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Por rutas imperiales

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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No son pocos los nostálgicos de canciones falangistas como Montañas nevadas de 1945. La letra es de una mujer, precisamente, Pilar García Noveña. Este título se toma de la primera estrofa, verso tres: “voy por rutas imperiales/caminando hacia Dios”. El imperio español concluyó hace siglos: ya no tenemos rutas imperiales. Tampoco camina nadie hacia Dios por imposición de una política tiránica y dictatorial. Todas estas ideas se han convertido en caducas.

Sin embargo, las líneas conservadoras siguen añorando nostálgicamente aquello y, como no son capaces de establecer una línea de separación definitiva, sus políticas siguen atacando al país en lugar de levantarlo. ¿Puede haber algo tan contradictorio? La oposición no ha dejado nunca de enredar dar en Europa: prefieren que otro país ocupe allí cualquier cargo importante y representativo a que lo haga una persona española. Se proclaman patriotas, pero no son leales a la patria. Parecen estar desquiciados, porque intuyen que el apoyo favorece al partido gobernante y no a España. Menudo lío que tenemos planteado.

Se enredan, igualmente, entre sí con pura miseria. Si ataca la voz viva de España, cunde el pánico, porque pueden arrebatarles un puñado de votos. Si se planta alguien del mismo partido para defender sus ideas, no responden con argumentaciones razonadas y razonables, convincentes y seductoras, solo ven a un competidor posible y se lanzan contra él. No admiten una observación, aunque sea simple sugerencia crítica, sino que imponen su tiranía. No pueden entenderse  ni siquiera entre sus mismos partidarios políticos, porque creen que cualquier concesión puede arrebatarles el liderazgo. Todo se resuelve a garrotazos dialécticos y otros mucho menos defendibles.

Las posiciones de segundas figuras les ponen nerviosos. Imponen silencio. Nada se puede confrontar. Que no estalle la crispación oculta. La mente también tiene que ejercitarse, pero prefieren cerrarla, por si acaso. Esto debe ser una expresión de miedo, ¿a quién se lo tienen? Quizás a no saber gobernar, y tampoco a gobernarse. Presumen de saber gestionar, pero ¿qué tipo de gestión hacen? Puede que la que solo sabe dar bandazos sin cálculo ni medida, porque se cierran en banda para no ver las realidades actualizadas, solo miran el pasado, cuando caminaban por rutas imperiales.

Dicen que son el pueblo y que están contra las élites. ¿Qué tipo de pueblo son, cuando solo buscan sus propios beneficios? Al pueblo le han encargado de impuestos y todo sube cada día un poco más. Bajemos impuestos para que puedan respirar, pero los únicos que se aprovechan de tal acción son las clases altas de la gran industria y los empresarios. Claro que dan trabajo, porque les enriquece todavía más. Mientras tanto, las necesidades sociales crecen sin que nadie las atienda.

Cuando uno se pone enfermo, si no pertenece a un Seguro privado, acabará muriendo, porque la Sanidad pública no puede atenderle. Si uno no se educa en una institución privada, las pocas salidas que tiene se le cerrarán cada vez más. Se impone la depresión, que se cura con la muerte.

El centralismo nacionalista busca renacer con eslóganes racistas y miserables. Madrid es España y, por tanto, la capital del español. ¿Por qué no nos fiamos y de los demás? Son tan presidentes de su Comunidad como la primera. Pero no es verdad. Hablar de igualdad y solidaridad resulta muy bonito. Sin embargo, se impone la competencia feroz a todos los niveles para formar de nuevo el Imperio. Resulta así que yo bajo los impuestos, porque la capacidad económica de mi Comunidad me permite hacerlo. Otros no pueden, porque tienen que atender a sus exigencias propias, que no pueden esperar.

La mayoría quiere oír que se bajan los impuestos, pero no desea que restrinjan sus libertades con pasaporte covid por parte del Estado totalitario. Nadie quiere que le manipulen, hablando de los derechos de la mujer, cuando lo que hay es violencia familiar. ¿Derechos del LGTBI y a los inmigrantes? No podemos atender a lo nuestro y quieren que nos ocupemos de los demás.

Por si no tuviéramos bastante con todo lo anterior aparece Leguina. Al jefe de la oposición le desea lo mejor, es decir, que llegue a Presidente del Gobierno para lo que hace falta que acabe con el error de su guerra con la presidenta de Madrid, porque puede pagarlo caro. Le cae bien el jefe de la ultraderecha, es una buena persona, le han maltratado mucho y merece la solidaridad de los demócratas. Lo que nos faltaba. Y Leguina, que fue presidente de la Comunidad de Madrid, habla claro, con precisión y contundencia, aunque siempre desliza su pizca de ironía, diciendo que le van a echar del partido.

Creo que no tendrían que echarle, porque hace demasiado tiempo que se ha ido con sus hechos. A otro que le pierde la incontinencia verbal. Habla para estar en el candelero. ¿No fue sustituido ya de la presidencia por esa criatura que no podía gobernar, según proclamaba? Luego le favoreció tanto que ha acabado montándoselo muy bien. Tendría que callarse, porque no puede hablar ya de asuntos políticos. De otros si puede hacerlo, pero debía guardar respeto a la política. Es otro de los que querría caminar por las rutas imperiales de su pasado más reciente, pero ya no existe, ni tampoco volverá a existir. Cuando nos ha pasado el tiempo, es inútil tratar de hacerlo renacer.

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