Está en lo alto del podio, ante la incredulidad del mundo entero: Sebastian Vettel. Incluso a él le cuesta creérselo: está llorando.
“Las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen” (Gracián, Oráculo). Y lo que parecía era que Vettel estaba acabado, que al final de esta temporada no le iba a quedar otro remedio que retirarse de la F1, porque ya estaba muerto, liquidado, amortizado.
La sobresaliente actuación de Charles Leclerc el sábado en Singapur no hacía sino confirmar el auspicio: “Vettel ya no tiene nada que hacer”, “Ha aceptado que es el segundo piloto de Ferrari y ya está más tranquilo”.
No había aceptado nada, él seguía luchando, Vettel seguía luchando, y cuando se le ha ofrecido la oportunidad ha sabido aprovecharla sin pestañear, pero…
Pero que nadie piense que ha sido una casualidad, que en Ferrari no sabían lo que iba a suceder, lo que muy previsiblemente podía suceder, cuando le dan prioridad a Vettel para cambiar neumáticos. Porque cuando le hacen entrar, so pretexto de adelantar a Lewis Hamilton, a la sazón segundo detrás de Leclerc, también dan una orden al monegasco, una orden simultánea:
-Charles, ralentiza a Hamilton todo lo que puedas.
Y Leclerc, a quien nadie le cuenta que Vettel va a entrar en boxes, obedece; el buen chaval: obedece. Aún no es zorro viejo, Charles Leclerc; a los comentaristas se les cansa la lengua de repetir lo grande que es su madurez a pesar de la edad, pero no es para tanto: le sigue faltando experiencia, le queda todavía demasiada nobleza dentro y en la política el exceso de nobleza suele ser motivo de derrota.
Leclerc habría ido lo más rápido posible si hubiese sabido que metían a Vettel a cambiar neumáticos antes que a él. Pero su ingenuidad le ha costado quedarse sin ganar la carrera.
Esa misma ingenuidad hemos podido verla, y nos ha sorprendido en Las almas y la F1, en el equipo de comentaristas que desde Movistar+ sobrevuelan las carreras. Todos, Toni Cuquerella, el gran Lobato, el maravilloso Pedro de la Rosa, parecían convencidos de que había sido una casualidad, que Ferrari no se esperaba lo sucedido, y confiaban que Vettel saldría detrás de Lecler.
¡Já!
-No entiendo porque Lecler no tira -dice Lobato.
-Le habrán dado orden de ralentizar -responde, también extrañado, de la Rosa, o quizá Cuquerella.
Dos más dos no son ni tres ni cinco, lo más normal, excepto que un punto caiga del cielo o se pierda en el infierno, es que sean cuatro.
Y cuatro eran: sumamos dos por Vettel entrando primero, y sumamos otros dos al dar la orden de ralentizar a Hamilton a Leclerc. Cuatro.
En Ferrari: sabían perfectamente lo que hacían.
Y aunque es casi imposible que Hamilton no gane el mundial este año, el único que podría haber soñado con arrebatárselo era Leclerc. Lecler, a quien el destino y la estadística ya han castigado con dos abandonos o carreras sin puntuar; a Hamilton no le ha tocado ninguna vez. Supongamos que Hamilton no puntúa en dos carreras y que Lecler las gana todas: había una posibilidad, que hoy se ha reducido un poco más.
Pero son hermosas las lágrimas de Vettel en el cajón más alto. Es hermoso ver a Ferrari haciendo un doblete ganador. En Diario16, en Las almas y la F1.
, fuimos los únicos en la prensa mundial que apostamos por Ferrari.
Y estamos contentos por Ferrari, contentos por Vettel. Y deseando ver que pasa en el Gran Premio de Rusia. Si la política no vuelve a jugarle en contra, quien subirá en el autódromo de Sochi a lo más alto -es nuestro humilde pronóstico- será Charles Leclerc.
Tigre tigre.