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Algoritmos en juicios rápidos

Gonzalo Osés
Gonzalo Oséshttp://www.gonzalooses.es
Soy abre puertas, se me da bien conectar necesidades con soluciones. Me rijo por tres frases: la de mi madre “la vergüenza pasa y el provecho queda en casa”; la de mi padre, “la persona más feliz es la que menos necesidades tiene”; y la mía, “para crear valor hay que tener valor”. En plan profesional, soy FEO (Facilito Estrategias Operativas), cofundador de Xaudable, conecto innovación con el mercado, mentor y docente en @eoi y @SEK_lab. Emprendedor con mi startup de comida rápida saludable. Autor libro “abre puertas, cómo vender a empresas”. Miembro de @Covidwarriors. En otras décadas organicé en IFEMA la feria Casa Pasarela y fui gerente de un concesionario oficial en Madrid de motos Honda. Licenciado en Dirección y Administración de empresas por CEU San Pablo, diplomado en diseño industrial por IED (Instituto Europeo Di Design), master de comunicación aplicada en Instituto HUNE.
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análisis

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Jack y Rose son una pareja de irlandeses jubilados enamorados de los cruceros por el Mediterráneo. Cada año, dejan su nublada Dublín para volar a Barcelona y embarcarse en un crucero de diez días por nuestro cálido mar.

El año pasado, tras dejar sus maletas en el transatlántico, salieron a pasear por la Ciudad Condal, empezando por subir en ascensor a las torres de la Pasión de la Sagrada Familia para escuchar el cielo, subir al Parque Güell, bajar por el barrio de Gracia, visitar La Pedrera y acabar cenando, a media tarde, cerca del mercado de la Boqueria.

Sentado en la terraza del restaurante, Jack quiso hacer una foto a los calçots que se estaban comiendo, cuando, de repente, echó en falta su móvil, el que tenía encima de la mesa. Rebuscó en los bolsillos del pantalón, preguntó a Rose. Nada. ¡Le habían robado el móvil! ¿Sería la persona que se les acercó con un plano preguntándoles una dirección? Como estaban al lado de las Ramblas, encontraron a una pareja de Mossos que les indicó cómo poner la denuncia, tanto en comisaría como en el hotel.

Estando en las isla griega de Santorini, Mery recibió un SMS de la comisaría de Policía: habían detenido a la pareja de carteristas con facilidad, por ser reincidentes, y se disponían a celebrar un juicio rápido por si podrían asistir como denunciantes. Rose habló con Jack y, cómo estaban jubilados, decidieron hablar con la agencia y alargar la estancia unos días más, para así disfrutar de la ciudad en la que siempre se quedaban con ganas de más.

Les llegó una citación para un juicio rápido, sí, pero no en 10 días, sino en ¡10 meses! Al parecer, no era un error de traducción, era la realidad del único y colapsado juzgado barcelonés que se dedica a realizar juicios rápidos, en el cual los delitos de hurto corren el riesgo de celebrarse cuando ya han prescrito, debido a la burocracia en las diligencias previas. Para colmo, desde que se suprimieron los jueces de distrito, tienen que instruirlos magistrados mucho más formados.

Y yo me planteo: ¿y si se creara un sandbox de juicios rápidos instruidos por algoritmos, que redujera los 10 meses a una hora? Para hurtos, es decir, delitos leves de robo sin violencia de objetos o dinero que no superen los 400 euros.

Para reducir el tiempo de investigación, basta con entrar por la puerta trasera del cifrado de los proveedores digitales que tenga la persona denunciada en su móvil, según aprobó el Consejo de Ministros de Interior de la Unión Europea el pasado 14 de diciembre de 2020. Así, por orden judicial, un algoritmo tardaría segundos en conocer la geocalización del denunciado en el momento de los hechos, al tiempo que podría encontrar el rastro de indicios de delito en su Whatsapp, Telegram, Signal, Clubhouse, etc. y contrastarlo con la ingente base de datos que permite nuestro código penal. Se podría introducir un sesgo, o tener a tutores humanos para evitar errores.

En este caso, la inteligencia artificial no viene a quitar puestos de trabajo, sino a liberar a los magistrados instructores para que investiguen casos de mayor complejidad, como son asesinatos, violaciones o causas de corrupción. A la par que mejoraría la productividad de sus saturados compañeros de guardia, léase fiscales, secretarias judiciales, funcionarios, policías e incluso traductores por si los denunciados no hablan ni castellano ni otros idiomas oficiales.

Con un sistema así de ágil, no sólo Barcelona, sino también Madrid y otras ciudades con semejantes cifras de visitantes mejorarían su imagen de cara al turismo, que es algo con lo que en España no nos podemos permitir el lujo de jugar, ni antes, ni ahora, ni mucho menos cuando los viajeros vuelvan.

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