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Noemí Trujillo, Antonio Gamoneda y Bernard Engels

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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Cuando era niño y mentía con la misma soltura que Holden Caufield solía decirle a mis amigos, y sobre todo a mis primas que eran incondicionales y muy crédulas, que yo era capaz de teletransportarme y que podía hacerlo a tal velocidad que lograba que pareciese que estaba en dos sitios al mismo tiempo.

Me habría venido fenomenal tener realmente tal poder el lunes 16 de octubre de 2023, porque Noemí Trujillo Goacomelli presentaba en la Alberti LA MATERNIDAD ERA ESO, a Antonio Gamoneda Lobón (como el personaje de Luis Berenguer) le iba a entrevistar Scarpa en Ámbito Cultural del Corte Inglés, y por si fuera poco el prometedor Bernard Engel ponía de largo LOS SISTEMAS CAÓTICOS en Travesía de Arenal 2 con mi muy apreciado Juanlu Mora como padrino.

No dudé. Ni un instante. Noemí. La Trujillo. La conozco desde que llegó a Mad Madrid y desde el primer momento tuvo en mí un aliado y es mi voluntad que siempre lo siga teniendo. A Gamoneda le veré en la televisión de Ámbito Corte Inglés esta noche o mañana, y a Bernard… cuando lo disponga el destino. Aunque sólo conozco un poema suyo, sobre la intuición, me dejó huella.

Así que un poco antes de las siete de la tarde, tras un interesante viaje en metro (vivo de noche y tengo costumbre de moverme en soledad casi absoluta) estaba en la librería. Fui el primero en ocupar una silla en el mítico semisótano de la Alberti, y al poco se me unió el padre de Lorenzo Rodríguez Garrido (que es catedrático de literatura y no se llama Lorenzo; me dijo su nombre, pero ahora mismo no me acuerdo, aunque doy fe de que es un conversador excelente, en la misma estela que su hijo) y al poco comenzaron a ocuparse las sillas y apareció la protagonista, Noemí Trujillo Giacomelli, escoltada por dos de sus tres presentadores: Isabel Dionis Trenor e Iván Baeza López, el tercero, que no era otro que Lorenzo el Joven, llegó un poquito más tarde.

Primero habló la editora de Destino, Anna Soldevila, a quien se notaba orgullosísima del libro: ha quedado fantástico y a poco que lo muevan con la habilidad que les caracteriza los comerciales de Planeta nada raro sería que consiguiese a auparse hasta el número 1 de las listas de no ficción. A todos los presentadores se les notaba el deslumbramiento que sentían por la criatura literaria que se estaba bautizando, y la intervención final de Lorenzo el Joven… de gran aplauso (puede verse en internet porque aunque la Alberti no emite en streaming Lola Larumbe -qué presencia y poderío tiene- graba todas las presentaciones y luego las sube al canal de la librería en Youtube.

Pero no querría acabar este artículo sin expresar mi propia opinión sobre el libro: para no perderlo nunca de vista: al leerlo se aprende y se recuerda todo el tiempo. Es literatura y es sobre literatura (las madres en la literatura del siglo XX), y además posee una virtud poco habitual: tiene un tratamiento tan ágil, original y dinámico que cualquiera puede leerlo y disfrutarlo como si fuera una novela. LA MATERNIDAD ERA ESO está lleno de pasadizos y referencias que conectan unos capítulos con otros. Y sobre todo habla de las madres y -aún más sobre todo- se escucha en él hablar a las madres. Es el gran tema. El único tema que nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos. La relación más importante, después de la que tenemos con nosotros mismos, en la vida. Siempre lo he pensado así, y como prueba de que esta vez no miento voy a permitirme utilizar como colofón un cuentecito, el relato 125 de aquel año que estuve escribiendo un cuento cada día (EL AÑO DEL CAZADOR). Se titula MAMÁ, y a Noemí Trujillo Giacomelli se lo dedico.

MAMÁ

Cae la noche. La noche. Y todas las cabinas telefónicas de la Plaza de Lavapiés se comienzan a ocupar.

El viejo cantante de boleros que ahora vende cocaína por los bares.
El mafioso marroquí que se casó con una española y por amor se transmutó en guardia de seguridad.

La coreana que hace un rato te vendió una cerveza en el deli.

El punki cuarentón que se sigue soñando Peter Pan.

El poli que ha estado toda la tarde patrullando por la plaza para evitar disturbios.

La estudiante de bellas artes a quien aterra tener que regresar a Alemania.

El escritor de guiones que acaba de tomarse una caña en el Pakesteis después de gastarse una fortuna en el pipsou de la calle Atocha.

La mujer que espía a las parejas desde su balcón y se imagina que ella es la chica a quien hacen el amor.

Cada uno en un teléfono, en una cabina, de la Plaza de Lavapiés.

Cuando cae la noche.

La noche.

Y si se pudiera apagar el ruido de los motores, el ronroneo de los televisores y el murmullo de las plegarias de los que rezan, podría escucharse, saliendo de todas las bocas pegadas al auricular, y en muy diferentes idiomas -ruso, español, chino, árabe, alemán, serere -una palabra repetida por encima de las otras: Mamá.

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