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Algaradas

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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Cuando salieron del segundo sótano, una horrible visión se les quedó impregnada en el alma. Lo que antes eran árboles, zonas ajardinadas y un precioso bulevar por dónde corrían los niños, ahora eran escombros, polvo, tonos grises y desolación. Fue entonces cuando Nahid, abrazando a su bebe de apenas dos meses, le dijo a su marido Bilal que tenían que salir de allí.

Cruzaron la frontera de Siria y tras un par de meses en un campo de refugiados, llegaron a Valencia a través de una larga travesía por el Mediterráneo. Corría el año 1998 y rodando por medio estado,  encontraron cierta estabilidad en una barraca en las afueras de Madrid. Bilal, doctor en medicina, había encontrado trabajo como auxiliar de enfermería en una clínica privada dónde le prometieron actualizar su documentación para que le reconocieran la titulación en España. Cuando la suerte viene de cara, todo sale rodado y Nahid, licenciada en periodismo, también encontró trabajo como administrativa en una pequeña gestoría. Con dos sueldos, aunque pequeños, les concedieron una hipoteca con la que poder pagar una casa de cincuenta metros cuadrados en un modesto barrio de las afueras.

Corría el tiempo y los papeles de Bilal no acababan de arreglarse. La única solución que le daban, era la de volver a su lugar de origen e intentar conseguir allí la documentación que acreditara su cualificación. Con mucho esfuerzo, pagaron un pasaje en avión hasta Tripoli. Dos días después, un misil israelita acabó con su vida y la de otros treinta y ocho pasajeros de un autobús que se dirigía a la frontera. El ejército de Israel comunicó a la embajada de España que formaban parte de un convoy militar camuflado.

Llegó la crisis del 2008 y todo se fue al garete. Las empresas comenzaron a despedir a la gente, los bancos a cambiar las condiciones de las hipotecas primero y después a deshacerse de los deudores vendiendo su deuda a empresas sin escrúpulos. Nahid, que, tras la muerte de su marido, y con un sólo salario apenas si llegaba a poder satisfacer la cuota mensual de la hipoteca, negoció primero con su banco otro préstamo a más largo plazo que le permitiera bajar la cuota mensual. A los once meses de firmar la nueva hipoteca la gestoría cerró y se quedó sin ingresos. La situación económica empeoró y el banco vendió su préstamo a BlackRock, un grupo de sinvergüenzas que extorsionan a los deudores para hacerse con sus viviendas a bajo coste y luego alquilarlas a precios desorbitados. A Nahid y su hijo, les protegía la ley y, aunque habían dejado de pagar las cuotas de la hipoteca por falta de fondos, tenían derecho a seguir en su piso hasta que la situación mejorara. Pero los nuevos dueños de su préstamo no pensaban lo mismo. Querían la vivienda en dación, cuanto antes. Primero vinieron las advertencias en el propio domicilio. Al principio de buenos modos. Luego ante la negativa de Nahid a abandonar su vivienda, con veladas amenazas mafiosas. Como tampoco consiguieron amedrentarla, en poco, vinieron las llamadas telefónicas a cualquier hora del día. Más tarde comenzaron con el acoso telefónico nocturno. Siempre desde números ocultos. La vida se hizo insoportable. No podían vivir, ni dormir. Nahid buscó trabajo en una mercería de barrio. A los pocos días, su jefa le dijo que debía despedirla porque la habían amenazado con quemarle la tienda si Nahid continuaba trabajando allí. Al final claudicó y decidió abandonar el piso. Las amenazas cesaron de inmediato, pero la dación del piso no cubría la deuda del préstamo. No podría volver a pedir otro préstamo mientras no saldara el anterior y, en cuanto volviera a tener ingresos, debería dedicar una parte al pago del préstamo hipotecario.

Han pasado los lustros y Nahid ha malvivido como ha podido todos estos años. Ahora, su hijo, ya mayor, tiene un buen trabajo en una empresa de transportes. Han alquilado un piso en la otra punta de la ciudad a nombre de Raed, el hijo de Nahid. Ella, a sus cincuenta y cuatro años, ya no encuentra trabajo de nada que no sea limpieza o asistenta. Por supuesto en la economía sumergida. La vida que ha tenido ha sido muy dura lo que le ha pasado factura en la salud. Estuvo varios años trabajando en una residencia de ancianos, cobrando en negro para que el banco no se quedara con su salario, lo que le ha provocado una lesión en la espalda provocada por el peso de mover ancianos. Tiene los dedos de las manos agarrotados y torcidos por la artrosis y apenas si puede fregar los cacharros en su casa. Le han denegado varias veces el IMV porque su hijo, con el que vive, cobra 1.200 euros de salario mensual. Y no tiene derecho al paro por haber trabajado en negro.

