Me lo cuenta horrorizada, desconcertada, incómoda, molesta, levemente irritada, mi señora, mi mujer, mi esposa, mi marida.
-¿Sabes que el guionista de Barrio Sésamo ha dicho que Epi y Blas eran homosexuales?
Y enseguida añade Lola, ahora cabizbaja, pequeña, casi asustada, aceptando a cualquiera sea cual sea su sexo y tendencia, pero triste por el engaño:
-Nunca lo habría imaginado.
Algo tengo que responderle, animarla, para algo soy su marido. E inmediatamente me imagino a Epi y Blas en la pantalla de un televisor debatiendo sobre el tema, hago las voces y señalo los apuntes finales del guión:
-Oye Epi, ¿tú sabías que éramos homosexuales?
-¿Homosexuales? Espera que lo busco, ah maricas. Los maricas molan.
-Ya, ya lo sé. Eso ya lo sé, Eeepi, que los maricas molan, y los bomberos y Hans Solo en la Guerra de las Galaxias, pero ¿tú sabías que éramos homosexuales, o maricas?
-Nunca lo había pensado, Blas.
-Ah no.
-¿No?
-No.
-Pero si te preguntaran ¿tú que dirías?
-No, que no. Que nosotros no.
-Ah no, ¿por qué no? A lo mejor molaba.
-Molaba sí o molaba no, Blas. Pero nosotros no.
-¿Por qué no?
-Pues porque somos muñecos, Blas.
-En eso tienes razón, Epi.
-Sí, claro que tengo razón, Blas. Eso de la sexualidad es cosa de los humanos. A nosotros nos da igual, dormir con un niño o una niña o un perro o un cuervo o un robot o…
-Vale Eeepi, vale, ya lo entendí. Entonces no.
-No.
-Ah, pues ya me siento mejor.
-Y yo también.
-Aunque cuando nadie mire…
-¡Blas!
-No, si era por decir, pensé que sería gracioso, pero ya me callo.
-Nos callamos los dos.
Y ambos muñecos se quedan mirando a cámara con la cara de tontos que tantos aplausos y éxitos les ha dado, les dará y les dio.
Y Lola se rió, volvió a recordar la pureza de corazón de los muñecos de su infancia, y su marido, que soy yo, al verla otra vez tranquila, recuperé la compostura y me sentí mucho, infinitamente, mejor.