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Santa es la semana, la pasada y todas

Cruz Galdón
Cruz Galdón
Escritora
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análisis

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Se acabaron las velas en la calle, los inciensos portados por acólitos que alborotan los recuerdos de tradiciones bebidas en los cántaros de nuestros padres y abuelos, el olor a santidad que, a golpe de campana del trono eleva las plegarias al cielo por cada levantá de los costaleros.

Los corazones se encogen y los más sensibles no reprimen que se escape una lágrima de gratitud por los dones recibidos, de devoción por la imagen venerada y de anhelos por los que nos enseñaron el sentido de esta Semana pasada tan Santa y especial.

Volver a la patria chica, volver al genoma que nos hace sentirnos parte del sonido del campanillero que anuncia que ya está aquí de nuevo, del Nazareno o la Dolorosa, de la Soledad que ya no está tan solitaria en nuestra alma, envolvernos en el manto de la fe que, quien siente, recuerda que Dios se hace hombre de nuevo para sanar nuestras almas.

Esa es la semana que, año tras año, nos recuerda qué somos, qué necesitamos y hasta dónde deseamos ser nuestra mejor túnica púrpura.

Pero ahí no acaba todo hasta el año próximo. Comienza en estas Pascuas el camino de cada Semana Santa, pues cada día nos entrega un nazareno en quien nos pide que le tendamos una mano, cada día hay un costalero que nos sube hasta el cielo con el amor que nos entrega, cada día hay hermandad en forma de amigos que nos hace caminar al son de una marcha de cornetas y tambores.

Dicen que la fe es de unos pocos, que solo el que ama a Dios entiende de tronos y liturgias. Pero yo veo en cada semana del año que todo el mundo quiere un pedazo de amor para sí mismo, y otro cachito de perdón para seguir llevando la cruz de guía de cada día. Yo veo que el sentimiento de unión en las parejas, amigos, hijos, trabajos… levanta los días grises haciéndolos brillar más que el sol. Yo siento que cada día forma parte de cada santa semana que se nos regala en forma de ojazos abiertos, de ternura en las manos e incienso en las palabras que regalamos.

Hasta el año próximo los tronos hacen guardia en cada iglesia, las velas se encienden en el templo y los propósitos se acumulan en el corazón. Sin embargo, en este domingo que tú me lees y yo te escribo, tenemos otro manojillo de romero en el alma, otra oportunidad para realizar nuestra propia chicotá levantando nuestro amor al son de la marcha de la vida hasta que volvamos a descansar el corazón en la próxima Semana Santa.  

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4 COMENTARIOS

  1. Después de la espera, llega el oasis de la lectura de la Carta de Cruz Galdón para actuar como un bálsamo de amor calmando a aquellos corazones inquietos que, perdida la Fe o no, conocen el significado de una nueva Semana Santa que mueve a la reflexión y nos enfrenta al milagro inexplicable de la resurrección de Jesús quién, desde ese momento, a pesar de los maltratos recibidos sin importarle sus heridas y la muerte que devino de ellas, siguió adelante con la prédica de su Padre, Creador de todas las cosas y de la vida.
    A pesar de «darle como en caja, sin asco, fuerte y duro..»(dixit Horacio Ferrer), El, predico para enseñarnos algo que todavía hoy muchos no aprendieron, que el mal es mal y no menos bien contradiciendo con una antelación de dos mil años al mexicano Nervo quién, a pesar del tiempo transcurrido desde ese Calvario en el que Jesús murió perdonando la debilidad de ser hombres, no aprendieron la lección. Abundan los ejemplos de ellos, aquí o allá, sin importar donde ni nombres, que pasaron por la vida – y aún lo hacen -causando destrucción y muerte a mansalva utilizando para ello solo excusas de momento que les permitan olvidar que este corto viaje tiene un destino común e ineludible a pesar de toda su maldad y egoismo.
    Cuando se trata de El, a quién, con los muchachos del barrio llamamos «Flaco querido», no existe discusión alguna ante su grandeza y la necesidad que tenemos de sentirlo siempre a nuestra vera para guiarnos en el camino hasta el encuentro final.
    Las palabras de Cruz Galdón, en mi caso, me permitieron recordar momentos y rostros que se sucedieron en mis tiempos de «purrete» cuando, mi Madre, desde la cuna, me transmitió la necesidad de la Fe que me impulsa a seguir, inexplicable para algunos, aunque ésta, no necesite explicación.
    Como tantas otras veces, las palabras de Cruz Galdón tocan de manera simple y llana el alma de los hombres para otorgarnos la gracia de leerlas con fruición. Gracias.!!

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