Después de toda una vida de calamidades, tiene un techo dónde cobijarse. Un techo que paga su hijo y que tienen que compartir con otras cuatro personas para poder pagar la renta de novecientos euros con un salario de mil doscientos. Cada uno de los otros cohabitantes del piso de setenta metros cuadrados le paga a Raed 250 euros por habitación a cambio de compartir piso como si todos fueran estudiantes.

Jose Luis, uno de los compañeros de piso, cobra el paro para mayores de 52 años. Cuatrocientos ochenta euros de los que 125 son para pagarse la cama de la habitación que comparte con Ignacio, un sexagenario que cobra 720 euros de pensión y que hace años perdió, casa, familia y vida de la misma forma que Nahid.

*****

Algaradas

Se rompió España. Al menos eso dicen aquellos que no sólo votaron NO en el referéndum de la Constitución del 78, sino que ya entonces hicieron campaña con ese mismo lema en su contra y que ahora, una vez que siguen actuando como lo han hecho desde 1930, y que, en realidad el documento constitucional es papel mojado y que sólo sirve, al igual que servía el Fuero de los españoles, para mitigar los delitos de los poderosos y agigantar los de aquellos que se salen del tiesto, se proclaman constitucionalistas y se han  vuelto a «adueñar» tanto de la Carta Magna como de aquellas instituciones que deberían ser garantes de la misma.

Me resulta llamativo que estos gañanes (payasos justicieros) se quejen de la ley de amnistía, cuando es una clara derrota del catalanismo. Las formaciones políticas independentistas catalanas han claudicado, admitiendo que en el 1-O hicieron algo ilegítimo e ilegal, cuando en realidad a lo único que se dedicaron es a montar una función de referéndum, un teatrillo que no tenía ningún recorrido y que era una farsa. En un estado democrático de verdad, ni debieran haber sido juzgados por sedición, ni siquiera podrían haber sido acusados de malversación, porque el dinero público se gasta en iguales condiciones en cientos de medidas improductivas similares (juzguen ustedes mismos), como por ejemplo, subvencionar medios fascistas para que te hagan la ola. Resumiendo, que la amnistía no sólo no rompe España, sino que es una claudicación en toda regla del catalanismo soberano que, en unos meses verá como además el PSC, les pasa por encima en las elecciones dejando a Junts y a ERC compuestos y sin estado.

Muchas veces he comentado en mis escritos que Pedro Sánchez es un Fake. Y el hecho de que lo sea, no le quita el mérito de engañabobos. Adelantó estratégicamente las elecciones en un momento en que SUMAR era un proyecto en auge, para así quitarse de en medio a los incordios de Pablo Iglesias, que aunque sumisos, se caracterizan por dar mucha turra. Es como tener constantemente un zángano rondándote el oído. No pica, se dedica a lo suyo, pero te acaba poniendo la cabeza como un bombo. Ahora, que Podemos ya no existe para el la mayor parte de los españoles, además, le acaba de dar una nueva estocada saltándose por encima de la ejecutiva, proponiendo como ministro a Nacho Álvarez, sabiendo que ni él mismo podría aceptar el cargo sin el respaldo de sus compañeros. Además, SUMAR ha resultado ser sólo una alegoría de una señora con una sonrisa falsa de la que el votante no se puede fiar, pero que servirá fielmente al objetivo del hijoputismo de este régimen indecente. Lo importante para  «Perroxanxez» era la elección como presidente del Gobierno. Para gobernar no le hacen falta ninguno de sus «fiadores» de la investidura porque cualquier ley que quiera modificar el régimen en favor de los poderosos, contará con el beneplácito de los del charrán sentenciados varias veces por CORRUPCION.

Por tanto, Pedro Sánchez sólo es uno más de este R39, sumiso del imperio y de la UE. Si quieres saber de qué pie cojea un gobierno fíjate en tres ministerios: Defensa, Interior y Economía. Cualquiera de estos tres ministros ( o ministras) del gobierno en funciones podrían ser perfectamente ministros de un gobierno que presidiera el vago inmilico con pinta de talibán afgano.

