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¡No os lo perdonaré jamás!

Santiago Aparicio
Santiago Aparicio
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Contador de realidades. Guitarrista de rock en mis tiempos libres. Y cazador de doxósofos.
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análisis

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Que en estas páginas se tenga que dar la razón, con muchos matices sin duda, al expresidente José María Aznar solo puede ser culpa de incompetentes, necios o personas que no entienden las convenciones de los sistemas democráticos. Que un personaje tan siniestro como Aznar (aquí se han contado todos sus vínculos con la coalición dominante mundial, agencias de la CIA para el control de ciertos países y los negocios nada claros que tiene por todo el mundo) pueda tener razón respecto a los usos y costumbres de la democracia en España es gravísimo. No porque pueda tener razón (con matices, hay que insistir) sino porque los gobernantes no la tienen y eso genera pavor. Y cuando se dice dirigentes se hace incluyendo a todos.

Ayer, paradojas del destino o los hados del articulismo, se explicaba que la perversión de los conceptos de soberanía, autoridad y legitimidad estaban socavando las convenciones y las instituciones democráticas. Personas que entienden ser soberanas y, por ende, situarse por encima de las leyes, son cada vez más habituales. En una proporción casi simétrica a su nula capacidad ejecutiva e intelectual. Pues bien, una de esas personas que se cree por encima de las leyes, esto es, soberana absoluta se ha burlado con toda la mala leche que se puede utilizar en ello de unas palabras del expresidente que, en sí, no pasan de ser una defensa de la democracia. De sus bases mínimas de existencia. Aprovechando la lectura de Jacques Maritain (El hombre y el Estado, Ediciones Encuentro) cabe recordar que los derechos humanos y democráticos, al fin y al cabo, no son más que acuerdos sobre mínimos que si cada cual intentase racionalizar llevarían a un desencuentro. En el encuentro de esos mínimos se construyen las sociedades pluralistas y poliárquicas en las que vivimos.

Aznar, en uno de sus extraños buenos discursos, no ha dicho otra cosa que, ante la posibilidad de que las bases constituyentes, de Justicia (con j mayúscula) y de justicia (con j minúscula), de igualdad entre españoles y democráticas se encuentran en peligro si, siempre hay que utilizar el condicional, el PSOE-sanchista y Sumar acaban cediendo a las peticiones de los secesionistas catalanes y vascos (la petición de unir Navarra con el País Vasco parece que no tiene tantos contradictores). Ante ello cabe la respuesta de la sociedad civil y de la ciudadanía por “los cauces democráticos que nos hemos dado”.

Lo que ha dicho Aznar

Lean ustedes mismos al expresidente:

“Sabemos los valores, las actitudes, las decisiones que reportaron a nuestro país el éxito histórico en democracia. Si destruimos esos valores, si negamos esas actitudes, si renunciamos a esas decisiones, el resultado será el fracaso. Yo creo que España acumula energía cívica, institucionalidad y masa crítica nacional para impedir que este proyecto de deconstrucción constitucional, que este proyecto de disolución nacional se consume. Pero es preciso activar todas esas energías que en el marco de una contienda democrática y de afirmación del estado de Derecho tiene que plantar cara con toda la determinación, a un plan que quiere acabar con la Constitución porque la Constitución es vista como un obstáculo para materializar su ambición de poder por esa izquierda irresponsable e insolidaria que reniega de la ciudadanía democrática, libre e igual”.

“No hay ningún Estado cuyos dirigentes no hayan perdido la cabeza que acepte ni siquiera como hipótesis una amnistía que, además de otorgar impunidad, convierte en legítima una gravísima intentona sediciosa contra la integridad constitucional y es una invitación a volverlo a hacer. No hay ningún Estado que se puede mirar dignamente entre el concierto de las democracias en el que se hable de autodeterminación, de manera explícita o camuflada, como contrapartida para formar gobierno. No hay un Estado que no avergüence a sus ciudadanos en el que se conceda carta de naturaleza a un prófugo de la Justicia y se acepte que un eventual Gobierno dependa de la voluntad de un golpista”.

“Es por eso que ninguna instancia, ningún poder democrático, ningún liderazgo social, cultural o intelectual, tampoco la izquierda constitucional que se juega su propia identidad y su trayectoria. Nadie, insisto, con sentido de responsabilidad, comprometido con el acuerdo histórico entre españoles puede quedarse al margen de una tarea que nos debe convocar para asegurar el futuro. Porque eso -el futuro, el mejor futuro para España- es lo que tenemos que seguir ambicionando. Unos quieren confirmar nuestra peor historia, confirmar que, efectivamente, en España tarde o temprano termina aflorando el mal de la división y el fracaso”.

¿Qué dice el discurso?

