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Sánchez, el presidente de la democracia menos rentable para el Íbex

De todos los jefes de Gobierno, el actual líder socialista es el que menos beneficios dejó a las grandes multinacionales

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análisis

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Que Pedro Sánchez no gusta al Íbex 35 es algo que se sabe desde hace tiempo. La izquierda real, esa que suele criticar al presidente por sus veleidades liberales, sus tendencias burguesas y su pragmatismo por encima del socialismo, suele olvidar a menudo que Sánchez ha sido el jefe de Gobierno menos rentable para las multinacionales que cotizan en Bolsa. Con él en el poder, los buques insignia de la economía española han obtenido un beneficio del 18 por ciento, una tajada escasa si se compara con la que sacaron cuando gobernaba Rajoy (un 56,3 por ciento más), Zapatero (un 40 por ciento), Aznar (casi un 147 por ciento) o Felipe González (un 76 por ciento). Todos estos datos los aporta el periodista de la Cadena Ser Javier Ruiz, siempre atento a esas briznas que va dejando la información económica y que arrojan luz sobre la historia reciente de España.

Con Sánchez en Moncloa, el Íbex 35 ha ganado menos de lo que se esperaba y eso, lógicamente, no gusta a los poderes fácticos de este país. En su última entrevista con Jordi Évole, el premier denunció que las “terminales mediáticas” de la cúpula empresarial y financiera quieren evitar un nuevo gobierno progresista, como ya hicieron en 2019. Y aunque rehusó dar nombres concretos, sugirió al popular periodista que siguiera “el rastro del dinero”. O sea, que investigara cuánto han ganado los grandes inversores con su Consejo de Ministros y cuánto se embolsaron con otros jefes de Ejecutivos anteriores a lo largo de la democracia.

Cada vez que Sánchez se sienta cara a cara con algún entrevistador, no deja pasar la oportunidad de denunciar que el gran capital quiere acabar con él. Incluso ha asegurado que existe un complot perfectamente organizado por la derecha política, por las grandes compañías, por la caverna mediática, por la patronal y por un sector de la judicatura para desalojarlo del poder. Ahí estarían, cómo no, los eminentes banqueros y los consejos de administración más potentes, toda esa gente de la élite y la jet set que cree que el socialismo es tolerable siempre y cuando no se atraviese la delgada línea roja del felipismo, del socialismo derechizado, de ese progresismo Armani domesticado y convenientemente alejado de la izquierda podemita.

Los poderes fácticos siempre han aceptado a un PSOE dócilmente sometido al bipartidismo. ¿No le chirría al ocupado lector de esta columna cada vez que algún dirigente del PP reivindica el legado de Felipe González? Normal, no solo es uno de los suyos, alguien que está en la misma onda o sintonía neoliberal, sino uno que hizo del cachondosocialismo el instrumento perfecto para instaurar en este país una economía de mercado salvaje con sectores productivos vendidos al capital extranjero. Ese es el modelo que tradicionalmente ha agradado a los señores del dinero. Un PSOE que no se meta demasiado en los negocios de otros, un PSOE que no se ponga pesado con Marx ni en plan intervencionista, que sea flexible para que pueda consumarse el procedimiento del pelotazo fácil y rápido, la corrupción y la gran estafa al pueblo. Lo de Ferrovial, la huida al extranjero de uno de nuestros buques insignia, no fue más que un serio toque de atención al Gobierno de coalición. La forma de decirle a Sánchez que por la senda del socialismo podemizado, o sea, del impuestazo a la banca y las grandes fortunas, de la subida del salario mínimo interprofesional y de la reforma laboral para tratar de acabar con el esclavismo, no iba bien encaminado.

En su día, los organizadores del complot ya le hicieron la envolvente a Felipe González y también a Zapatero. Uno tragó con todo y el otro se mostró algo tímido a la hora de llevar el socialismo lo más lejos posible (aquí no hablamos de los derechos sociales, que el presidente sucesor de Aznar desarrolló con valentía, sino a las cosas del comer). La pinza de los poderes fácticos a todo aquel que saca un poco los pies del tiesto, hasta asfixiarlo, es el procedimiento habitual de los que mueven los hilos desde las altas esferas. La derecha bloqueándolo todo y tratando de frenar los avances sociales (por mucho que Feijóo trate de colgarse ahora la medalla de salvador de las pensiones); la patronal presionando y malmetiendo; la banca recurriendo al Supremo; la caverna propagando la leyenda negra del “sanchismo”; y el sector falangista de la Justicia tirando leyes para atrás.

Narciso Michavila, gurú demoscópico de cabecera del PP, cree que si Feijóo alcanza los 160 escaños el próximo domingo, Sánchez no llegará a septiembre como secretario general del PSOE. Le tienen muchas ganas al presidente. Y no solo las fuerzas externas o adversas. También en Ferraz están esperando el momento de caer sobre él, despedazarlo y acabar con el sueño de un partido socialista hermanado con la izquierda real. Si Podemos irritaba sobremanera a los prebostes del PSOE, Yolanda Díaz y su plataforma Sumar son vistas como graves amenazas para el futuro inmediato. La obsesión de los barones territoriales es volver a aquellos tiempos de antes, cuando a Felipe González le ponían la alfombra roja, canapé y vino de honor, en los círculos de empresarios de Madrid. No gusta este Sánchez que se va del pico en las entrevistas para denunciar cómo funcionan en realidad las cosas en este país. Molesta un presidente que aún piensa en llevar adelante una segunda fase de reformas hacia una economía más sostenible con el medio ambiente, más justa con los derechos de los trabajadores y más equitativa con el reparto de beneficios. Las élites no lo quieren ni en pintura. Por algo será.   

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