino) y lo injusto de la moral que constriñe nuestras vidas, nada más… fíjense.

El humor es tosco, directo, porque se trata de hacer reír para lubricar las consciencias: en este lubricar es un maestro Agustín Jiménez, y Fael García, Elena Lombao, Víctor Massán, Vincenç Miralles y María Lanáu no se quedan atrás porque arrastran los mismos tiros en las tablas y podríamos tener la tentación de pensar que eso es fácil, pero detrás hay un carisma y una preparación actoral muy consolidada, por encima del truco está el trabajo de unas actrices y actores que consigue arrastrar, integrar y sumergir al público en la obra hasta lo más profundo.

Funciona. La obra funciona, porque todo confluye a que sea así y un mínimo desajuste podría hacer que se viniera abajo, pero una profesionalidad milimétrica a prueba de saber ganarse la vida la garantiza. Funciona. Dije que contorsioné pero no fui el único, la carcajada y la respuesta automática de un público entregado (lo mismo que ocurre con los payasos y la niñez, y eso es muy grande…) hacen que una obra larga pase como un rato agradecido, me bastó mirar a mi alrededor para ver felicidad y lágrimas por igual.

SUPERFICIE: evidentes falos, gazmoñería mariquita, tontuna y sagacidad, violencia y caídas clásicas, utilería kitsch, garrulería machota, femenina víctima…

FONDO: ridiculización del tipismo, devastamiento de los roles familiares, desacralización de los mitos, reivindicación de la dignidad individual más allá de toda clasificación previa, subversión, vitalismo…

Resuena detrás una extraña simbiosis entre lo cortés británico de los Python y la chavacanería gringa de Mel Brooks, además en eco todo el humor que han usado los cómicos hispánicos en la últimas décadas, bien traído, sin hipocresías disimulantes… por ello, bajo la risa fácil está la reflexión fácil, el desarme moral que desemboca en sano escepticismo: perfecto papel purificador de la comedia clásica.

Totalmente recomendable en estos tiempos predichos por Margaret Atwood, si quiere usted relajar sus ideas y sus músculos del placer, La loca, loca historia de Ben-Hur es todavía la expresión de una sociedad libre que no impone sino que aspira a decidir, frente a los intentos de uncir la libertad y de asaetear el cuerpo con los bueyes y los dardos de la cerrazón ideológica. Obra digna de ser prohibida ya en muchas plazas, incluso nuestras. Si perdemos esta alegría, habrá ganado el horror. Cuidado.

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