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Torturas, celdas de castigo y abusos sexuales: así es el gulag de Putin en el que ha muerto el opositor Navalni

La comunidad internacional exige una investigación sobre el fallecimiento del disidente en extrañas circunstancias

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análisis

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La muerte del opositor ruso Alexéi Navalni ha puesto al descubierto la represión en las cárceles de Putin. Navalni, de 47 años, murió ayer viernes de manera repentina en la prisión en la que se encontraba desde diciembre pasado, según informaron los servicios penitenciarios de Rusia. “Se le practicaron los necesarios procedimientos de reanimación, que no dieron ningún resultado. Los médicos de urgencias constataron la muerte del condenado. Se están estableciendo las causas del fallecimiento”, aseguró el comunicado oficial del Kremlin.

No hace falta hilar muy fino para entender que esta muerte en extrañas circunstancias podría estar relacionada con la extrema dureza del sistema penitenciario ruso, donde los disidentes políticos sufren condiciones de internamiento que nada tienen que ver con los protocolos establecidos en los convenios internacionales sobre derechos humanos. De entrada, la falta de transparencia sobre todo lo que ha rodeado el caso Navalni hace presagiar lo peor. La lista de posibles eliminados en los últimos años es larga: Anna Politkóvskaya, periodista, una de las primeras en denunciar crímenes de Estado en las guerras de Chechenia; Alexander Litvinenko, exagente de inteligencia ruso envenenado con polonio 210; Borís Berezovski, oligarca, apareció ahorcado en su casa de Berkshire en 2013; Nikolai Glushkov, refugiado político en el Reino Unido desde 2017, murió estrangulado con una correa de perro en su casa de Londres; la familia Skripal: el exagente de la inteligencia militar rusa Sergei Skripal, y su hija Yulia, fueron envenenados con el agente nervioso novichok en Salisbury; Kirill Zhalo, diplomático ruso, de 35 años, fue hallado muerto frente a la embajada rusa en Berlín en 2021; Alexander Perepilichnyy, huido al Reino Unido en 2009, fue encontrado sin vida mientras hacía footing cerca de su casa en Weybridge; Yegor Prosvirnin, el cuerpo desnudo de este bloguero de 35 años apareció en una calle de Moscú en 2014; Dan Rapoport, partidario de Navalni, apareció muerto a las puertas de un apartamento en Washington; y Boris Nemtsov, viceprimer ministro con Yeltsin, asesinado de cuatro tiros por la espalda en las inmediaciones de la Plaza Roja.

Las fuentes del gobierno ruso han explicado que después de dar un paseo en la penitenciaría IK-3 de la localidad de Jarp (distrito autónomo Yamalo-Nénets), Navalni “se sintió mal”, tras lo que “perdió el conocimiento”. Los equipos médicos de urgencia acudieron de inmediato a la prisión para atender a la víctima, que cumplía casi 30 años de cárcel por diversos delitos, aunque no se pudo salvar su vida, siempre la versión del Kremlin.

El gulag de Putin

La cárcel siberiana no es un mito en el régimen de Putin. Todo aquel que tiene la desgracia de caer allí por razones políticas corre serio riesgo de no salir con vida. “En una operación punitiva contra presidiarios acusados de un motín hubo humillaciones y violaciones, según testimonios recopilados por la AFP, algo que no es aislado en el universo penitenciario ruso”, asegura el portal SWI (swissinfo.ch). Según esos testigos, muchos presidiarios fueron torturados durante meses en “celdas de presión” de la región de Irkutsk, sufriendo golpes y violencias sexuales propinadas por detenidos a la orden de guardianes. También se sospecha que los funcionarios utilizan la práctica del ahogamiento controlado para doblegar la voluntad de los detenidos.

Rustam y Alexei –los nombres fueron cambiados por temor a represalias– estaban entre las víctimas de los maltratos planeados, según la oenegé especializada Gulagu.net, para hacerles confesar su participación en una revuelta en abril de 2020 en la colonia número 15 de Angarsk, no lejos del lago Baikal. “Vi corredores cubiertos de sangre y muchos presos inconscientes en el suelo”, afirma Roustam, 40 años, desde Tayikistán, de donde es originario.