Romper España es como romper el hielo, algo materialmente imposible. Y más cuando España es una entelequia efímera en el tiempo y etérea en su concepción. Si España no se ha roto por falta de asistencia sanitaria, por una espera de 10 días para el médico de atención primaria o más de un año para operarte como en Madrid, los españoles que sufren las eternas listas de espera, SI. Y da igual si viven en Burgos, en Madrid o en Tarragona. Si España no se rompe porque se diluya el presupuesto público hacia las empresas del sector sanitario o educativo,  los españoles que no pueden alimentar a sus hijos y a los que los gobiernos del PP niegan el pan cerrando comedores escolares y becando a los ricos dejando que los pobres no puedan ni comprar el material escolar, SÍ. Si España no se rompe porque haya 4 millones de viviendas vacías o porque se dejen sin casa cada día a más de 100 familias, los españoles que se quedan en la calle o los que tienen que dedicar el 50 % de su salario o compartir vivienda como si fueran estudiantes para sobrevivir, SÍ. Si España no se rompe porque un litro de aceite de oliva virgen extra se esté vendiendo a 14 € litro (un 91 % más que hace un año), uno de oliva virgen a 12 y uno de oliva normal a 10 debido a la especulación de un fondo que preside un exministro de agricultura del PP, la salud de los españoles que tienen que freír sus patatas en un aceite que se quema con mirarlo, SÍ. España no se rompe porque los fondos Next se dediquen a cuadrar los balances de las eléctricas, petroleras o energéticas que los obtienen por el paripé del Hidrógeno Verde y otras chorradas varias, en lugar de aplicarlos al fomento de la disminución del consumo, a paliar la pobreza energética o hacer partícipes de un nuevo modo de vida que no contribuya a seguir consumiendo como si no hubiera un mañana, sino a la concienciación colectiva de que no ha planeta que aguante la sobrexplotación de recursos. España no se rompe porque se rescate a Siemens Gamesa, pero los españoles que no pueden pagar el recibo de la luz, que pasan frío en invierno y calor en los cada vez más cálidos y largos veranos, SÍ. Porque, como dijo el relator de la ONU Philip Altson, «España, siendo un país rico, vive en la pobreza generalizada». Toda la parafernalia actual de la transición ecológica no revierte en los ciudadanos que siguen sin poder poner la calefacción en invierno o el aire acondicionado en verano (casi el 20 % de los españoles sufre pobreza energética) sino que, además de llenar los balances de las eléctricas de millonarias subvenciones, están creando un «colonialismo» energético en la ya supercastigada España Vaciada.

España se rompe por la desigualdad. Esa que según la tasa AROPE (At risk of poverty and/or exclusion – porcentaje de población que se encuentra en riesgo de pobreza y/o exclusión social) sitúa a España en el cuarto puesto en la pirámide de la pobreza de la UE con casi un 30 % . Leía el otro día un artículo en Lo Pais (el Pravda del R39) que comunicaba los planes del nuevo gobierno, a instancias (como  no) de la UE, para cambiar los subsidios de paro, según ellos para incentivar la incorporación de estos al mercado laboral. En este artículo, se hablaba casi y fundamentalmente de los parados de larga duración. ¿Qué incorporación al mercado laboral va a tener un trabajador mayor de 50 años, cuando no lo quieren en ninguna empresa? Bajo esa mentira (la de incorporar al mercado laboral) se oculta una hijoputez sibilina como lo es acabar con este tipo de prestaciones en un concepto que ya se ha asumido: la de eliminar como sea a los pobres para que no compitan en el consumo de recursos con los ricos. Los parados mayores de 50 años, en su mayoría son mujeres que se encuentran en esta situación por dos motivos: ser mujer y ser mayor. La mayor parte de ellas, hasta llegar a esa situación de paradas han pasado por trabajos mal pagados en servicios de limpieza, de la asistencia a personas mayores o cualquier otra actividad mal remunerada que exige un gran esfuerzo físico y que acaba con su salud. ¿De qué van a vivir si se les retira el paro y no pueden conseguir el IMV porque las condiciones son leoninas?

Ni España se rompe, ni Pedro Sánchez es comunista, socialista o cualquier otra condición que le haga valedor ante los pobres y desfavorecidos. Este encantador de serpientes es el gurú del R39. Los payasos justicieros que salen todos los días con permiso del Ministerio del Interior que no les trata como a los que nos movemos en contra de este régimen, sólo son cantamañanas ignorantes que repiten mantras de la derecha caníbal que está rabiosa porque, con toda la pasta que se mueve en los fondos europeos, no pueden «distribuirla» a su antojo. Son la coartada perfecta de este régimen. El mismo que mientras en 2003, en una manifestación contra la guerra de Irak en la que quisimos ir hacia el Palacio de la Moncloa, la policía nos lo impidió, y a la vuelta, en Montera, las porras volaban como si nuestras cabezas fueran bolas de billar y no carne humana, hoy permite a los ignominiosos payasos justicieros cortar Gran Vía, Princesa y la A-6, sin mayores consecuencias.

¿Tienen derecho? SÍ. Pero no sólo ellos. A ellos se lo permiten porque son de los suyos, de los del R39, los que creen en la desigualdad, en el privilegio de ricos , en los enchufes como forma de meritocracia y en la corrupción como método de llegar a la cumbre.

Hemos consentido que nuestras vidas se asemejen a una majada que controla el señorito, rodeada de perros rabiosos que gritan libertad a las ovejas encerradas, le lamen la mano al amo cuando les echan las migajas y muerden a las ovejas descarriadas que intentan no morir aplastadas.

En estos tiempos, sólo nos queda echarnos al monte. Pero no como maquis sino como ermitaños. Ellos solitos van a acabar con todo el hijoputismo humanitario. Aquí un aviso: «España busca grandes fábricas dispuestas a parar en caso de emergencia eléctrica»

Se acabarán comiendo unos a otros, al tiempo.

Salud, decrecimiento, ecología y monte.

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