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¿Quién me vacuna del «virus neoliberal»?

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análisis

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Anda, que no está movido el patio con el “mercadeo” de vacunas por parte de las grandes compañías farmacéuticas… Que si la ‘Pfizer’ se retrasa en el suministro porque tiene que reajustar su línea de producción para hacer frente al aumento de la demanda… Que si ‘Moderna’ acaba de empezar su distribución y también va con retraso… Y no digamos ‘Astra-Zeneca’, compañía anglo-sueca con la que la Unión Europea había firmado un acuerdo para adquirir 400 millones de dosis y que ahora se descuelga con que en el primer trimestre solo suministrará el 40% de lo previsto.

Entre tanto, cada día que pasa con estas discusiones mueren en Europa miles de personas.

Desde Bruselas se insiste en que hay que cumplir  los contratos (axioma liberal irrefutable) y se recuerda que la U.E. ha invertido miles de millones en el desarrollo de la vacuna. La compañía aduce que solo se habían comprometido a “hacer el mayor esfuerzo para entregar las dosis”, pero no autoriza a hacer público el contrato, sometido a una estricta “cláusula de confidencialidad”. Esto último no es de extrañar, ya que en esos contratos las farmacéuticas quedan eximidas de toda responsabilidad en el caso de que la vacuna cause algún tipo de daño: si algo sale mal, paga cada Estado, pero si sale bien los derechos pertenecerán a la empresa, sin importar que las investigaciones hayan sido financiadas con dinero público.

Flotan en el aire, como si fueran aerosoles, algunos rumores desasosegantes: que si se están vendiendo vacunas al mejor postor; que si ‘Astra-Zeneca’ se pilló los dedos vendiendo mucho más barato que sus competidoras; que si se da preferencia a los países que permiten acceder al historial médico de sus habitantes; que si hay países en Europa que han empezado a comprar por su cuenta…

Entre tanto, cada día que pasa entre estos “dimes y diretes” siguen muriendo en Europa miles de personas y dejan de vacunarse otros tantos.

Si dirigimos la mirada al tercer mundo… ¡cerraremos los ojos con fuerza! Aunque la tan denostada Cuba, sometida durante décadas a un estricto embargo económico y tecnológico, está siendo capaz de desarrollar una vacuna, ‘Soberana 2’, con la que prevén tener inmunizada a toda su población este mismo año, sin pagar miles de millones a ninguna gran corporación.

Según la doctrina Neoliberal el Mercado se auto-regula sin que tengan que intervenir los estados. Pero la realidad es tozuda y nos dice otra cosa. Pese a lo cual puedo aceptar “pulpo como animal de compañía”; pero lo que no admito, aunque no me queda otra que aguantarlo, es que los sectores estratégicos estén “regulados” por este Mercado insaciable e insensible, que juega con los beneficios y las vidas humanas. La Energía, las Comunicaciones, la Seguridad, las Infraestructuras y, por supuesto, la Salud, deben seguir siendo controlados por el Estado. De esta forma se evitarían situaciones como la que se da en España: la investigación pública que se lleva a cabo en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas mantiene tres líneas de trabajo en vacunas COVID, tan eficaces o más que las actuales, pero con insuficiente financiación e investigadores con contratos precarios. Estas investigaciones avanzarían rápidamente con una parte de la jugosa financiación pública invertida en las farmacéuticas y con la colaboración de empresas privadas que quieran participar en un proyecto público-privado. Lo mismo ocurre en el Instituto Louis Pasteur de Francia y en…

Así pues, el problema es global. La ideología Neoliberal también “impregna” a la C.E. que prefiere pagar a empresas privadas en lugar de buscar una patente propia. Al menos hasta el momento.

Entre tanto, cada día que pasa hablando de dosis y de euros, miles de personas siguen muriendo…

Cuando me toque… ¡yo quiero la doble vacuna que me proteja del COVID y del virus neoliberal!

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2 COMENTARIOS

  1. En un mundo ideal las empresas públicas funcionan mejor que las privadas en el mundo real sucede lo contrario. Cuando los políticos controlan las empresas como el dinero no es suyo y solo están de paso se despreocupan de la rentabilidad, enchufan a sus amigotes tan ineptos como ellos mismos y al final las empresas públicas se convierten en una pesada carga que hay que mantener a base de dinero público.
    Alguien se imagina como funcionaría una famaceutica pública, gestionada con criterios criterios políticos, por gestores de tan reconocida solvencia como Illa o Pablo Iglesias.

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