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Menos preparadas

David Márquez
David Márquez
Escritor de artículos y ficción. Colabora con diversas publicaciones periódicas y ha publicado: ¿Y? (microrrelato) y DAME FUEGO (el libro) (microrrelato, poesía y otros textos), ambos trabajos inconfundiblemente en línea con el pensamiento y estilo que manda en sus artículos, donde muestra su apego a la libertad total de ideas, a lo humano y analógico, siempre combativo frente a cualquier forma de idiotez. amazon.com/author/damefuego
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análisis

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Cierto es que toda generación achaca siempre a las más nuevas determinadas carencias en el terreno de la educación. Pero hay un dato objetivo que noto y destaco, por estadística, según mi experiencia y la de más gente, por encima del reproche fácil a los más jóvenes. Diré además que la «falta» en cuestión no solo es imputable a individuos de hasta treinta y tantos, sino, paradójicamente, a aquellos (y aquí hablamos de grupo social) con ciertos «estudios».

El comportamiento al que aludo se refiere a una forma de acaparar la conversación que nada tiene que ver con la por mí hasta ahora conocida (y ejercida a veces) interrupción del discurso ajeno. Estoy hablando de personas que en tu cara, y no digamos al auricular, toman la palabra hasta el fin de los días, para soltar su discurso, su historia, sin oídos para el interlocutor. Más tarde, cuando por fin dejan hablar a este, son incapaces de corregir, llegado el caso, la mínima sílaba de tal discurso, ni siquiera cuando se les ofrecen palpables muestras de su error, si lo hay. En su lugar, añaden frases como «yo lo que te puedo decir» o «el encargado de tal asunto me asegura que», seguidas de la no-corregida argumentación, y vuelta al principio. Uno tiene la impresión de estar hablando con un autómata, muy obediente a la corrección formal en cuanto a protocolos y maneras, eso sí, pero con muy poco respeto.

Esta actitud, curiosamente, no la encuentro en sectores de población «menos preparados», como suele decirse (¿preparados para qué?). Ninguna chica del sector agrícola, doméstico, ninguna camarera «sin estudios» me ha soltado (hasta hoy) su parrafada automática desdeñando completamente cualquier cosa que yo pudiera decir. De manera que, a estas alturas, estoy abriendo los ojos y constatando la superioridad educacional, al menos en el tema que nos ocupa y por estadística vital, de los sectores de población supuestamente «menos preparados». En definitiva, sospecho que bastantes individuos de las clases «menos cultivadas» están mucho más preparados para mantener una conversación entre personas, y no digamos para admitir errores o asumir ignorancias.

¿Qué aprenden las más preparadas en la facultad, las extensiones y los másteres? Quizás a «llevar la razón», aunque no sea suya. Machacando una y otra vez sus inamovibles posiciones, pretenden obtener la claudicación del contrario, el «sí» definitivo, el «de acuerdo» por cao neuronal, o a veces una inesperada (aunque muy justa) mala contestación por parte de un «menos preparado».

Hay muchas maneras de decir las cosas, pero ante todo, hay que dejar decirlas.  

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