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El color y sabor en el México colonial (II)

Patricia López Haas
Patricia López Haas
Historiadora del Arte y Periodista sigue de cerca el mundo de la cultura. Realizó un posgrado en Sotheby's Institute de Londres sobre el mercado del arte y el coleccionismo. Su mirada amplia y sin fronteras trata los temas con curiosidad felina. Con experiencia en prensa escrita, en la actualidad es columnista en otro medio de comunicación.
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análisis

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En el anterior artículo hice un pequeño recorrido por los barrios de Polanco, San Ángel y Coyoacán. Los tres se encuentran en la capital del país. A continuación, me desplazaré hasta la vecina Cuernavaca y, después, a Ciudad de México de nuevo.

Cuernavaca, también conocida como “La ciudad de la Eterna Primavera”, sorprende. A una hora en coche desde la capital, es otro de esos sitios que merece la pena visitar. Entre sus célebres residentes encontramos a Hernán Cortés, María Félix, Barbara Hutton o al mismísimo emperador de México, Maximiliano de Habsburgo (1832-1867), quien mandó construir una casa de campo llamada El Olindo, donde hoy se encuentra el Museo Etnográfico. Las fuentes epistolares nos cuentan que para Maximiliano el clima era paradisíaco, quería convertir su finca en un jardín lleno de flores. Se sabe que era un apasionado de la botánica, cuando puso la primera piedra dio una fiesta popular, con comida y bebida, para los vecinos. Pero no la vio terminada dado lo efímero de su reinado. Pero sigamos con Cuernavaca.

Casa de Cantinflas, Cuernavaca

La casa de Cantiflas, pintada de azul como la de Frida Kahlo, es agradable de ver. Su visita es gratuita. Una piscina o alberca, como dicen allí, decorada con mosaicos de Diego Rivera (¡qué fiestas haría!), te acompaña durante todo el recorrido en el que vimos una interesante exposición de arte contemporáneo. Muy cerca se encuentra el palacio de Hernán Cortés, hoy museo arqueológico y que, por cierto, el emperador Maximiliano utilizó como despacho, al igual que otras personalidades. El casco histórico sorprende para bien. La catedral, las iglesias franciscanas y demás edificios religiosos conforman un espacio singular, amplio y verde. Después de visitar el centro y de realizar alguna compra de artesanía local, hay muchos mercadillos con mimbre, recomiendo tomar una cervecita Modelo o Bohemia en Casa Hidalgo, un coqueto restaurante de color amarillo con vistas al palacio de Cortés y a un parque decorado con alegres piñatas. La ciudad es fácil de ver y tiene un clima extraordinario. No me extraña que entusiasmara al desdichado Maximiliano de Habsburgo.

Restaurante casa Hidalgo, centro histórico y palacio de Cortés, Cuernavaca

La variedad y riqueza de la gastronomía mexicana es abrumadora, por ello merecería un capítulo aparte y yo no soy una experta, ni mucho menos. Los tacos, burritos, quesadillas y el guacamole están extendidos por todo el mundo, pero hay mucho más como, por ejemplo, el pulque, que solo se toma allí, es una bebida de dioses obtenida de la fermentación del aguamiel del agave. Es espumoso, espeso y delicioso. El huitlacoche, un hongo que se desarrolla en el maíz, es la trufa mexicana. El pozole, un caldo hecho a base de carnes variadas y maíz o los escamoles, que son huevos de hormiga. Estos manjares vienen de la época prehispánica y la lista es interminable. Menciono algunos de los que yo he probado.

No puedo terminar este artículo sin dejar de mencionar el centro de Ciudad de México, que está presidido por una plaza gigante, la de Constitución, conocida como el Zócalo, donde se encuentra el Palacio Nacional, sede del gobierno, y la catedral, ambos del siglo XVI, aunque esta última no se acabaría hasta el XIX. La Ciudad de México está construida sobre un islote en el lago Texcoco que fue desecado durante cientos de años, esta zona está especialmente inclinada. Y se nota bastante.

El centro histórico de la capital de México es muy turístico, por lo que los comercios de souvenirs proliferan por todas sus calles, y relativamente pequeño para las dimensiones de la ciudad.  De todos los sitios que he nombrado a lo largo de estos dos artículos, esta es la zona más popular con diferencia. Los palacios de estilo español suelen albergar restaurantes o colecciones de arte. Recuerdo Azulísimo y su precioso patio, allí comí unas flores de calabaza exquisitas, rellenas de queso de cabra y almendra tostada. Y unas enchiladas de mole negro, entre otros platillos. La espuma de guanábana zapotada, un fruto parecido a la chirimoya completó un menú de diez. Todo exquisito. Los menús no son fáciles de entender para el que viene de fuera. Cuando cae la tarde, conviene dejar la zona. Esto no es una leyenda urbana, desgraciadamente la inseguridad de México es un hecho que te obliga a extremar las precauciones. Yo he paseado, ido a restaurantes y a museos, pero conviene seguir las indicaciones de los que viven allí o son naturales del país.

Flor de calabaza y enchiladas de mole negro

Como hemos visto México es color. Es arte, historia, arquitectura, naturaleza, gastronomía y alegría. Tradición y vanguardia. Y aquí dejo un país sobre el que hay mucho que ver y mucho que escribir, que es de indudable herencia española, empezando por el idioma, que suena dulce y amable, y poseedor de un rico pasado precolombino que le otorga una cultura propia. Y, como decía al principio, esta ciudad que suele ser de paso, excepto para los que van por trabajo, merece la pena visitar.

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