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Absoluta desesperación

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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Según las noticias llegadas de Other News un titular resalta esta escueta línea: “Arrojad una bomba nuclear sobre Gaza y exterminarnos”. Que no quede nadie, que se nos borre del mismo mapa. Es la desesperación total. Que pasee de mí este cáliz, se dijo también en otros tiempos, pero con total actualidad. Que no puedo más. Que venga la muerte.

Es todo demasiado fuerte. No se puede creer, pero esto es ahora mismo la realidad. Sería más piadoso el exterminio que dejarles vivir en su tierra, ya que no lo podrán hacer. Debe estar todo destruido. Cada siglo que pasa es más terrorífico que el anterior. Por si todavía lo supiéramos, resulta que las armas están hechas para matar y exterminar a toda una población.

Con la potencia de la que están dotadas en la actualidad un país puede quedar destrozado en poco tiempo. Pero, ¿quién va a producir semejante barbaridad? Pues cualquiera que pueda y sea una bestia exterminadora. No se trata de ciencia-ficción, es posibilidad real.

También se trata con ellas de disuadir a los locos que no se atrevan a hacerlo, porque ellos también recibirán su merecido. La respuesta será la misma: me destruyes, pero tú también serás destruido. Y es así. Yo lo fui primero, pero tú vendrás detrás. Si no hacen esto los que fueron masacrados antes, lo harán sus aliados, los villanos, porque ya no habrá ni siquiera héroes.

¿Quién puede considerar héroe al que apriete un botón, por sí mismo o a través de la Inteligencia Artificial, destruyendo así al enemigo, que ya no es humano, porque se ha convertido en un Leviatán, que sólo sabe matar, cuando está programado para ello? No sabe hacer otra cosa. Esta es su única función.

Tenemos que habituarnos a pensar así. Esto no es solo cine, si no la posible realidad inmediata. ¿Qué mundo hemos construido? En esto emplean los gobiernos mundiales tantos millones de dólares como se gastan cada día. Dirán que tiene que hacerlo para que no les ataquen ni a ellos ni a sus aliados. Para bellum: prepara la guerra y así tendrás la paz. ¿No sería mejor trabajar y vivir para hacer la paz?

No, ya que nos atrevemos a establecer la paz, pero sí estamos habituados a la pelea y, en último término, a la guerra. No somos humanos para vivir en compañía de nuestros semejantes. Somos simplemente lobos. O ni siquiera esto. Aquellos matan, cuando tiene hambre, y así se alimentan y viven, no lo hacen para exterminar a otras fieras.

Los están matando como algo venenoso. Deben tener la convicción de que con que quede solo un sujeto volverá a trasmitir la esencia a la nueva especie que se define como energía mayor que la anterior, la cual se vengará del sacrificio de sus congéneres anteriores exterminados, y volverán a resucitar de nuevo.

¿Cómo es posible que solo quede la alternativa: conmigo o contra mí? ¿Tan limitada es su perspectiva? ¿Tan grande es su complejo de inferioridad? ¿Qué tienen inyectado en las venas, además del odio? ¿Cómo se puede vivir así? ¿Por qué el resto del universo no se rebela contra ellos e impide tantos desmanes y tanta inhumanidad? ¿Cómo se puede justificar la destrucción de Gaza y la totalidad de los asesinatos?

Si todo esto tuviera un factor religioso, la misma religión quedaría destruida. Cualquier atisbo de trascendencia caería por su base. Pobre la religión que justifica semejantes hechos.

Estados Unidos ha enviado todo el material, todo su apoyo a un aliado como este y sigue animando sin mover siquiera una pestaña. El diablo se ha tenido que meter en las personas de los presidentes de los dos países y se está haciendo carne con ellos.

Tal ignominia israelí carece de toda justificación. En muchos textos, de la Biblia judía Dios se asocia con la violencia. Giralt de modo expresivo llama a esto un “sacralización de la violencia” y solo cuando Dios vence a los enemigos se manifiesta su gloria. Netanyahu está asesinando ahora en nombre de Dios. Aceptamos semejante pesadilla.

Parece que Palestina y su territorio fue la tierra prometida, por esa razón pertenece a Israel por derecho (divino) y nadie sin matar a Dios se la puede arrebatar. Se trata de una especie de neurosis universal.

No sé cómo puede interpretar Netanyahu un texto tan breve y severo como  “No matarás” (Éxodo 21, 13). Son dos palabras definitivas, pero ni siquiera esto parece que les vale. No sé si Dios les perdonará. Los hombres y las mujeres actuales, sean o no religiosas, creo que nunca lo harán.

No pueden hacerlo, porque el pecado y su perdón exigen una penitencia que cumplir, resolver el mal cometido. Lo que está destruido, que Gaza al completo no se puede reconstruir ya. Se puede destruir, pero reconstruir el original es imposible. Al primer ministro israelí tampoco le puede perdonar la historia. Solo puede maldecirlo como el responsable del mal. Esto hay que recordarlo siempre para no volver a repetirlo nunca más.

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