Sin duda que en las palabras de Aznar existe cierta tirria hacia el PSOE, en general. Lo normal dentro de cierta derecha que tiene cierto pensamiento patrimonialista del poder. O, como sucede con el personaje, tiene tan alto concepto de sí mismo que si se subiese en su ego y se lanzase se mataría, y todo le parece peor. Aún así, matizando la extrema gravedad de la situación (cabe confiar en los jueces todavía, aunque sea con cierto miedo), lo que ha expresado es más o menos lo que cualquier español (de bien y de mal) piensa fuera de los adoctrinados de un lado y otro. Incluso sin ser totalmente presa de los aparatos ideológicos en el Estado, sin creerse el espectáculo, el discurso no dice otra cosa que las sociedades maduras y democráticas tienen la posibilidad de movilizarse y plantar cara a sus dirigentes.

Da igual que sea Pedro Sánchez o que sea Alberto Núñez Feijoo (quien ha coqueteado con los mismos secesionistas para aspirar a la presidencia, algo que olvida Aznar). Puede que del primero se tenga más constancia de entregar lo que sea por mantener el poder, pues lo ha demostrado pasándose el principio de no contrariedad por el forro, esto es, mintiendo una y otra vez. Pero nadie podría poner la mano en el fuego por el gallego pepero (al fin y al cabo hizo cosas de nacionalistas en su época como presidente de la Xunta).

Cualquier movimiento de protesta es legítimo y, esto es importante, legal. Que intelectuales de todo pelaje firmen manifiestos y columnas en contra del acuerdo con los sediciosos es legítimo y legal (al menos hasta ahora). Que haya manifestaciones, legalmente solicitadas, es legítimo y legal. Todo lo que vaya por cauces legales y legítimos es perfectamente democrático. Y Aznar no ha dicho nada que vaya más allá de eso. Como no lo han dicho antes Felipe González o Alfonso Guerra, por ejemplo. Claro que se puede presionar al secretario general imperial del PSOE, desde dentro (los militantes en cualquier espacio) no porque según el reglamento es ilegal, aunque sea legítimo, pero sí desde fuera. Claro que se puede divergir de la postura iluminada de unos. Lo que no se puede es decir la boutade que han dicho desde la portavocía del Consejo de Ministros en funciones (que legítimamente no debería haberse pronunciado sobre algo que incumbe al partido, no al Gobierno).

Lo que ha dicho el PSOE subsumiendo al Gobierno

Isabel Rodríguez dixit: “Resulta de absoluta gravedad que un ex presidente del Gobierno haga este tipo de declaraciones que se parecen más a comportamientos antidemocráticos y golpistas que a los propios de un expresidente y que son, desde luego, incompatibles con los valores democráticos y constitucionales de nuestro país. ¿Qué será lo siguiente? ¿Llamar a un alzamiento?”. Las palabras de Aznar, en resumen, no tienen “ningún valor político, ni tan siquiera moral”. De moral este gobierno, la verdad, es que puede dar poca o ninguna lección (la ministra menos). Carecen de ella (como gran parte de la clase política). El problema es que ese juego agonístico donde los malos acabarán dando un golpe de Estado (igual leyó algo sobre el 11S chileno y se ha quedado con la copla… bueno, no, no ha leído) no cuela. Incluso en la sociedad espectacular hay momentos en que la realidad se abre paso a codazos.

¿Quiénes son los sanchistas para calificar la libertad de expresión y de pensamiento como algo antidemocrático? ¿Quiénes son para calificar la llamada a protestar, dentro de los cauces democráticos y de forma legítima, como un futuro alzamiento? ¿Quiénes se creen para pensar que son poseedores de una verdad absoluta mientras que el resto son meros infantes incapaces de dirigirse por sí mismos? El pensamiento totalitario y/o absolutista de estas gentes asusta cada día más. Bien es cierto que están acostumbrados a pasarse la democracia dentro del PSOE por el arco del triunfo, pero negar la posibilidad de protesta democrática ¿qué es ya?

La mininistra es graduada en Derecho y los principios básicos se estudiaban el Filosofía del Derecho y en Derecho Constitucional. Estas convenciones democráticas le deberían ser obvias y claras. Sánchez no estudio estas cosas y puede no entenderlas, que no lo hace, pero ¿ella? ¿No se escucha después de las ruedas de prensa? O ¿va tan solo por los pasillos sonriendo mientras el típico tiralevitas le va diciendo que es la mejor, la más guapa y la más inteligente? Aznar ha cometido muchos errores gobernando (como lo del 11M), se ha creído un pequeño dios en la Tierra, pero lo expresado por él ayer no es nada diferente a lo que piensan muchos españoles. Posiblemente una mayoría de ellos, incluyendo personas de izquierdas (que son fascistas desde ya). Ese pensamiento totalitario, absolutista y de creer que por estar en el poder se está por encima de las leyes es peligroso (como ha dicho el expresidente pepero). Y tener que darle la razón a Aznar es para odiarles.

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