El temido proceso de traslado a otra prisión más dura, conocido como “etapirovanie”, puede prolongarse durante semanas, tiempo en el que el recluso suele estar incomunicado. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea (UE) o Amnistía Internacional (AI) expresaron su inquietud por la suerte de Navalni, enemigo número uno del Kremlin.

La muerte del disidente podría ser un caso más de represión con resultado letal a falta de que se esclarezcan las causas de su muerte. Los servicios penitenciarios rusos anunciaron el envío de una comisión de funcionarios de prisiones y médicos de su aparato central en Moscú para aclarar las circunstancias que rodearon el fallecimiento del reo. La portavoz de Navalni, Kira Yarmish, ha asegurado que los correligionarios del opositor no tienen aún confirmación del deceso y que su abogado partirá en breve hacia Yamalo-Nénets.

En diciembre pasado, Navalni fue trasladado desde una cárcel en la región de Vladímir, a menos de 200 kilómetros de Moscú, hasta una prisión en el círculo polar Ártico, cerca de la cordillera de los Urales. La localidad de Jarp, que tiene unos 6.000 habitantes, se encuentra a casi 2.000 kilómetros de la capital o unas 45 horas en tren desde la capital rusa. Jarp está a menos de 50 kilómetros de Salejard, la capital administrativa de este territorio que tiene una superficie mayor que la de Francia, pero que está poblado por solo medio millón de habitantes.

Según uno de sus colaboradores en el exilio, Iván Zhdánov, la cárcel lleva el nombre de Lobo Polar y es considerada una de las prisiones más lejanas de la civilización de toda Rusia. Navalni, que regresó a Rusia en 2021 tras ser envenenado el año anterior, según sus aliados, por el Servicio Federal de Seguridad, fue trasladado tras anunciar una campaña contra la reelección del presidente ruso, Vladimir Putin, en el poder desde el año 2000. El 20 de agosto de 2020, cuando Navalni de desplazaba en un vuelo desde la ciudad siberiana de Tomsk hasta la propia capital rusa de Moscú, el avión realizó un aterrizaje de emergencia en Omsk, donde fue hospitalizado, inconsciente y en estado grave, en cuidados intensivos. Su portavoz, Kira Yármysh, señaló que había sido envenenado con alguna sustancia mezclada en su té. Era lo único que había tomado aquella mañana. Los médicos informaron de que, según testigos que acompañaban a Navalni, la toxina había sido absorbida con mayor rapidez porque el líquido estaba caliente. Yármysh informó que Navalni fue asistido con un respirador artificial y que se había exigido a la policía que acudiera al hospital para denunciar el envenenamiento.

Navalni, candidato a las elecciones municipales en Moscú de 2013, fue declarado culpable de malversación de fondos y condenado a cinco años de prisión por la justicia rusa. Desde entonces sufrió un calvario perpetuo. La sentencia fue denunciada por la Unión Europea y Estados Unidos como un proceso irregular influido por intereses políticos.

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2 COMENTARIOS

  1. Parece que solo los criminales pueden gobernar y mantenerse en el poder. Cuando acabe el folletín de Trump ya decidiré si América es mejor. Porque se puede matar de muchas maneras y sin tocar la víctima. «Nadie mató al burro, solo dejaron de darle de comer». Según la ley el Sr. Navalny fue condenado según los jueces … Igual que aquí muchos jóvenes, políticos que querían cambiar las cosas, como Podemos. Aquí, de momento, solo los mataron políticamente. Putin es un criminal que no debe escaparse a la justicia, igual que Netanyahu.

  2. 15 minutos después de la muerte de Navalny el ministro de exteriores sueco dijo que lo había asesinado Putin, sin embargo los suecos tardaron un año y medio en cerrar la investigación sobre el Nord Stream sin hallar culpables. De ahí la expresión hacerse los suecos.

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